Adoro el desierto. Me recuerda todo un tiempo pasado, aquello que siendo forma ahora es otra forma más menuda, intensa y cálida. Las palabras que sonaron en los tiempos pretéritos se han fundido con las arenas y formado rosas del desierto. De ahí que la poesía árabe sea un deleite para los oídos, de ahí que toda sensibilidad recuerde en Granada el aroma de los jazmines, los pasos perdidos, las alamedas llenas de limoneros. Hablar en el desierto es toda una experiencia. Las palabras cobran un calor especial La voz se torna intensa y gutural…Pero lo mejor, es un silencio final, un no eco, una divagación estremecedora que te hace sentir parte de la mayor de las solaledad, aquella que experimentó Thomas Merton: el verdadero sentido de las palabras en el desierto.