Paraíso número 2.

De los 965.704.718 habitantes que poblaban el costeño Paraíso número 2 donde Dios había situado la Urbanización de los Materialistas; había uno de ellos, llamado por todos Don Julián “El Robaperras”, que iba de bar en bar para poder olvidar a su hermana… aquella mujer que un día le había dicho la verdad.

Nunca perdonó Don Julián “El Robaperras” a su hermana Rosa que ésta fuese una mujer que le dijese la verdad sin tener que esconderse de él para nada… y es por eso por lo que una tarde, delante de todos los habitantes del Paraíso número 2, en medio de un calor sofocante, cuando el sol hace que las neuronas se alteren y los alcohólicos dejen salir afuera todos sus demonios, Don Julián “El Robaperras” agredió tan alevosamente a su hermana Rosa que quedó señalado por todos como un demente violento; uno de esos personajes con los que es mejor no pararse a tomar un chato de vino porque el vino que se toma con ciertas personas es mása bien agrio y amargo.

El cura de la localidad llamó la atención de Don Julián advirtiéndole que no era cosa de hombres pegar a mujer alguna y que dejara ya de beber tanto chato de vino tras chato de vino porque podría terminar con una cirrosis hepática irreversible.

Don Julián “El Robaperras” ahora ya no bebía por puro placer; ahora bebía para olvidar el recuerdo de su hermana Rosa muerta poco después de aquel grave incidente. Y se miró en el espejo del Bar Hércules y se vio tan envejecido y tan poca cosa que todo aquel pasado que él llamaba de esplendor, cuando se jactaba de parecerse a Clarc Gable y soñaba que todas las mujeres le adoraban, se le vinieron al suelo de repente. De repente por el suelo caminaba el viejo alacrán.

Miró al viejo alacrán. Sintió miedo. Sintió de verdad miedo y pavor por primera vez en su vida, tomó un último chato de vino y, trastabilleando de pared a pared, a punto de abrise la crisma con alguna inesperada caída, salió al exterior. La noche estaba oscura… y miró al cielo por ver si veía al Ángel Guardián de su inocente hermana. Pero ningún Ángel Guardián apareció aquella noche en el cielo alicantino. Y solo, tremendamente solo, se dirigió hacia la costa, se sentó a observar el mar mientras se le pasaban los efectos del alcohol y sintió ganas de llorar. Sintió que alguien se acercaba y volvió la cabeza…

– Pero… ¿eres tú?… ¿no habías muerto de verdad en Cuba?.

– Soy yo y no he muerto en Cuba ni en ningún otro lugar.

– Y… ¿qué quieres de mí? -tembló desde los pies a la cabeza una vez puesto en pie Don Julián “El Robaperras”

– Nada. De ti no quiero absolutamente nada.

– ¿Entonces? -seguía temblando Don Julián “El Robaperras”

– Vengo a enseñarte ciertos papeles sólo para hacer justicia; no por venganza tío, no por venganza ni por ira ni mucho menos por odio, sino para hacer justicia.

– !!Sé clemente por favor!!.

– Sabes que soy clemente y no vengo a pasarte factura alguna ni a enjuiciar tus actos. Eso es sólo cosa de Dios. A lo que vengo es a enseñarte ciertos papeles…

El Desconocido tomó los papeles. El primero de ellos decía: “!Jamás me interesaron a mí coger varillas que de nada sirven sino para hundir a los hombres en la desesperación del vicio y la corrupción!. !Jamás!”.

El segundo papel decía: !Jamás te he pedido nunca ni tan sólo un vaso de agua y mucho menos tu casa junto al molino que, para mí, sólo es como si fuera de papel mojado nada más!. !Jamás!.

El tercer papel decía: “!Jamás seré un habitante del Paraíso número 2 existiendo el Paraíso número 1!. !Jamás!.

Y el Desconocido se evaporó en el aire… mientras Don Julián “El Robaperras” se dio cuenta de que aquel si era un verdadero hombre de verdad y no él, un violento pendenciero que había arruinado toda su juventud con mujeres del mal vivir y que ahora se encontraba perdido en la oscuridad de la noche esperando la sentencia de Dios.

– !Vuelve aquí por favor, ayúdame!.

Sólo escuchó un voz lejana.

– !Yo nada puedo hacer!. Yo sólo me he limitado a vivir en silencio hasta ahora y yo sólo he roto ese silencio porque le juré a mi madre que lo haría. Ahora yo ya nada puedo hacer pues sólo soy un hombre. Ahora será Dios quien lo decida. Y recuerda que Dios no decide echando monedas al aire como algunos como tú creen. No. Dios no juega a cara o cruz para pertenecer al Paraíso número 1. Quédate si quieres en el Paraíso número 2, que sólo es materia nada más… porque Dios no es deudor de nadie…

– !Pero tú puedes interceder por mí ante Él!.

– ¿Cómo quieres que yo interceda por tí ante él -siguió oyéndose la voz del Desconocido- si tú nunca has creído en la Justicia de Dios?.

Y allí, en la oscuridad de la costa sólo Dios tenía la potestad de declararle inocente o culpable. El Desconocido sólo era un hombre nada más…

2 comentarios sobre “Paraíso número 2.”

  1. Hola Alberto, Feliz Navidad me manda Dios que te haga saber. Sabes que todavía tenemos una cerveza pendiente… que pronto lo haremos realidad. Un abrazo amistoso de tu verdadero amigo Pepe.

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