Reflexiones de antaño

El dia en que mi vida fue un sueño, pensé que era eso precisamente: solo un sueño. Una alegría ilusoria de la que alguien había de despertarme en el momento menos esperado, en el cénit de mi vida, cuando no había razón por la que pensar en un futuro vacío que acechaba al final de cualquier esquina. La calle sentía ligero mi paso bajo la lluvia, los pájaros alzaban el vuelo a modo de saludo; y la cosa más importante, aquella pequeña hendidura de mi inocencia, aquel salto por encima de una vida aburrida me esperaba, callada.
Y yo era feliz. Y entonces alguien me tocó en el hombro sin haberlo querido y me despertó. Miraba a mi alrededor y no comprendía nada, ¿qué era todo aquello? Alguien a mi lado lloraba y me pedía perdón.
Entonces lloraba yo, por quería entrar otra vez en mi sueño y desaparecer. Y me acostaba, intentado dormitar, pero entonces solo veía lágrimas y un techo blanco. Una habitación vacía, una mirada ausente.
Luego renuncié a seguir soñando a la nada, a amar a los recuerdos como si fueran mi más íntimo tesoro.
El despertar ha sido duro, pero, ¿que nos queda? Poco a poco lo noto. Todo a mi alrededor se hará de ensueño tan solo con creer.
Y ésta vez nadie podrá arrebartermelo. Aún no

2 comentarios sobre “Reflexiones de antaño”

Deja una respuesta