Para ti, mi vida…

Fue un sábado cualquiera. Esa noche los fuegos artificiales cubrían el cielo de Valdemoro, los veíamos mientras caminábamos hacia el parque más cercano. Tu mano junto a la mía era lo único que necesitaba para ser feliz.

Llegamos al parque y nos quedamos de pie mirando el cielo iluminado. Yo me tapaba los oídos – ya sabes lo que me molesta el ruido – y tu me rodeabas con tus brazos. Acabó el estruendo y fuimos a encontrarnos con dos amigos nuestros. No estuvimos mucho rato con ellos, lo justo para disfrutar de la música y la compañía, y de una bebida compartida.

No quité mis ojos de ti en toda la noche, me encantaba ver tu mirada, tu sonrisa, tu manera de expresarte con otras personas, sentir tu presencia y poder compartirla contigo. El ambiente era perfecto, pero no podía evitar desear tenerte para mí.

No tardamos mucho en irnos y tuvimos que deshacer el camino andado de vuelta al coche, que lo habíamos dejado muy lejos de donde estábamos. Pudo ser una caminata de media hora aproximadamente, pero pasó todo en menos de cinco minutos. Disfrutamos de cada rincón, de cada pared y farola en el camino, de tus besos, de tus abrazos… No quería llegar al coche nunca, quería perderme en tu abrazo y que esa noche fuera eterna. Pero tuvo que acabar. El final de aquella noche fue de todo menos esperado.

Tú, apoyado en el coche, cogiendo mi cintura y, de vez en cuando dándome algún beso que otro, me miraste con tus preciosos ojos y esbozando una sonrisa me abriste tu corazón. De tu boca salieron palabras que me deshicieron en el momento. Hablabas de amor, de tener las cosas claras y de pasar los próximos 50 años conmigo. Juntando todo eso salió una preciosa declaración de amor y una pedida formal de noviazgo.
Acepté sin dudarlo, pues no había deseado nada en mi vida con tanta fuerza como eso y nos fundimos en un beso.
Algo que había comenzado a las doce de la noche con el cielo iluminado, terminó a las cuatro de la madrugada con mi corazón en tus manos. No puedo imaginar un final mejor para aquella velada.

Lo que vino después de aquel día es un canto entonado por los ángeles, un libro escrito por las manos de un Dios, la perfección manifiesta en una persona: tú.
Has hecho de mi vida un sueño, de mis temores una fantasía, de mis lágrimas una sonrisa eterna. No puedo imaginar un solo día sin tu voz, sin tus caricias, sin tu tacto.
Gracias por este maravilloso año. Solo quiero que con mis torpes palabras entiendas lo que significas para mi, que eres mi vida, mi todo, que sin ti muero.

Feliz Aniversario, mi vida.

TE AMO

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