Pepe

El díscolo, violento y diabólico motero Pepe decidió un día marcharse de su pueblo natal en busca de aventuras. Montó en sun ruidosa e infernal moto y se marchó con su cazadora negra (muy negra) que tenía grabada en la espalda una calavera y en el pecho el rostro del Diablo.. El Terror del Barrio se iba a conocer el mundo…

Primero llegó a un pozo de agua y allí bebió… bebió… y su espíritu empezó a calmarse.

Después siguió el camino y encontró una higuera con sus frutos maduros. Se hartó de comer higos… y su espíritu se fue calmando.

Más tarde llegó a un pequeño pueblo y entró en un bar a tomar un par de refrescantes cervezas y charlar con los humildes parroquianos… y su espíritu se fuel calmando.

Por último alcanzó a la gran urbe y se mezcó con el farragoso tráfico. Allí conoció y experimentó la alegría y la tristeza… y su espírtu se fue calmando. Allí conoció y experimentó la risa y el llanto… y su espíritu se fue calmando. Allí conoció y experimentó la bella compañía y la fea soledad… y su espíritu se fue calmando. Allí conoció y experimentó la fiesta libertina y el duelo mortuorio… y su espíritu se fue calmando.

Un día su ruidosa e inferrnal moto dijo !basta!… !ya no puedo más!… y Pepe vendió la moto a un viejo chatarrero, se quitó la cazadora negra (muy negra) que tenía grabada en la espalda una calavera y en el pecho el rostro del Diablo, la tiró a un estercolero y se compró una camiseta blanca (muy blanca) sin símbolo alguno… y su espíritu se fue calmando.

Decidó regresar a pie hasta su lejano… lejano… lejano pueblo natal. Y tuvo que atravesar muchos… muchos… muchos kilómetros por el árido y seco desierto donde conoció y experimentó la sangre, el sudor y las lágrimas… y su espíritu se transformó por completo.

Cuando, por fin, llegó a su pueblo natal estaba tan cambiando…. tan cambiado….. tan cambiado por dentro y por fuera que ninguno, absolutamente ninguno de sus convecinos, le reconoció y le comenzaron a llamar José.

Sólo el viejo ciego y sordomudo Venancio (el que vende lotería en la esquina de la calle Mayor) y su fiel perro lazarillo “Chispita” saben la verdad y reconocieron a Pepe. Pero ambos (el ciego soerdomudo Venancio vendedor de lotería y su fiel perro lazarillo “Chispita”) han jurado guardar eterno silencio sobre el tema.

Por eso todos le siguen llamando José.

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