O nox, donna me requiem!

De sentirme sólo en el mundo, de intentar enfocar mentalmente los episodios más memorables de mi vida, de intentar aprender algo que se escapa a la vida cotidiana entre que el sol orienta y occidenta, de imaginar cientos de veces cuán grande sería lo que está por venir si hiciese algo de lo que no tendré ninguna valentía de hacer, de inventar poesías al instante y olvidarlas después por no levantarme y escribirlo en un papel, de pensar: “ya empecé a pensar de nuevo sin querer, a darle vueltas a la rueda, mejor paro de pensar y duermo un rato…”: de todo este tipo de materia autóctona están hechas la mayoría de las noches que paso en la cama intentando dormitar entre las sábanas. A veces se me ocurre -idea que paradójicamente resulta nacer en otra de tantas noches como ésta- que en algún lugar de mi cerebro los pensamientos corren solos, sin que yo pueda evitarlo, hasta el punto de que me resulta imposible dejar la mente en blanco por un rato y escuchar lo mejor que podría escuchar: el silencio…

¿Quién habrá sido el desaprensivo que le dió ese chute de speed a mi Morfeo particular? Por que siempre llega tan tarde…
En fin, que a falta de algún santo que ayude al sueño, lo he escrito en un papel sobre la madera de la cama: ¡oh noche, déjame dormir! Prestando algunos vocablos latinos de la misa de requiem, eso sí… ¡que me perdonen los latinistas por una traducción tan propia! je, je…
Mientras espero que funcione, sigo haciéndome una pregunta que ronda mis alrededores demasiado en cuando: ¿realmente necesitamos tener a alguien para estar completos interiormente?

2 comentarios sobre “O nox, donna me requiem!”

  1. Hola, Ismael. Me ha interesado tu texto y me ha gustado lo que planteas. Creo que no hay una única respuesta. Quizá con los años vamos buscando precisamente estar completos por nosotros mismos, pero es difícil si ese (o esos) alguien te importa realmente. Que no tiene que ser forzosamente una pareja. Quizá con los años desarrollamos una mayor autonomía, mientras que los años no sean demasiados. Entonces ya sólo esperar que digan por tí: Requiem æternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis. Y tú ya no te enteras (probablemente).

    Me alegro de saber de tí, y te deseo que duermas como un lirón.
    Saludos.

  2. Me atrevo a comentarte, porque escribes y en lo que escribes me identifico mucho; y me animo a responder tu pregunta final, para mí, creo que se puede vivir plenamente sin ese alguien más, pero no al ciento por ciento; talvez es lamentable o talvez nos reivindica como seres limitados y que se buscan.

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