Sagitario (Novela del Oeste) -3-

En el “Morange Club” de Kent Gable, “La Chica” se encontraba más arrebatadora y atractiva que nunca pero lo que estaba dejando a todos con la boca abierta era la gran racha de aciertos que estaba obteniendo en el juego de la ruleta.

– ¡Estás teniendo mucha suerte esta noche, “Chica”!
– Ya lo sé, Kent. Esta noche las estrellas me acompañan.
– ¡Pero es que es ya demasiada suerte, “Chica”!
– Pero si sólo acabo de comenzar, Kent.
– ¿Es que piensas seguir jugando?

Cisco King, que se encontraba sentado a la derecha de “La Chica” comenzó con sus famosas ironías.

– ¿Alguno de los caballeros o alguna de las damas aquí presentes tienen algún inconveniente y desean presentar una moción de censura?

Todos miraron la mirada tranquila de Cisco King pero sabían que sus pistolas tenían muy bien ganada su fama…

– Cisco… no creo que llegue a tanto el asunto…
– Escucha Kent. ¿No crees que por su simple presencia entre todos nosotros “La Chica” se merece un premio muy especial?
– No estoy hablando de premios sino de excesiva buena suerte.
– ¿Y qué clase de suerte crees tú que tienen los que dejan de hablar para siempre?

“La Chica” sonrió nuevamente a Cisco Kid antes de dirigirse a él…

– No te preocupes por mí, Cisco. Voy a hacer mi última apuesta.
– No tienes por qué tener miedo “Chica”. Existen pistolas para mejorar la suerte y hacer que el silencio de alguno sea su confirmación.
– No. De verdad que no es necesario que las uses, Cisco…
– ¡Ya han escuchado a “La Chica”, damas y caballeros, así que ahora se impone la ley de la necesidad de guardarse los pensamientos en los bolsillos y de saber qué clase de suerte tiene ella que no tienen las demás!
– ¿De verdad es la última apuesta que vas a hacer?
– Veo que no has escuchado bien, Kent Gable. Ella ha dicho que sí.
– No quiero problemas, Cisco.
– No busques ocasiones, Kent.

“La Chica” cortó la tensión entre los dos hombres.

– ¡Apuesto todas mis ganancias a un sólo número! ¿A qué número debo apostar según tu criterio, Cisco King?
– ¡Al 18! ¡Apuesta al 18!

“La Chica” colocó todas sus fichas en el número 18 ante la leve sonrisa de Kent Gable…

– ¡Espero, Kent, que por el bien de tu negocio salga el 18!
– ¡Eso es una amenaza, Cisco!
– Depende solamente de si se es una amenaza o solamente un buen consejo.

Kent Gable descubrió que Cisco King hablaba en serio y que el número 18 tenía que ser aquel en el que la pequeña bolita se detuviese…

– ¡Esto no es justo, Cisco King!
– ¿Y quién te ha dicho que lo tenga que ser?
– Espero que sea su última jugada.
– Pues entonces espero que salga el número 18.
– No te enfrentes a nadie por mi culpa, Cisco, no merece la pena…
– ¿No merece la pena defender los derechos de la mujer más bonita y atractiva de todo el Oeste? Si eso no merece la pena dejo de ser un hombre.
– ¡No se hable más y hagan sus apuestas!
– ¡Bien hablado 666 “Diablo” o como quiera el Demonio que te llames!
– Perdona Cisco… pero yo sólo soy un crupier…
– Y yo sólo soy uno que no sabe hablar tan bien como tú pero cuando hablo se incendian los alrededores porque has de saber que una cosa es hablar bien como haces tú y otra cosa es hablar lo justo como hago yo. ¿Crees o no crees que es justo que salga el 18?
– Te repito que no me defiendas tanto, Cisco…
– Escucha, preciosa. No me he ganado la fama de la nada.

Los demás y las demás apostaron temiendo lo peor. Nadie colocó ninguna ficha sobre el número 18 salvo “La Chica” que puso todas las que tenía ya ganadas. Y la ruleta comenzó a girar…

– ¡Reza a San Cono, protector de los jugadores, para que salga el número 18, “Diablo” 666!

Efectivamente, como todos ya suponían con el alma encogida por el miedo a las pistolas de Cisco King, salió el 18.

– ¡¡El 18!! ¡¡Ha salido el 18!! -gritó el crupier.
– Gracias, Cisco… y ahora quiero que me den todo el dinero que he ganado, señor Gable…
– ¿Abandonas la mesa, “Chica”?
– Cuando me hayan dado todo el dinero que he ganado esta maravillosa noche, señor Gable.
– Está bien. Pasa por Caja con todas tus fichas y tendrás lo que has ganado… pero considero que tienes demasiada suerte…
– Yo considero que la suerte es para quien la busca…
– Cisco… no quiero broncas contigo…

“La Chica” recogió todas sus fichas y comenzó a contar lo que había ganado.

– Ha habido suerte, preciosa…
– Gracias, Cisco, te debo una…
– Entonces… ¿me permites que te invite a una copa en el bar?
– ¿Por qué no? ¿Hay alguna censura para que no pueda tomar una copa contigo?
– Espera un momento para saberlo, “Chica”.

Cisco King volvió a levantar el tono de su voz.

– ¿Algún caballero o alguna dama aquí presente desea presentar una moción de censura para que yo no invite a la mayor belleza del Oeste a una copa de fin de fiesta?
– Cisco… no quiero peleas en mi Casino…
– Está bien. Veo que nadie presenta ni tan siquiera alguna enmienda al texto y, como está escrito en las estrellas, espero que nadie intente ponerse a nuestro lado cuando “La Chica” y yo estemos hablando de asuntos que sólo a ella y a mí nos interesan. ¿De acuerdo, Benicio Salián?

Benicio Salián comenzó a temblar…

– ¿Qué quieres decir con eso? ¿Me estás acusando de chismoso?
– Por no decir que te estoy acusando de alcahuete.
– ¡Cisco! ¡Si quieres tomar una copa conmigo deja de provocar a los demás!
– ¡Perfecto, “Chica”! Solamente era para alejar a los moscardones…
– Entonce espérame en el bar en la mesa que tú elijas. Voy a recoger mi dinero y en breves minutos estoy contigo.

Cisco King se levantó de la silla, ayudó caballerosamente a que “La Chica” se levantara de la suya y, dirigiéndola un guiño con su ojo izquierdo, la vio dirigirse hacia la Caja mientra él se acercó al bar del “Morange Club” y eligió la mesa más conveniente según sus cálculos de probabilidades para no ser escuchados por nadie. Dos minutos más tarde apareció ella, con su bolso repleto de billetes, y se sentó frente a él.

– Hoy es tu día de suerte, “Chica”.
– Gracias por tu ayuda, Cisco.
– Lo digo porque, si no tienes ninguna objeción, no sólo te invito a una copa sino que espero que, antes de ella, quieras cenar conmigo.
– ¿Qué sentido tiene que me invites a una cena completa?
– Para Cisco King, que soy yo, las cosas que hago no tienen por qué tener sentido… basta solamente con que las haga por gusto… y tú te mereces todos los gustos del mundo…
– Gracias otra vez, Cisco. Acepto porque veo que esta noche tienes muchas ganas de hablar.
– Eso depende…
– ¿De qué depende, Cisco King?
– De si me da mucha vergüenza hablar contigo o de si, superando la vergüenza, encuentro las palabras más adecuadas…
– No estudiaste en ningún colegio… ¿me equivoco?…
– No estudié en ningún colegio y siempre fui un niño de la calle… un niño asustado que tuvo que aprender a defenderse por sí mismo para no morir en el intento…
– ¿No tienes familia?
– ¿Familia? ¿Qué es la familia?
– Padre, madre, hermanos, abuelos, tíos, primos, sobrinos… etcétera…
– Me quedo solamente con el etcétera, preciosa.
– ¿Los amigos?
– Eso es, “Chica”. ¡Eres muy ágil en cuanto a los reflejos mentales!

La conversación fue cortada, de improvisto, cuando llegó el mesero.

– ¿Que van a cenar los señores?
– No estamos casados… por lo menos todavía…
– ¡Jajajajaja! Cisco no me hagas reír.
– Pero… ¿llevo o no llevo razón?…
– Llevas toda la razón del mundo del Oeste. No estamos casados… por lo menos todavía…
– Así que sírvanos el plato especial de la Casa.
– ¿Pato a la naranja? ¿Desean pato a la naranja?
– Sí. Y da lo mismo que sea a la naranja o sea a la mandarina pero que sea pato, por favor.
– ¡Jajajajaja! Eres muy simpático, Cisco King.
– ¿Quieres cenar algo más?
– Nada más. Cenar a tu lado es muy peligroso.
– Entonces sírvanos el pato a la naranja y una botella de champán.

El mesero se marchó a cumplir con los deseos de Cisco Kid.

– ¿Quién te ha dicho que cenar a mi lado es muy peligroso?
– Porque todos los líderes de pandillas juveniles lo son para siempre. Y tú fuiste uno de ellos. ¿Rebelde con causa tal vez?
– Eso es, “Chica”. Rebelde con causa tal vez sí o tal vez no.
– ¿Quién te hizo tanto daño, Cisco?
– Se llamaba Marilyn Monreale Bardot. Era hija de emigrantes. De padre italiano y de madre francesa.
– ¿Y no la has olvidado todavía?
– Todo lo contrario. Chicas como tú me hacen olvidarla siempre y para siempre.
– Gracias, Cisco…
– Decir la verdad no se merece que nos den las gracias. Sólo se dan las gracias cuando decimos mentiras piadosas. Y en esta ocasión he dicho una gran verdad. Las mentiras piadosas las dejo para otras ocasiones… por ejemplo cuando alguien va a morir…

“La Chica” observó una especie de luz en los ojos de Cisco King.

– No hablemos de la muerte ahora, Cisco.
– Perdona. La muerte es algo que no se encuentra esta noche en el menú.
– ¿Mataste a alguien sin causa justificada? Lo digo porque debe ser una vida muy dura la que has tenido que soportar.
– Maté siempre por causas justificadas.
– ¿Y eso quién lo decide, Cisco?
– La ley de la supervivencia. He tenido siempre que sobrevivir. En este rudo mundo del Oeste eso es lo que hay.
– ¿Y no has pensado nunca en formar un hogar y dejar las pistolas para siempre?
– ¿Formar un hogar con alguien a quien no amas?
– Entiendo. No has encontrado todavía a la mujer de tus sueños.

El mesonero regresó con la cena y se retiró nuevamente.

– Escucha, bombón. No es fácil encontrar a alguien como tú.
– ¿Y qué sabes tú de chicas como yo?
– Una cosa fundamental…
– ¿Una cosa findamental? ¿Qué cosa puede ser esa?
– Que las chicas como tú sólo son ángeles del Cielo que han decidido venir a la Tierra para vivir entre los hombres.
– Dejemos eso aparte, Cisco. Gracias por tus piropos pero no soy como tú crees que soy.
– ¿No eres una mujer libre?
– Tengo mi propia desilusión también.
– ¿Te faltó la familia?
– No. Tengo una familia demasiado extensa. Y ese es mi problema.
– No lo entiendo. Yo daría todo el dinero que he ganado en el mundo por tener una familia demasiado extensa.
– Una pregunta, Cisco… ¿cómo consigues el dinero?…
– ¿Sabes lo que es ser un caza recompensas?
– Capturar vivos o muertos a los que persigue la Ley.
– Esa es mi principal manera de no perder el tiempo.
– ¿Y no te da miedo morir en una de esas persecuciones?
– Dijiste que no hablásemos para nada de la muerte pero puedo decirte que tengo tanto miedo como cualquier otro ser humano.
– ¿Has pensado alguna vez qué hay más allá del estado de Kansas?
– Pienso poco, “Chica”, pienso muy poco pero actúo mucho.
– Actúas demasiado, Cisco.
– ¿Pero lo hago bien o lo hago mal?
– ¿Te sirve de algo mi opinión?
– Al menos me sirve de consuelo.
– Pues si te sirve de consuelo te voy a ser sincera.
– Nada de mentiras piadosas, “Chica”.
– Lo haces demasiado bien para mi gusto.
– ¿No te gustan los hombres perfectos?
– Lo que no me gustan son los pistoleros perfectos. En cuanto a los hombres tengo mi propia manera de medirlos.
– ¿Cuál es esa manera?
– Los interesantes y los que no son interesantes.
– ¿Quieres decir los que tienen mucho dinero y los que no tienen mucho dinero? Perdona si te molesta esta pregunta pero hemos dicho que no a las mentiras piadosas.
– Pues esta vez te equivocas del todo, Cisco King. Me refiero a los hombres que tienen misterios que desentrañar tengan o no tengan dinero.
– ¿A esos que pasan por la vida sin que nadie se de cuenta de ello?
– A esos me estoy refiriendo.
– Entonces yo…
– Lo siento, Cisco, pero dijiste que no a las mentiras piadosas. Y ahora, si no te importa, quiero irme al Hotel porque ya estoy muy cansada.
– ¿Y la copa que tenemos pendiente?
– La copa que tenemos pendiente no es posible, Cisco…
– ¿Alguna razón que no sean los prejuicios sociales?
– No tengo prejuicios sociales y menos con hombres verdaderos como tú… pero… ¿te puedo decir una gran verdad?…
– Dímela, por favor.
– No me gustan los hombres que hacen demasiado ruido.
– ¿Te refieres a mi forma de comer?
– Me refiero a tu forma de existir. Lo siento, Cisco. Tienes multitud de admiradoras y no te faltará nunca ninguna a quien invitar a una copa.

Y “La Chica” abandonó el Casino en dirección al Hotel mientras Cisco Kid se quedó pensando…

– Lo que ya no se puede ser no tiene por qué ser un paradigma de tristeza sino una ocasión propicia de estar contento con lo que se es. Y brindar por la vida aunque sea caminando ya por los bordes del camino.

Él mismo brindó por sí mismo bebiéndose las dos copas de champán.

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