Piolín y el lindo gatito

Como cada día amanece más temprano, los pájaros (mirlos, palomas, gorriones) de las zonas ajardinadas que rodean mi casa parece que madrugan cada vez más. Cuando todavía está oscuro se les empieza a oír, piando y revoloteando a sus anchas por los jardines, en lo que imagino son sus llamadas de unos a otros, o quizá contándose sus planes para el día que está comenzando.

Me encantan los pájaros en libertad, no los que están enjaulados. Aunque rezo para que a mis vecinos se les ocurra antes tener pájaros que serpientes, tarántulas o algún otro animalito que pueda escaparse y venir a hacer una visita.

Un día en que me encontraba sola en casa oí un fuerte piar en la terraza. Me asomé y vi que se había metido un canario y que mi gato se acercaba sigilosamente. Espanté al gato, cogí al canario y lo eché a volar al jardín. Me senté tranquilamente y al rato volví a oír el mismo piar. Supuse que estaría posado en algún árbol, que posiblemente sus dueños estarían buscándolo, por lo que seguí sentada, hasta que vi venir desde la terraza al gato que llevaba algo en la boca. Me di cuenta según pasaba que era el pájaro, y eché a correr persiguiendo a mi gato. Este se asustó cuando vio que iba a por él y soltó, en la puerta de mi habitación, al canario (que resultó ser una canaria). La pobre estaba aturdida y asustada, la cogí y la mantuve en mis manos. No me atrevía a soltarla por si el gato volvía. La tuve conmigo hasta que vinieron los chicos, algo así como hora y media más tarde. Se la llevaron y la pudieron colocar en casa de un amigo. Al parecer la debían haber soltado adrede porque era muy mayor y no les daba juego, quizá ni cantaba.

Irresponsabilidad máxima de quienes creen que los animales sólo están para distraernos el rato que nos apetezca para luego desentendernos totalmente de ellos.

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