Pequeña fortuna

Los primeros sonámbulos pasean por la Puerta del Sol mientras el oso, sempiterno aspirante a trepar el madroño, parece estar mirando a las lucientes agujas del reloj de la torre que están señalando el destino de los hombres. Él sigue con la gafas oscuras puestas.

– ¿Cuánto pides?
– Quinientos…
– ¿Quinientos euros?
– Quinientos euros más la voluntad si es posible.
– ¿Por qué no hablamos en algún otro lugar? Aquí hay demasiado público para poder ajustar las cuentas.
– ¿Qué te parece si vamos a la terraza del Colby?
– ¿El bar de Fuencarral, 52?
– ¿Te molesta?
– No. Para nada. Puede ser allí mismo.

Ella camina delante y, a unos pasos de distancia, él la sigue mientras parece ir meditando.

– Ya hemos llegado, despistado…
– ¿Cómo has dicho? ¡Ah, es verdad! Ya hemos llegado.

Los dos se sientan en sus sillas alrededor de una mesa.

– ¿A qué me vas a invitar?
– ¿Te gustan las mentiras piadosas?
– No te entiendo. ¿Qué es eso de las mentiras piadosas?
– Pensar que me gusta el alcohol pero bueno… sí… puede ser…
– Pareces muy raro.

Él sólo sonríe y, sin quitarse las gafas oscuras, ve acercarse al camarero.

– Para mí una copa de coñac.

El camarero luce una sonrisa de conejo cómplice…

– ¿Puede ser una de Louis XIII de Remy Martin?
– Por supuesto que sí. Yo sólo bebo Louis XIII de Remy Martin.

El camarero continúa luciendo su sonrisa de conejo cómplice…

– ¿Y el caballero?
– También. También bebo solamente Louis XIII de Remy Martin pero… no se preocupe tanto… porque voy a pagarlo todo yo…

Ella deja de sonreír mientras el camarero de la sonrisa de conejo cómplice da un traspiés y cae al suelo. Rápidamente el caballero se levanta de su silla y ayuda al camarero a que se ponga en pie.

– ¿Se ha hecho algún cardenal? Mire usted bien por ver si se ha hecho algún cardenal.
– ¡No, caballero! ¡No ha sido nada! ¡Seguro que no tengo ningún cardenal!
– Es que como Louis XIII tenía al cardenal Richelieu como su cómplice yo pensé que…

El camarero no quiere seguir escuchando y, bajando la cabeza por culpa de la vergüenza pasada, se marcha hacia el interior del bar para preparar el pedido mientras él se vuelve a sentar.

– Sigo pensando que eres muy extraño, tío.
– ¿Tío? Sí. Soy tío.
– ¿Es que te parece mucho pagar 500 euros teniendo en cuenta que va a ser una noche completa?
– No había yo pensado en eso pero ahora que lo dices…

Él toma las manos de ella y la mira a los ojos a través de los cristales oscuros de sus gafas.

– ¿Eso de usar gafas oscuras a estas horas de la noche es para evitar que alguien te vea conmigo y te reconozca?

Él no contesta a esta pregunta…

– ¿Qué deseas ser en tu vida?

Ella se anima repentinamente…

– Princesa. ¡Sueño que soy princesa!
– ¿Una princesa de verdad o una simple vecina de la calle Princesa?
– Jajaja. Me haces reír con tus ocurrencias. Estoy hablando de ser una verdadera princesa.

En esos momentos el camarero sirve las dos copas y en esta ocasión no se atreve a decir nada mientras él suelta las manos de ella. El camarero empieza a alejarse

– ¡Espere! ¡Espere un momento! ¿Cuánto valen las dos copas? ¡Es para no olvidar!
– Perdone, caballero. Solamente son 9 euros con 20 céntimos.
– Redondeemos la cifra ya que la Tierra es redonda y todos podemos encontrarnos varias veces en nuestras vidas mientras damos vueltas alrededor del Sol. Tenga 10 euros y quédese con el vuelto.

Ella sigue preguntándose quién podrá ser aquel extraño personaje vestido más bien con ropa de clase baja pero que no discute sobre los precios.

– Entonces… ¿estás de acuerdo con lo de los 500 euros?
– ¿Y dices que por toda la noche completa?

En esos momento suena la campanada del reloj de la torre de la Puerta del Sol.

– La una. Es la una de la madrugada, tío. Tenemos que darnos prisa.
– ¿Por qué tenemos que darnos prisa?
– Es lo normal en este negocio.
– Tal vez sea lo normal en este negocio pero 500 euros dan algún derecho a tiempo extra antes de quedarnos completamente dormidos… ¿no es cierto?…
– Se nota que tienes mucha experiencia a pesar de lo joven que se te ve.
– ¿Seguimos con las mentiras piadosas?
– Parece como si me estuvieras acusando.
– Juzgar una causa no es estar acusando sino todo lo contrario.
– No te entiendo, tío. Ahora no te entiendo nada.

Él saca una cajetilla de tabaco de la marca Fortuna y ofrece un cigarrillo a ella…

– ¿Fortuna? Veo que te gusta lo relacionado con Fortuna.
– Pues sí. Yo también tengo sueños de grandezas. Tú deseas ser princesa y yo quiero ser millonario. Quizás sólo somos dos soñadores nada más, dos sonámbulos de las noches madrileñas, pero podemos alcanzar nuestros sueños aunque sea solamente por una de estas noches. ¿No crees lo mismo?
– Esto me recuerda a alguien…
– ¿Algún cliente del pasado?

Ella bebe de su copa antes de hablar de nuevo…

– Me acuerdo de alquien que me dijo que tener un amigo verdadero en esta vida actual es tener una fortuna, tener dos amigos verdaderos en esta vida actual es tener un tesoro y tener tres amigos verdaderos en esta vida actual es un milagro. Me conformo con tener un amigo verdadero como pudo haberlo sido él.
– ¿Y quieres que me crea que no fue un cliente tuyo?
– Piensa lo que quieras pero él no quiso conocer mi cuerpo y lo único que hizo fue querer conocer mi alma.
– ¡Por Dios! ¡Qué hombre más extraño!
– No era un hombre extraño, era un joven extraordinario.
– ¿Y tú que le contaste a ese joven tan pardillo?
– Nada. Mientras él sólo se limitó a fumarse un fortuna sin quitarnos para nada la ropa ninguno de los dos, yo le conté la misma historia que le cuento a todos los demás. Por supuesto que siempre supe que no se la creyó aunque hizo como que le parecía una historia sorprendente mientras solamente fumaba y sonreía. Siempre supe que él sabía que yo le estaba mintiendo.

Ella bebe otro trago de su copa…

– ¿Y te pagó tus servicios sin haberte usado para nada?
– Por eso era un joven extraordinario y fuera de lo común. A pesar de lo inocente que era se dio cuenta de que le estaba estafando en el precio y me pagó lo que le pedí sin reclamar nada. ¡Y sabía que yo le estaba engañando hasta en el precio que habíamos acordado antes de empezar aquella mascarada! ¡Siempre me he sentido culpable! Era como si le estuviese engañando a mi propio hijo.

Él enciende el fortuna de ella y luego enciende el suyo.

– La verdad es que parece una historia increíble, tía.
– Pues fue real y verdadera, tío. Ninguno de los dos hombres que le acompañaban se dieron cuenta de lo que él había hecho.
– ¿Es que iba acompañado de dos amigos?
– No sé si eran sus amigos o no eran sus amigos porque no me habló para nada de ellos como hacen siempre todos los clientes normales.
– ¿Te contó algo de su historia personal?
– Sólo me quedé mirándole directamente a sus ojos mientras él miraba directamente a los míos. Leer lo que vi en los suyos fue la historia personal más emocionante que he conocido en mi vida.
– ¿Y eso fue aquí en Madrid?
– Muy cerca de aquí mismo. En la calle Valverde. Quise poder entenderle pero solamente descubrí que era un viajero de otros mundos. ¿Y tú? ¿Quién eres, en verdad, tú?

Él saca el billete de 500 euros, lo deja sobre la mesa, se levanta de su asiento y se quita las gafas oscuras para que los dos puedan mirarse fijamente a los ojos.

– ¿Tú?

Él no dice nada, se vuelve a poner las gafas oscuras, da media vuelta y se marcha, camino de la calle Alcalá, para buscar algún lugar más tranquilo y poder meditar mientras los primeros sonámbulos de la noche madrileña caminan sin volver la vista atrás. Nadie quiere perderse ni un sólo minuto de sus historias personales que van contándose los unos a los otros.

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