Por esos pueblos del Wayne… (del guión 37 al guión 50)

Por esos pueblos del Wayne… : En rojo (37)

La extrañísima aparición de mi hada madrina (a la cual no he olvidado todavía) me ha hecho reflexionar profundamente y, para ello, me he acercado a un lejano horizonte de este hermoso país donde se estaba celebrando la ceremonia de una puesta de sol.
Es en la inmensa llanura de “Hala Zona”, donde todo es tan monumental que sólo se pede decir: ¡Hala que zona!. (de ahí el nombre dado a toda esta región).

El cielo está muy rojo… muy rojo… muy rojo… Tan rojo que te podría decir que parece un campo de amapolas pero invertido hacia arriba. Yo no sé si la extrañísima aparición de mi hada madrina ha hecho que yo esté drogado (que no lo estoy aunque lo parezca) y veo este cielo tan rojo. No. No estoy drogado ni nunca lo he estado en mi vida. Yo sólo he tomado agua de mi cantimplora. ¡Te juro que sólo he tomado agua!. Lo que ocurre es que esto no es tan negro como lo pintan por ahí.
Las nubes que están, agrupadas, sobre mi cabeza no sé si son cirros o nimbos pero me da lo mismo porque son sólo nubes. ¿Y qué importancia tendrá que sean cirros o nimbos?. Si estuviera aquí aquel profesor de Ciencias Naturales que me estuvo “machacando” tanto tiempo con esas cuestiones “nubísticas” le enseñaría todo esto y se quedaría “obnubilado” de verdad. A partir de ahora sólo pienso dividir las nubes por sus colores y no por otras zarandajas de las cuales no te puedes acordar porque pasa el tiempo y se te olvidan esos nombrecitos.

A quien quisiera tener ahora a mi lado es a alguien (hombre o mujer, niño o niña, anciano o anciana) que me indique cómo encontrar algún lugar donde darme un trago que no sea de agua y ¡de repente! detrás de una colina he hallado la respuesta: ¡Un horizonte de verdadero color natural!. ¡Allá que me voy con toda mi ropa reflejada en rojo!. Hasta mi cara está roja.
Y es por eso, y solo por eso, por lo que esta página de mis guiones la he escrito en rojo. Que no vaya ningún psiquiatra, por muy psiquiatra que sea o se las dé de serlo, a decirte tonterías acerca de mi psiquis. No soy raro ni nada parecido a raro. ¿Comprendes, ahora, por qué he escrito esta página en color rojo?.
Los raros y las raras son quienes intentan explicar estos horizontes rojos con teorías pseudocientíficas que ha nada conducen. Yo sí que sé hacia dónde voy y no ellos ni ellas tumbados todo el día en sus cómodos sofás mientras inventan tontería y media para escribir libros que llaman de psicología de los colores y que es una forma más de ganar dinero dando por verdaderas lo que son sólo hipótesis falsas.

Por esos pueblos del Wayne… : Bronca en “Bronco” (38)
Este pueblo donde yo quería venir ¡para que se enteren los psiquiatras y las psiquiatras si es que tienen “mollera” suficiente para entenderlo, ha resultado ser “Bronco City”; el más peligroso de todos los peligrosos pueblos del Oeste de este maravilloso país. Y todo porque hacen muchísimas apariciones, en él, un pistolero llamado “El Muescas” (por la infinita cantidad de marcas que tienen las cachas de sus pistolas y por aquí ya se sabe que cada marca (o muesca), la graba por cada muerto que deja atrás cada pistolero profesional.
Estando un día bebiendo naranjada en el “saloon” de “Bronco City” llegó el peligrosísimo “Muescas” (el pistolero más rápido de todo el Oeste) y no se le ocurrió otra cosa que dirigirse a mí sin que nadie nos hubiese presentado. Con su botella de whisky en la mano me “escupió” lo de: “!Demuéstrame que eres un hombre!” y me largó la botella después de tirar, de un manotazo, mi vaso de naranjada.
“!Yo sólo le demuestro que soy un hombre a mi esposa y no a ningún bicho feo como tú!”, le contesté haciéndome el chulito y entonces se enfureció, golpeó con la botella en el mostrador (haciéndola añicos) y me respondió: “!Sal a la calle inmediatamente!”. Yo ya sabía lo que significaba aquello y le dije: “!No llevo pistola!”. Pero el “barman” (que era bastante cabrón) me dio una pistola y espetó: “!Ya tienes pistola!”. Le di las gracias al cabrón del barman y salí a la calle. El chulo pistolero me dijo que, a partir de aquel día, me conocería como “Diesel” (porque todos los pistoleros tienen un mote, sobre todo después de muertos).
“El Muescas” se colocó a cierta distancia, frente a mí, abrió sus piernas como si fuese a montar a caballo y arqueó los brazos a la altura de sus pistoleras. Yo, porque a veces tengo la fea costumbre de imitar a los demás, me olvidé de que tú siempre me dices que no soy como ellos y le seguí la corriente haciendo lo mismo que él.
Sonó un disparo seco y “El Muecas” calló su bocaza para siempre con sus pistolas en las manos. Lo extraño es que yo no había sacado la mía. Los del pueblo me echaron la culpa y aunque yo les demostré mi inocencia no me creyeron y me llevaron a una encina, en las afueras del pueblo para ahorcarme por haber matado al más feroz, rápido y violento pistolero del Oeste.
Cuando golpearon al caballo para que mi cuerpo se balancease en el aire, totalmente ahorcado, sonó otro disparo seco y se rompió la cuerda y me salvé (aunque tengo una pequeña señal de la soga en el cuello que espero que se me quite con el paso de los días).
Todos exclamaron: “!El Llanero Solitario!” y huyeron cobardemente despavoridos. Una vez más me había salvado la vida (ahora por partida doble). Al “Llanero Solitario” no le divisé pero a los del pueblo, que huían como niñitos asustados, les voceé: “!Maricas!”. Y pude elegir el mejor de los caballos y salir de “Bronco City” mientras el eco de las montañas repetía a los del pueblo: “!Maricaaaaaaas!… ¡Maricaaaaaaas!… ¡Maricaaaaaaas!”.

Por esos pueblos del Wayne… : Supersticiones (39)
He subido a una loma donde un campesino está labrando y he divisado una oscura aldea que está sumida en las brumas. Le he preguntado al labrador que si merecía la pena ir allí y él me ha contestado que no pero que si me empeñaba en ir (ha debido darse cuenta de que hago lo que quiero y no lo que me intentan obligar a hacer) que me regalaba un pañuelo para taparme la señal que tengo en el cuello. Me confirmó que esas señales, en aquel pueblo, eran presagio de mala suerte. Yo, para no discutir tonterías intentando hacerle razonar que eso, precisamente, era una tontería, he tomado el pañuelo y como es muy bonito su color verde, y me hace “muy bien” llevarlo… me lo he puesto y aunque el instinto conservador me dice “no vayas”, el instinto aventurero es más fuerte y voy.
En realidad, aquí en “Super Stycions” es que se pasan de castaño oscuro. Si se cae la sal, si se te cruza un gato negro, si pasa por debajo de una escalera, si alguien te mira de mala gana, si te levantas de la cama con el pie izquie3rdo, si te mira un tue3rto, si pones una escoba del revés, si no te persignas al salir de casa, si no le besas la mano a un cura gordo, si dejas para mañana lo que puedes hacer hoy, si llevas camiseta o camisa amarilla, si no llevas la estampita de un santo o santa en el bolsillo, si no llevas una estampita de las muchas Vírgenes que existen en el santoral, si tienes algún “antojo” de nacimiento, si pasas de noche por las tapias de un cementerio, si pinchan alfileres en un muñeco parecido a ti o en un dibujo o fotografía parecida a ti… y por un sinfín de muchas majaderías más… ¡tienes pésima suerte y hasta puedes morir de un momento a otro!.

Hace ya un par de días, en la única cantina (porque es que son tan “muermos” que no tienen “saloon” porque dicen que también traen mala suerte las cantantes morenas, rubias o pelirrojas) de “Super Stycions”, vi un cartel que dice que el “sheriff” ofrece una recompensa de diez mil de los grandes a quien pase, a solas, una noche en el caserón abandonado que hay junto al cementerio. Yo contemplo mi fajo de billetes y ya está a punto de desaparecer el último de ellos y como no soy como ellos (como muy bien dices tú) te hago caso y he hecho público que yo lo voy a hacer. No me quieren dar el dinero por adelantado así que no me queda más remedio (una vez fallida esta trampa) que hacerlo.
He pasado toda la noche solo en el caserón abandonado y ha sido la noche que mejor he dormido en toda mi vida. Nadie ha hecho ruido arrastrando pesadas cadenas. No ha aparecido ningún fantasma. No ha entrado ningún zombi. No se han abierto, misteriosamente, las puertas. No se han movido los objetos. No h a habido ningún muerto detrás d e las cortinas. En fin… ¡que he dormido como un lirón y de todo un tirón!.
El “sheriff” ha exclamado ante todos: “!Qué gilipollas seremos que nos hemos pasado tantos años haciéndonoslo y ahora viene un forastero cualquiera y se lleva todos nuestros ahorro de toda nuestra vida!. ¡esto nos pasa por “boyagas”!.
Yo le he dicho: “!Lo siento pero lo que se da no se quita como dijo Santa Rita!” y me he vuelto a enriquecer a base de la idiotez de los demás.

Por esos pueblos del Wayne… : ¡Otro follón! (40)
¡Me he metido en un “fregado de miedo”. Se me ha ocurrido la infeliz idea de experimentar la vida del pastoreo y eso, en este maravilloso país precisamente en esta época histórica, es súper peligroso porque, aunque los ovejeros son seres tranquilos; no lo son tanto los vaqueros. Y ocurre que tienen unas peleas entre sí que es que echan chispas hasta las montañas cuando se enfrentan primero a puñetazos y después a balazos los unos contra los otros.
Estaba yo pastoreando mi ganado cuando vinieron cuatro jinetes vaqueros y me rodearon. Empezaron a insultarme sin venir a cuento y yo les quise explicar que la razón reside en quienes la tienen y no en quienes quieren tenerla por la fuerza bruta. Ellos han tenido la fatal idea de bajarse de los caballos y comenzar a dialogar conmigo.
Después de lanzarles una larga “perorata” sobre la Razón (basada en mis amplios conocimientos de Descartes), estos rudos vaqueros no sólo me han dejado tranquilo sino que se han hecho amigos míos y se han apuntado a ser ahora ovejeros.
Cuando se ha enterado el patrón de los vaqueros ha venido a dialogar con el patrón de los ovejeros y han tenido una discusión gordísima. Se han dicho todas las barbaridades que te puedas imaginar mientras yo he sacado los dados de marfil pulido que “fingué” en “Las Vagas” y nos hemos jugado, los cinco, unas partidas increíbles (unas veces a “obligado”y otras veces a “no obligado”.
Al final ha aparecido el patrón de los ex vaqueros y les ha agarrado por el cuelo a uno tras otro y después les ha dicho a los cuatro: “¿No os da vergüenza?. ¡Que sea la última vez que lo hacéis!”. Y es que resulta que era el padre de todos ellos.
El patrón de los ovejeros les ha gritado (mientras se iban a caballo y a todo galope como almas en pena o como si estuviesen sido perseguidos por el Diablo) que no volvieran nunca más por allí; al menos mientras estuviese yo con él porque podría convencer a toda la banda de vaqueros entera en tan sólo unos minutos de “perorata”. Y el patrón de los vaqueros le ha chillado. “!Ya se irá y entonces hablaremos de nuevo… porque has de saber que el que ríe el último ríe mejor!”. El patrón de los ovejeros le ha chillado también. ¡”Pero que me quiten lo bailado!”.
Yo es que me parto de risa con estas gentes de este maravilloso país.

Por esos pueblos del Wayne… : ¡Tracatrá! (41)
¡Qué tremendamente cansado es viajar en los trenes que hay por aquí. Se nota que es un invento recién inventado, porque no veas lo que se mueven y traquetean los compartimentos (¡para que luego nos quejemos nosotros de nuestros transportes de carruajes!). y es lo que digo yo: que me gustaría ver a más de uno de esos “quisquillas” de nuestra ciudad viajando por estas tierras.
A veces doy con la cabeza en el techo y otras veces me bamboleo a izquierdas y a derechas y por poco una chavala que va a mi derecha me pega un bofetón porque cree que lo hago adrede. La de la izquierda no dice nada y se “cachondea” de la de la derecha. La de la derecha es muy “remilgada” y dice que se va a quejar al Jefe de la estación en cuanto lleguemos al final del trayecto. La de la izquierda ya no la ha aguantado más y le ha soltado algo así como ¡”Pues viaja, guapa, en avión!”. Yo me he quedado sorprendido de la inteligencia de la de la izquierda porque el avión aún no se ha inventado, pero me callo porque me ha hecho gracia lo que ha dicho y no quiero que se enfade más la de la derecha.
Son las dos iguales de guapas pero, la verdad, para hablar es mejor hacerlo con la de la izquierda y eso he hecho. La he estado contando relatos (no me atrevo a contarle cuentos porque no se lo merece y he decidido ser sincero con ella). Así que le he contado algunos de mis relatos más célebres como el de “Cocoluto el Magnífico” y “El abuelo Oswaldo” entre otros… y la chavala se ha puesto muy interesante y me ha contado tantas anécdotas y chascarrillos de estos lugares que le he dicho que me los cuente despacio, para tomar nota de todos ellos porque quiero hacer un libro sobre el tema. Le he pedido su dirección, me la ha dado (después de jurarle que era con buena y sana intención) y la he asegurado que el libro sobre estos temas se lo enviaré a su hogar y lo recibirá para que pueda recordar este día en que, un español de los de verdad, le contó relatos de verdad.
La de la derecha no ha tenido más remedio que “tragarse la píldora” y aunque me ha ofrecido su dirección para que le envíe otro libro a ella yo le he contestado: “!Si quieres mi libro te lo compras… y ahora vas y se lo dices también al Jefe de la estación que donde las dan las toman!”.
La de la izquierda ha dicho: “!Toma ya!”. Y entonces se ha acabado el viaje y nos hemos despedido todos como amigos y yo me he visto de nuevo con rumbo a lo desconocido.

Por esos pueblos del Wayne… : La feria (42)
¡La de burros que hay aquí!. Es la feria de “Ilusionate Two”. Se ven grandes cantidades de cerdos, gallinas, gallitos, gansos, pollinos, cabras, cabritos… pero sobre todo burros. Es una feria muy comarcal. Vienen e3xpositores de todas las aldeas de alrededor y mientras las mujeres y los niños y niñas se divierten de lo lindo, los hombres compran, venden y charlan en grupos fijándose en las diversas especies de ganados que están dentro de unas cercas de madera mientras se ponen a la venta.
Lamentablemente es una feria tan poco importante en el “ranking” de las ferias de categoría que no se exponen caballos; así que, como no tengo más remedio que montar en algo, me he buscado un burro de mucho calibre al que sólo le falta hablar para parecerse al barbero del pueblo.
El barbero del pueblo de “Ilusionate Two” está haciendo su agosto aunque no sea el mes de agosto ahora mismo y se hincha a cortar pelos y arreglar barbas a estos sencillos campesinos que han sido obligados, por sus mujeres, a arreglarse si es que quieren luego ir al baile o a otros espectáculos con ellas.
Va a celebrarse una competición de comidas que consiste en que cada mujer (casada o soltera) mayor de quince años de edad, que viva en el pueblo o que esté de paso por él (que en eso no hay discrepancias) hacen unos platos de comidas que un juez va probando para decidir cuál es el mejor. Como a mí, ¡no sé por qué!, siempre me toca la “china”, me han señalado como el juez de este año. Dicen que por ser forastero (lo cual no deja de ser, en cierto modo, equitativo aunque muchos lo nieguen e intentan que sea uno de la localidad). Al final triunfa la lógica y me nombran juez “de comidas” pues en este país me conocen ya más que en el mío; lo cual a mí no me importa demasiado pero siempre da qué pensar y filosofar. ¡Cómo es posible que mis familiares y amigos de toda la vida no me conozcan apenas y aquí, en los pocos días que llevo, ya me hayan nombrado hasta juez!.
Volviendo al asunto. Una de las participantes ha sido la guapa que iba a mi izquierda en el tren y, aunque ha cocinado un extraño potaje que sabe a rayos y huele peor, yo la he declarado vencedora del Concurso. Ella me ha dado un beso (en la cara solamente) y me ha recordado, al oído para no ser escuchada por las demás, la promesa del libro. Aunque todos se han “mosqueado” un poco conmigo debido al extraño veredicto, han reconocido que tengo “buen gusto” (refiriéndose a la chavala) y han dado por válido el resultado.
Me voy antes de que duden más de mi imparcialidad (yo siempre he dicho que no soy imparcial sino independiente y autónomo) y, en plena festividad de la feria, antes de que llegue el baile por cierto para no meterme en líos y como aquí no se me ha perdido nada para continuar buscando, marcho, montado en mi burro, por un pequeño sendero de “herradura”.

Por esos caminos del Wayne… : Con otro español (43)
Me ha ocurrido algo maravilloso (no tan excepcional como algunos creen porque yo siempre he sabido que hay españoles en todas las partes del globo terráqueo) y… ¡en efecto! así ha sido.
He conectado con un circo ambulante que se llama “Mundi Circus” y donde actúan artistas de todos los países porque en este maravilloso país hay gentes de todos los países. Ha sido en el pueblo de “Ilusionate Tree” (distinto pero muy cercano a “Ilusionate Two”). He visto el anuncio de “Mundi Circus” y me metí dentro (como no tenía suficiente dinero para pagar me colé sin que me viesen, haciendo un corte en la alambrada que cercaba al circo.
He visto toda clase de atracciones, pero lo mejor es lo que hacía un payaso que luego ha resultado ser español porque aunq1ue actúa haciéndose el mudo (porque no conoce el idioma estadounidense que es diferente al idioma inglés en muchas palabras) al final de su actuación, y debido a los enormes aplausos que ha recibido, ha soltado un ¡Gracias! en español que me ha resultado muy reconocible.
Ni corto (porque soy bastante alto) ni perezoso (porque no soy vago) me he metido entre las bambalinas. Le he conocido personalmente. Me he presentado. Y, totalmente emocionado, me ha contado toda su vida.
Resulta que, aunque es payaso, es muy feliz porque está casado con la más guapa del circo (que es trapecista) y que ninguno de los trapecistas “cachas”, ni los valientes domadores de leones y otras fieras salvajes, ni los interesantísimos magos, ni nadie de nadie de aquel numeroso grupo de artistas le ha podido “hacer sombra” ante aquella preciosidad que es su esposa. Yo sé que me ha dicho la verdad porque ha aparecido la preciosidad y me la ha presentado.
Una vez conocida toda la historia de este payaso español, hemos abierto una botella de buen vino y hemos terminado por cantar “Asturias patria querida” (sus antepasados más lejanos eran asturianos), “Valencia” (su madre es valenciana) y “Madrid, Madrid, madrid” (porque yo soy madrileño pero nacido casualmente en Badajoz y de ahí mis dotes de conquistador).
¡Qué gran velada nos hemos pasado contándonos historias de todas las regiones de España!. La preciosidad (que es latinoamericana) se lo ha pasado “bomba” con nosotros y nos ha dicho que esa misma noche iba a hacer todo lo posible para tener un hijo. Les he deseado que “sea para bien” y me he vuelto a salir del circo, sin que nadie se diese cuenta para que no me pidiesen el “ticket” de entrada por el mismo agujero que había hecho en la alambrada pues, como te dije antes, por allí me había colado.
Y me he ido tranquilamente en mi burro, al cual había atado alrededor del tronco de una encina y después de haber aprendido algunos nuevos trucos…

Por esos pueblos del Wayne… : ¿Qué hago yo de minero? (44)
No me explico cómo he sido tan “berzas” y he aceptado la petición de un patrón que estaba buscando mineros para sacar carbón de unas minas de su propiedad.
He aceptado (no por dinero otra vez, aunque paga un salario muy elevado, sino por experimentar algo nuevo), pero podía haberme aguantado las ganas porque el primer “trabajito” que me ha mandado hacer ha sido trasladar, a lomos de una acémila, un cargamento de dinamita que, si por un casual tropieza dicha acémila o me constipo y estornudo, salimos la acémila, mi burro y yo, por encima de los picos de este montañoso por cuyas escarpadas y dantescas laderas vamos trepando lentamente.
Mis nervios no pueden ya más. Sudo gotas enormes. Mi corazón palpita con unas palpitaciones tremebundas. Cuando la acémila parece que va a tropezar cierro los ojos y me toco a mí mismo para saber que no ha sido verdad y que sigo existiendo.
Cuando, al final, he logrado llegar hasta la boca de la mina, lo primero que ha hecho el capataz ha sido largarme un “sermón” que ha durado hora y media. ¡Que por qué llego tan tarde!. ¡Que no valgo más que para llevar el botijo!. ¡Que parece mentira que sea tan inconsciente!. ¡Que la próxima vez sea más diligente o si no me jubila con anticipación!.
¡Hasta aquí pude aguantar… pero de aquí ya no más!. Y le he cogido yo al capataz y le he dado otro “sermón” de hora y media. ¡Que llego a la hora que me da la real gana!. ¡Que valgo para hacer más cosas que él y su padre juntos!. ¡Que es verdad que él es un pedazo de animal!. ¡Que no me jubila anticipadamente ni él ni dos como él!.
Le he dicho “abur” que él no sabe que significa adiós y, mientras he sido vitoreado por todos los mineros que hasta me han sacado en hombros de la mina, me he ido por la “puerta grande”, no sin antes cobrar mi suculenta paga que se la he arrancado de las propias manos al capataz, y además e han venido conmigo todos los demás mineros menos el capataz y uno que es su “pelota” oficial.
El capataz y su “pelota” se han quedado solos y cuando se entere el propietario de la mina que se ha arruinado su negocio pues ¡se les va a caer el pelo a los dos y por supuesto a ellos sí que los va a prejubilar!.
En la aldea de “Duke Patton” he invitado a todos los mineros a unas cervezas y he vuelkto a ser aclamado en una fiesta que hemos celebrado en un “cafetucho” mugriento y con las paredes totalmente descascarilladas, donde está prohibido entrar a las mujeres para evitar reyertas y peleas por culpa de ellas. Los de “Duke Patton” sí que son inteligentes…
Después… tarareando canciones que invento sobre la marcha… me he ido otra vez montado en mi burro.

Por esos pueblos del Wayne… : ¡Ni agarrándote! (45)
¡Qué paisaje más hermoso estoy viendo ahora, montado sobre el burro, al borde de unas cataratas inmensas que se llaman “Niagarra” y que debe ser que, como resbales, te la pegas tan pegada que no te salva nadie porque no te puedes agarrar a nadie ni a nada por más que lo intentes!.
Hay muchos visitantes de los pueblos cercanos pero no se escuchan cuando hablan entre sí a “grito pelado” porque el ruñido es tan espantoso que tengo miedo de que el burro se espante y pase lo que me pasó aquella vez que caí a otra catarata; lo único diferente es que aquí no me salvo si me caigo y, utilizando mi inteligencia, ha decidido no caerme. Si el burro quiere suicidarse que me avise antes para que me dé tiempo a bajarme de él. Se lo he dicho al oído derecho y parece que me ha entendido.
Mientras escribo, el agua me salpica por todos los lados y me estoy poniendo como una sopa. Algunas gotas caen sobre los folios y los tengo que limpiar, continuamente, con los dedos de mi mano izquierda.
Hay tanto ruido aquí que si no te marchas pronto terminas más zumbado que aquel chalado que me disparaba con el viejo Winchester cuando puse en su cuerda mis ropas a secar.
Como no tengo nada más que ver agua y agua cayendo a “toda pastilla”, no me queda otra solución, si quiero observar un poco mejor esta panorámica, que seguir observándola; y como me aburro como un burro (Iy no quiero que se ofenda mi burro por decir esto) comienzo a pensar en mi infancia: en mi abuela, en mi padre, en mi madre, en mi hermana, en mis hermanos, en mi primer colegio… y me chorrean las lágrimas pero nadie de los que están a mi lado se dan cuenta porque a ellos también les chorrean las lágrimas… y si pudiésemos hablarnos los unos a los otros (que es imposible escucharse por el ruido del “Niagarra”) tranquilamente todos con todos sabríamos que todos estamos pensando en nuestras infancias.
Como el tiempo apremia y siempre es lo mismo este espectáculo donde no hay ni tan siquiera patos para echarles migas de pan… pues he decidido irme ya, entre otras cosas, porque se me está agotando la tinta del bolígrafo.
Me marcho, sobre el burro, a todo galope y cuesta abajo con tanta velocidad que si tropezamos ya no nos levantamos más ni el burro ni yo.

Por esos pueblos del Wayne… : La carrera de “cross” (46)
Ya no ando, otra vez, muy bien de dinero así que en el pueblo de “Chase Cross” he logrado efectuar dos buenos negocios.
El primero de ellos ha sido propio de cualquier avispado gitano y ha consistido en vender, a unos ignorantes (¡demostración de que la cultura es buena!) mi burro diciendo que era descendiente de los que montaba Sancho Panza. El nombre de Sancho Panza no les sonaba de nada, pero cuando les he dicho que era el acompañante de El Quijote entonces me han comprado el burro porque del Quijote algo han debido oír de él. He aprovechado, ese momento, para venderlo diez veces más caro de lo que me costó a mí y como he comprado otro burro que me ha costado cinco veces más que lo que me costó el otro pues ahora tengo burro nuevo y he sacado un beneficio cinco veces mayor que el de la compra. ¡Para que veas que también sé contabilidad y cálculo mercantil!.
El otro negocio ha sido más limpio. El asunto estriba en que en el pueblo de “Chase Cross” realizan, todos los años, una carrera de “cros country” que en español quiere decir “campo a través”. Nos hemos apuntado, exactamente, setenta y siete corredores y como ha sido un número capicúa me ha dado suerte llevar precisamente el último número: el setenta y siete. Realmente no tiene nada que ver con que yo sea Capricornio o no sea Capricornio, pero ha sido la excusa que les he dado a estas sencillas gentes porque no salían de su asombro el que un forastero de un lejanísimo país que ellos no conocen ni donde está les ganase sacando más de diez cuerpos de distancia al segundo, que era el que siempre ganaba todos los años y le ha entrado una “mala uva” que no hay quien le consuele a pesar de que yo, deportivamente, le he dado la mano. No me ha querido estrechar la mano pero yo no me he dado por aludido y he aprovechado que tenía la mano adelantada para quitarle una mota de polvo que tenía en su camiseta. Esto ha servido para que él se diese cuenta de que a mí no me “corta” nadie cuando estoy en serio. Y se ha ido cabizbajo y meditabundo mientras yo he pensado que voy a vivir a lo grande (porque el premio ha sido muy suculento) en este pueblo de tan bonitos recuerdos para mí.
Cuando han pasado tres días de verdadera distracción a todo lo grande (paseos por la alameda, buenas comidas, buenas siestas, visitas al casino con chica incluida (sólo para entretenerme en hablar con ella) y sueños a “pierna suelta” me he marchado razonando ya en que el tiempo de mis vacaciones se está acabando.

Por esos pueblos del Wayne… : ¡De vértigo en vértigo! (47)
Como ya el tiempo apremia y he tenido demasiadas emociones y como he aprendido a montar, maravillosamente, sobre un yegua que me ha cambiado un rico ganadero al cual le ha dado pena mi burro por éste, he tenido una idea vertiginosamente feliz: animando a mi corcel continuamente me ha dado por correr y correr y correr por toda la costa Este del Atlántico. Desde el Norte al Sur de la costa Este de este maravilloso país, es una maravilla ver correr, a todo galope, a mi briosa yegua blanca que monta una figura de ser humano (que soy yo aunque nadie lo sabe menos Dios y yo porque no da tiempo a que nadie se fije en mi rasgos físicos de lo rápido que vamos).
Desde que sale el sol hasta que se oculta, la estampa de una yegua blanca y un jinete pasando y pasando por playas, costaneras, ciudades, pueblos y aldeas, está creando una leyenda entre todos los habitantes que ya van a tener materia para contarla, en los duros inviernos, todos reunidos junto a la chimenea. Y como no ocurre nada más que eso y estas gentes tienen mucha imaginación… pues van a inventarse cada historia para adornar el acontecimiento que va a ser el mayor “mogollón” jamás imaginado pues cada uno contará cualquier cosa menos la verdadera.
Mi yegua y yo en todas las playas nos mojamos, de todas las fuentes bebemos, en todos los pueblos comemos y por todas partes pasamos dejando una estela de aire que parece un tifón azotando las costas. A todo esto, resuenan en todos los rincones de la Costa Este la canción que canto a pleno pulmón y que no es otra que aquella cuyo estribillo dice: “Mi jaca galopa y corta el viento cuando corre por el puerto caminito de Jerez”… aunque nadie de por aquí sabe qué es Jerez y los que lo saben no consiguen saber si es Jerez, Jerez de la Frontera o Jerez de los Caballeros o, incluso Jerez de México.
Yo me imagino que esto es la vuelta al mundo en ochenta días y que son etapas contra el reloj y que estoy batiendo (¡y es verdad!) el récord de la hora y que pulverizo todos los cronómetros. Pura Imaginación nada más. Porque, llegando al Estado de “Florinda Chica” (no te rías porque se llame así pues hay que tener respeto a los nombres puestos por los españoles) he dejado suelta a mi yegua, porque se ha merecido la libertad y el premio de vivir siempre libre y ella se ha marchado (sin darme las gracias pero no importa porque es una animal y no sabe hablar) a todo galope hacia la lejana meseta del interior donde yo deseo que encuentre a un caballo también libre para que la apacigüe un poco y tengan muchos potrillos porque, insisto, lo merece por haberse portado ejemplarmente.

Por esos pueblos del Wayne… Mi Amo (48)
No estoy absolutamente cansado pero esta ciudad de “Mi Amo” es tan bonita y placentera que me voy a tirar aquí todo el tiempo que me queda.
Lo único que hago (mientras “pulo” el dinero que me queda en tomar innumerables cafés con leche acompañados de dos bolsitas de azúcar) con nuna señorita “de buen ver” y que pertenece a la “haute society” (que ni sé lo que quiere decir en realidad pero me parece que es “alta sociedad”) y sólo charlamos y charlamos de infinitos temas. Parecemos dos Espasa Calpe que se han unido en un momento de sus vidas.
Ella tiene conversación de todo y para todo y como a mí me ocurre “idem eadem ídem” pues nos pasmaos los días, sin apenas aburrirnos, contándonos cada “historia” que es digno de entrar en el Libro Guinnes de los Récords por su “extravagancia profundamentel culta”.
No creas que hacemos ninguna otra cosa; especialmente porque es que no nos damos n i un respiro en las conversaciones. Lo que no se me ocurre a mí (que es más bien poquísimo) se le ocurre a ella (que es también poquísimo) y así estamos… “pegando hebra tras hebra” continuamente sin nada más que hacer salvo partirnos de risa alguna que otra vez dentro de la seriedad de nuestras “charlas”. Las tazas de café con leche es que ni les da tiempo a reposar…
Si aguanto a esta señorita es sólo porque ya tenía yo ganas de contarle mi vida completa a alguien que me cuenta a mí también toda su vida completa y, aunque oculto lo más comprometido, tiene ya una biografía de mí que es que parece que es Menéndez Pidal en versión femenina. De todas formas, te repito, que lo más comprometido no se lo he contado, o sea que por muy amplia biografía que tenga de mí sólo es un 30 por ciento o un 40 por ciento del total de mi vida (como mucho) y desde luego nada de “nuestros secretos de alcoba” que esos secretos sólo nos pertenecen a nosotros dos y a Dios y a nadie más.
Lo único malo de todo esto es que otra señorita (muy fea aunque muy millonaria) y que es hija de un político que aspira a la Presidencia de este maravilloso país ha tenido la “graciosa” ocurrencia de decir que va a tener un hijo mío. Todo eso sólo porque te tiene envidia y así que no hay que hacer ni caso de esta mentirosa.
Menos mal que han sido los casi últimos días de mis vacaciones en este país (el resto lo tengo cronometrado para que me de tiempo a llegar en el plazo justo a allá como tenemos pactado entre tú y yo). Y lo que he hecho ha sido aprovechar la nocturnidad que tanto me gusta para introducirme en un barril de manzanas que hay en un barco y esconderme allí, como polizón al igual que el héroe de La Isla del Tesoro.
Espero no ser descubierto pero no sé, en absoluto, hacia dónde va este barco. ¡Sólo confío en Dios!.

Por esos pueblos del Wayne… : El regreso (49)
Dentro del barril pasé la noche tras hacer un agujero por donde respiro, miro y escucho. Al amanecer subió toda la tripulación, junto con el capitán, cantando “!El capitán. El capitán de un barco inglés de un barco inglés!” y todo lo que sigue, que a mi¡í me parece una canción bobalicona pero me callo para no descubrirme… y adivino que me hallo en un barco de la Gran Bretaña.
Nada más zarpar un marinero metió su zarpa para tomar una manzana y como me estaba “tocando las narices” le metí un bocado en un dedo. Lloró, aulló, me encontró… ¡y se chivó al capitán!. Este me dijo que, en alta mar, me iba a tirar como “bocado2 para los tiburones. Yo le dije que si lo hacía me iba a salvar y luego a quejarme a las Embajadas Españolas de todos los países y que se iba a armar tanto “jaleo” que España iba a mandar otra Escuadra Invencible (pero esta vez Invencible de verdad) y que íbamos a arrasar toda la Gran Bretaña y la íbamos a volar a cañonazos (sobre todo porque les tenemos mucha “hincha” con eso del Pedrusco de Gibraltar que sólo es un Pedrusco pero en donde se esconden verdaderas fortunas de gentes de todos los países que llevan allí sus dineros para no declarar a sus respectivos gobiernos.
Él se asustó tanto que, diciendo a su tripulación la “trola” de que me había lanzado al mar, lo que hizo fue esconderme en su camarote de lujo, avisándome de que no saliese para nada de allí. Mandó poner rumbo a Cádiz a “toda máquina” aunque su tripulación no se explicaba por qué precisamente a Cádiz cuan do su destino era Cardiff. ¿No se habría equivocado el capitán al pronunciar la palabra ya que se parecen tanto?. El capitán les ordenó que sí…. Que a Cádiz… que no era una equivocación y que hiciesen el favor de obedecer porque era un asunto muy serio que a ellos no les incumbía saberlo.
Mi travesía no tiene nada más que contar que esto comiendo y bebiendo a “todo trapo” y que no hago otra cosa sino leer todos los legajos que tiene el capitán (Mac Morro) y así me he enterado de todos los secretos de Colón, Magallanes. Elcano, Drake, Cook, Barbarroja y muchísimos más marinos famosos de la Historia. ¡Ya te contaré la de chismes y cotilleos que conozco de todos ellos!. ¡Esto parece el Palacio de los Chismes pero en versión marinera!. Como he perdido la noción del tiempo no sé si voy a ganar o a perder la apuesta.
Sólo sé que hoy, por fin, hemos llegado al puerto de destino y el capitán me ha sacado del camarote por una puerta secreta. Yo le he dicho que con razón se llamaba Mac Morro, él me ha contestado que “más morro” le echo yo a la vida y nos hemos despedido sin mirarnos… pero deseándonos buena suerte… sobre todo para él que no sé cómo se las va a arreglar para explicar este suceso a su patrón. Y es que hay cosas en la vida de las que hay que “partirse de risa” si no quieres que la vida te parta a ti
Miro el reloj de una torre. He ganado la apuesta. Soy feliz. No me quedaré sin comer un día y no me tocará cocinar, ni planchar ni lavar la ropa. ¡Solamente la vajilla!.

Por esos pueblos del Wayne… : ¡Y por fín en Madrid-Madrid! (50)
Mi Princesa me estaba esperando en la Bahía de Cádiz y se ha vuelto “loca” de contenta cuando me ha visto desembarcar. Nos hemos acercado y nos hemos dado un beso en la boca. Hemos subido a su hermosa carroza tirada por ocho corceles fortísimos y nos hemos marchado “a todo meter” hasta la ciudad de Madrid-Madrid, capital de España.
Al llegar a la estación de Atocha le he pedido permiso para pasar unos minutos con mis amigos Carlos, José Luis y Andrés. Permiso concedido si vuelvo pronto a casa. Así que los he reunido a los tres para contarles mis aventuras por esos pueblos del Wayne.
Carlos, como siempre es tan tozudo, no se lo cree y se queda sólo con la boca abierta; Andrés habla hasta por los codos y me interrumpe continuamente para que dé toda clase de detalles y José Luis, como siempre, escucha en silencio soltando alguna sonrisa que otra. Como no tengo mucho tiempo, pues debo volver pronto a casa, no he podido contarles todo ni tantos detalles como me pide Andrés.
Les cuento sólo unos breves resúmenes de cada aventura. Carlos sigue con la boca abierta, Andrés hablando hasta por los codos y José Luis en silencio y sonriendo de vez en cuando… cuando me he despedido de ellos y me he ido con mi Princesa.
Los secretos de alcoba no los contaré jamás.
FIN

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