Primero debemos ser personas…

Decía Ralph Waldo Emerson, en el siglo XIX, que en la Naturaleza, cada minuto es nuevo; el pasado es siempre absorbido y olvidado; sólo es sagrado el futuro…

Pienso yo que todas las cosas tienden a ascender continuamente (incluido el pasado que, en contra de lo que señaló Emerson, creo que nunca lo olvidamos del todo y es una seña de identidad muy unida a nuestro presente) y que por eso los humanos quieren, desde hace algún tiempo, llegar incluso a poblar otros planetas.

La superación es una de las leyes de la vida humana y en esta dimensión ascendente hay algunas personas, de mentalidad frívola y algo superficial, que basan todo el progreso en la suerte y en las circunstancias. Puede ser que a veces exista suerte y ciertas circunstancias favorables pero las personas que tienen la mente más fuerte saben que el progreso se basa, esencialmente, en las causas y en las consecuencias.

Hablar demasiado del destino (aunque creo que podemos plantear ciertas interrogantes sobre el destino) es permanecer en un nivel algo inferior y peligroso, porque provocamos, con ello, los males que se temen. También existe una frase que dice que algunos nacen con estrella. No es muy cierto. La estrella existe y puede, en algún momento determinado, dar su buena ventura a alguien… pero sólo es una especie de metáfora sin consistencia a la hora de definir a un ser humano. La condición de todo ser humano es dar solución a las preguntas que se hace a lo largo de su vida. Quien, de una manera u otra, llega a sentirse realizado o a sentirse bien con lo que es, no lo ha logrado por tener suerte o estrella, lo ha conseguido porque ha ido planteándose preguntas que supo contestar.

En este sentido, Emerson construyó una filosofía que influyó, a su vez, en otros escritores norteamericanos como William James y Henry Ford, y su planteamiento sobre basar las fuerzas propias en el entendimiento de las causas y los efectos influyó, también poderosamente, en hombres como Maeterlinck, Bergson, Romains y Duhamiel; en todos los optimistas que creen en la capacidad del corazón humano y en todos los espíritus generosos que juzgan que el hombre es digno de la posesión del mundo.

Ahora bien, el peligro está en fundamentalizar esas sensaciones. El peligro está en introducir en nuestra mente, partiendo de esa base optimista, el mesianismo en el que viven algunos norteamericanos. Por eso la dialéctica de George Bush provoca tanta decepción y tanta amargura en quienes creen en los derechos humanos.

Como dijo Henry David Thoreau: “Primero debemos ser personas, y sólo después súbditos”. Algo que los “mesiánicos” como Bush y sus consejeros no lo ven.

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