Realidades Paralelas. Esquizofrenia Paranoide

Despierto a las 4:00 de la madrugada, siento una cefalea intensa como si mi cabeza fuese a estallar en cualquier momento.
¿Porqué te levantas tan temprano?,
pregunta mi esposa.
No tengo deseos de responder a la pregunta.
Desciendo desde la cama matrimonial me dirijo a la cocina, busco en un mueble donde están los medicamentos. Encuentro medicamentos para controlar la jaqueca extraigo dos, las ingiero con agua y espero el resultado.
Camino hacia la ventana, abro la cortina, la calle está obscura.

En ese momento siento que mis manos son como las patas de un animal salvaje, casi redondas, con pezuñas, podrían ser las de un toro o tal vez la de un caballo. En ciertas ocasiones siento como si mis manos fueran las de un ave de rapiña, grandes, cubiertas de bellos, cuatro dedos y garras en vez de uñas. Siento un estremecimiento, no puedo creer que me esté transformado en un animal ¿una metamorfosis?, ¿será real el cambio físico que percibo? O sencillamente es una falsa creación de mi mente?. Temblando levanto mis manos lentamente, muy lentamente como si fuera una ceremonia religiosa, un ritual, al tenerlas frente a mis ojos siento un relajamiento, una alegría pues me doy cuenta que son normales o aparentemente normales.
¿Cómo poder evitar esta situación? ¿Me acompañará toda la vida?, o definitivamente me transformaré en un monstruo?.
Ya son las 5:25 de la madrugada y la jaqueca no cede, siento a la vez dolor de estómago, náuseas, temblando entro al baño, siento fuertes náuseas que terminan por hacerme vomitar, es solamente un líquido ácido con un sabor amargo (lo más probable es que sea el medicamento para la jaqueca), me lavo la cara y salgo del baño, mis manos y piernas tiritan tan fuerte que casi no las puedo controlar .
Mi esposa se levanta, advertida por los quejidos de dolor que emito, ¿necesitas ayuda? pregunta
no,
todo está bien
respondo.
Pienso en mi juventud, en mi niñez, una niñez triste, con miedo, miedo que me acompaña hasta el día de hoy.
Pero miedo a qué?. A todo; a la calle, a las personas, los perros, los ruidos. Ruidos de los automóviles, conversaciones de las personas que caminan por la calle y que yo las percibo como gritos que producen daño en mis oídos y me hacen temblar.
De niño tengo recuerdos tristes, siempre sentado en la puerta de mi hogar observando cómo otros niños juegan al fútbol en la plazuela que está frente a mi casa. En ciertos momentos sentía un deseo intenso de cruzar la calle e integrarme al grupo y jugar con ellos. Pero mi timidez, mi temor, mi miedo, mi angustia, me lo impedían. Y así transcurría mi vida (si a eso se le puede llamar vida).
Son las 8:15 hrs., Debo ir al supermercado a comprar pan y otros alimentos para el desayuno. Salgo de mi casa caminando con el rostro inclinado, mirando hacia abajo, como tratando de encontrar algún objeto extraviado.
Siento temor, pero más que nada lo que siento es vergüenza.
Siento que todos en la calle me observan, con aversión, quizás.
Al pasar cerca de dos personas que vienen en sentido contrario siento que algo comentan en voz baja, como para que yo no los escuche (probablemente se estén burlando de mi aspecto físico). Pareciera que han descubierto mi deformidad física, mi cuerpo anormal, asimétrico, mis manos con la forma de patas de un ave de rapiña. Intento pasar inadvertido por el lado de la pareja de personas. Cuando paso cerca de ellos tiembla mi cuerpo entero, siento deseos de hundirme en el pavimento y desaparecer para siempre.

Entro al supermercado sin mirar a nadie y procedo a realizar las compras.
Una vez realizadas las compras viene la tarea más difícil, pasar por caja y cancelar. Allí espero en una corta fila (habían dos o tres personas que me antecedían).
A medida que me acerco a la caja comienzo a temblar, tiembla todo mi cuerpo y en especial mis piernas y manos. Siento en mi pecho un fuerte latido (aparentemente son los latidos de mi corazón). Los latidos que siento son tan fuertes que me preocupa que los escuchen las personas que están a mi alrededor. Siento que todos están observándome, más tiemblo. La cajera pasa las mercaderías por su máquina registradora. Son 3500 pesos, me dice. Extraigo el dinero de mi bolsillo y al pasárselo mis manos tiemblan con violencia, transpiro. Lo único que deseo en eses momento es recibir mi vuelto, tomar mis cosas y largarme. Cuando comienzo a caminar hacia la salida del supermercado siento que todos me observan; los funcionarios del supermercado como también los clientes. Incluso sin mirar hacia atrás siento que todos me observan con extrañeza y a la vez con lástima o tal vez con asco.
Por fin ya fuera del supermercado me siento más recuperado, pero me viene un fuerte dolor de cabeza, al llegar a mi casa vuelvo a tomar dos comprimidos para combatir la jaqueca.

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