El chico caminaba por la vereda, a paso lento. Un hombre, ya algo viejo, lo detuvo. Sacó un pequeño paquete poniéndolo en la mano del chico. – Entrega esto allá – señalo una vieja puerta de un edificio también viejo en la vereda de enfrente. El chico tomó el paquete y miró al viejo con una expresión algo asustada. El viejo le devolvió una fría mirada. El chico cruzó la calle y abrió la puerta que rechinó fuertemente. Al abrirla se sorprendió al ver a un sujeto tirado, apoyado en una pared no muy alejada de él. Antes de que pudiera decir nada, el tipo lo apunto con un arma de fuego, y el chico no pudo más que hacer un movimiento por reflejo y cubrirse la cara. Pasaron varios minutos, pero nada pasó. El chico abrió los ojos y se descubrió la cara. Debió haber estado imaginando cosas, porque solo vio una interminable llanura con un largo sendero que daba a una brillante puerta blanca e inmensa.
Un comentario sobre “Relato de un instante”
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Interesante instante en el que todo pudo haber sido posible. La interminable llanura del sendero de nuestras vidas con la puerta blanca e ine¡mensa que tan bien reflejas podría ser la respuesta que demos a nuestros proncipios y los objetivos que nos tracemos al imaginarlos… Un abrazo.