Pasaron los años (…y crecimos)

Y morí cientos de veces
sin encontrarle
o topándome con él todos los días.
Y me sentí más viva que nunca
otras tantas veces.
Y no sabe más el diablo por viejo que por diablo.
Los años pueden pasar, y las caídas sucederse,
que si no se tiene la vista ágil para ver los baches del camino
o la capacidad del aprendizaje que dé lugar a la prevención
(o a la autorrecuperación) seguiremos pasando
con penas y sin glorias.

No podemos esperar siempre las palmaditas en la espalda,
y lo que sí se gasta con los años
son las ganas de darlas.
Y no sé si soy lo que esperaba ser,
ni si me imaginé tal y como soy.
Sólo que estamos aquí,
y que en realidad debe ser bueno que me digan que no he cambiado.
Será que nací con cabeza, y no que me la hayan dado los años…
Porque no es lo mismo mofarse del día a día que no tomarse en serio lo que te impide seguir con él.

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