Todo lo que yo he vivido…

Todo lo que yo he vivido es nada comparado con lo que tengo todavía que vivir. La Eternidad siempre se viste de Tiempo. Una certidumbre única e irrepetible es esta de permanecer infinitamente dentro de las horas de todos los relojes. Además, más allá de las fronteras, existe un horizonte universal. Sí. Son las estrellas de las noches vividas y por vivir. Vívidas. Completamente vívidas y presentes, tal como éramos en aquel pasado pluscuamperfecto. A veces la conjugación de los verbos es una expresividad que nos acerca a las costas de los sueños en vez de enterrarnos en el fondo del mar. No hace falta ser Ulises para poder ser eterno. Si Alfonsina Storni lo hubiese comprendido a tiempo, no habría tomado la fatal decisión de sumergirse viva hasta que el agua le cubrió todas sus esperanzas y quedó convertida en esqueleto submarino. En mi memoria pongo algo más que mis recuerdos. En mi memoria pongo la vida.

Existen caballeros que poetizan profetizando cenizas. Eso es lo que sucedió con José Manuel Caballero Bonald. Pero yo no soy igual. La única ceniza que conozco es la de mis cigarrillos encendidos que chisporretean bajo la Luna. Yo siempre soy yo rompiendo esquemas moribundos. Quizás es que Caballero Bonald no tuvo más compañía que un vaso de alcohol sobre una barra. Pero las únicas barras que yo he conocido eran por ver que había detrás de ellas; en esa oscuridad a la que nunca tuve miedo y que flota en la mente de los agnósticos. ¿Sabéis lo que había detrás de aquellas barras?. Sólo la desesperación de los que no creían en nada. Sólo algún periodista, que no era yo precisamente, agonizando en medio de sus frustraciones profesionales. Menos mal que no le hice caso y seguí viviendo.

Y yo, ahora, escribiendo en el teclado de las letras que componen el alfabeto español, estoy ya preparado para reflexionar lo suficiente como para deciros: “Un nuevo día es siempre un milagro”. Y no me cansaré nunca de expresar esta Verdad. Aquí estoy, otra vez luchando con los arpegios musicales de las horas, para componer mi propia canción de la vida; como si de 60 toros bravíos fuesen los 60 minutos de esta hora. ¿Y que son 60 toros bravíos dentro de la esfera de un reloj cuando os hablo precisamente de la Eternidad?.. Absolutamente nada.

Las largas historias que hablan solamente de conjeturas, como sucedía con José Manuel Caballero Bonald, no me interesan a mí. Mis historias sólo son producto de una esperanza tan certera que se ha convertido en realidad.

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