Piedra a piedra la noche enjuta penetra por los goznes y fecunda las raíces del silencio a la vez que el tren cabalga espacios de ilusiones que ella va tejiendo (en forma de nidal) con su mágico contacto de miradas.
– !Los pájaros se fueron a otro encinar! -dicen sus ojos.
– Porque deben encender los rosales del mañana -explican los míos.
Contemplo la cruz que prolonga la existencia en las cuatro direcciones de mi vida. En el Norte poseo una esfera terrestre que me habla de viajes. en el Sur tengo una corriente que me cubre de distancias. Al Este cuento con un horizonte pleno de equinoccios. En el Oeste me esperan magnitudes de amplitud y enseñanzas. Y, en los espacios pendientes, cada rosa de los vientos que se desprende de la rosaleda de su ser me ofrece una distancia de cercanías tan próximas que, de no existir el preámbulo de los nacimientos y el epílogo de las despedidas, serían los prolegómenos de la presencia y los anexos de lo ausente.
Sin embargo estoy aquí. ¿Ella también?. ¿Quién?. ¿La vida?. !Ambas!. Sí. Están aquí. Conmigo ambas. Y como soga escurridiza rozo su sed y comprendo su verdad. La mano de mi sombra ya no está vacía. Gozo ahora la materia luminosa de su ser. Miro mis manos. Pienso que me he hecho adulto y, con ese afán, contemplo el tenso cuerpo de su amor. Es entonces cuando el cántaro de la sed y la bicicleta de mis vacilantes dudas ruedan por no sé cual abismo. El ayer se me aprieta hasta hacerme abuelo de mi propia trascendencia y ella se convierte en éxtasis de clavel.
– !Entrarán de nuevo los gorriones en nuestra arboleda! -acompañan sus ojos.
– !Igual que los cascabeles del gnomo en el Reino de la Ilusión! -acompañan los mío. No. No acompañan. !Confirman!.
– !Y saldrán como salen las palabras del deseo! -Confirman sus ojos.
– !Igual que presencias de canela en la fuerza del lienzo de nosotros dos! -confirman los mío. No. No confirman. !Acompañan!.
(fragmento número 10 de “La última frontera” de Diesel).