Hoy me delego el valor de probarte;
Me dejo seducir por el sámsara*, reconociendo la atracción epicúrea* como ley mundana.
Desmantelando tu belleza de entre los tejidos áridos que te recubren, hondeando tu cabello, escultor de marañas, respirando la sal de tu piel,
desembocando mis labios en tu clavícula escribiendo palabras prohibidas con el pincel de mi lengua, las guardo como un secreto, en el invisible lienzo cobrizo.
Cuando logro encender la llama sobre el filo de tu oreja,
cuando extiendo mis dedos desde el cuello hasta tu mandíbula, manejando con fuerza el timón de tus gemidos, es entonces cuando te manifiestas y te revelas ambiciosamente y me amarras con nudos perfectos con tus brazos y piernas, sin dejarme escapar,
y entonces en ti emana una corriente eléctrica por los relámpagos que truenan desde tu coño, recorriendo todo tu cuerpo,
lo percibo en el cimbrar de tus huesos,
en el hálito agónico,
y yo los acompaño, con fuerza y con ímpetu hacia la catarsis,
creando así la presión de cuerpos por la avaricia del deseo,
en un intento de unir forzosamente tu yo y mi yo como una sola unidad,
como lo hacen dos gotas de agua al fundirse,
ambos seremos uno,
ambos seremos yo.
Sámsara: Saṃsāra; el ciclo de la vida. En el hinduismo, es la ignorancia de la verdadera naturaleza del ser, generado por el deseo de disfrutar de los placeres mundanos.
Epicúrea: Referente a la búsqueda de una vida buena y feliz mediante la administración inteligente de placeres y dolores.