Todos somos mayorcitos

Con los años se puede ir cambiando de forma de pensar, de actitud, de gustos. Se puede cambiar mucho en cuestiones que afecten al pensamiento de la persona, aún cuando su esencia siga siendo la misma. En las relaciones con los demás se puede variar de ser frío y distante a cálido y amable o viceversa. Es como si te situaras frente a una exposición de obras de arte, con un criterio ya totalmente formado, y fueras capaz de dar una simple ojeada para decidir sobre la marcha con qué te quedarías y que descartarías.

Pero hay aspectos de la personalidad que uno comprende que no han cambiado con el paso del tiempo, y una de esas cosas es el no ser amigo de discusiones baldías (baldías porque no llevan a ninguna parte) sobre los grandes temas. Entiendo por grandes temas lo que todo el mundo. No me estoy refiriendo ni al fútbol, ni al basket, ni a la moda, ni a las diversiones de todo tipo, ni siquiera al arte clásico o moderno. Me refiero a las cosas de gran trascendencia, tanto para la vida espiritual como ciudadana en general.

Afortunadamente, considero que en un aspecto no he cambiado de forma de pensar respecto a mi primera juventud. Entonces ya, aunque ahora me parezca que no demasiado bien sustentado porque no era buen crítico de mí misma, tenía mi propio criterio y por él me guiaba. Nunca he pretendido convencer a nadie de mis ideas y me he rebelado contra la pretensión de quien ha querido cambiar las mías. Las discusiones en que se empeñan muchas personas me parecen una pérdida de tiempo y ganas de enfrentamiento. Parece que en nuestro carácter hay algún gen que conlleva un atavismo de discusión, y ya sabemos lo que quiere decir esa palabra en nuestro idioma: al contrario que en inglés, en castellano la palabra discusión implica un acaloramiento que puede llevar a cometer hasta alguna barbaridad si no se ataja a tiempo.

Uno no siempre actúa de acuerdo con lo que sus creencias le dictan, es fácil caer en las trampas que el ego nos tiende, pero aún en ese caso debemos felicitarnos por ser auténticos. El arrepentimiento puede venir después, cuando el mal ya está hecho, pero el simple hecho de reconocerlo ya es un paso importante hacia adelante. Somos mayorcitos, pero también humanos.

9 comentarios sobre “Todos somos mayorcitos”

  1. Yo como tu no he cambiado en mi interior, he madurado y ahora veo las cosas con otra perpestiva, pero lo importante es que no se muera la esencia, veo demasiada gente de nuestra edad que parece que nunca han sido jovenes, solo les importan los vienes materiales y la apariencia y eso es algo que nunca ira conmigo, un beso amiga carmen.

  2. Supongo que hay que detener esto, a decir verdad
    pienso de manera muy parecida a tus anteriores opiniones,
    pero como dije, sin alguien que lleve la contraria
    no podríamos descubrir el porque de nuestros pensamientos
    a sido satisfactorio entablar esta clase de charla contigo
    y espero futuros cambios de opinión, por ahora sigue escribiendo
    te espero alguna vez en mi ventana de literatura muy cerca de la tuya,
    hasta entonces Carlota.

  3. Ahí estaré, Christian, no lo dudes.
    Gracias por todos tus mensajes, no imaginé que iba a haber controversia, pero está bien que la haya siempre con el respeto por delante.
    Muchos saludos.

  4. Al contrario de los dos anteriores comentantes
    pienso que debemos inmiscuirnos siempre en polemicas
    y creo tambien que las polemicas baldias pueden llevar
    a grandes cosas, no puedes hablar de temas importantes
    sin antes haber mencionado lo simple, las conversaciones
    deber ir en aumento intelectual filosofico y bocal
    Una conversacion se produce cuando una persona
    (aunque Opine igual) lleve la contraria.

  5. Buen uso del lenguaje Carlota.
    Solo quiero hacerte una pregunta:
    ¿Acaso crees que tan profunda observación sería posible
    si no hubieses aprendido de conversaciones vanas? esas te han forjado un carácter distinto y una forma de opinar distinta, tu eres el resultado de platicas mediocres que cuando hubo que desechar lo hiciste, porque todos recorremos senderos pobres, antes de merecer el privilegio de recorrer las sendas del conocimiento y la verdad
    !Bien hecho!

  6. Gracias por tu nuevo comentario.

    Creo que más que a conversaciones mediocres, lo que me ha enseñado a pensar (si es que sé algo, que puede ser una pretensión mía) ha sido la lectura de tantos y tantos libros. Y luego también las experiencias de la vida. Las discusiones a las que me refería en mi anterior comentario han sido un mero “divertimento”.

    Saludos, Christian.

  7. Gracias por comentar, tu opinión es muy respetable.
    Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, baldío (masculino, singular) en su tercera acepción especifica: “Vano, sin motivo ni fundamento.”
    Para mí, que he disfrutado mucho discutiendo sobre cosas que se apartan totalmente de los temas trascendentales, aunque hayan podido ser baldías, no tiene sentido discutir verdades que pueden ser inmutables únicamente de forma subjetiva, indemostrable, para cada una de las personas que discuten.
    Si alguien quiere meterse en esos jardines, allá cada cual.
    Te repito las gracias, un saludo.

  8. Yo también decidí en algún momento de mi vida que no trataría de convencer a nadie de mis ideas, al menos de mis propias verdades subjetivas. Fue quizá hace poco, aunque soy un pequeñín al menos por estos lares.
    Yo creo que algo se puede aprender de las conversaciones baldías: ver a dos personas discutiendo sobre moral, por ejemplo -que son esos grandes juicios de valor que la mayoría toma por juicios a priori- te enseña a ver el absurdo de esas mismas discusiones.
    Me agradó leerte un ratillo. Un saludo, Carlota.

  9. Y de humanos es el equivocarse y darnos cuenta del error.
    Como tú dices, somos mayorcitos y no deberíamos entrar en polémicas que no llevan a nada, cada cual que se coma su pastel y no quiera dar a los demás si no tienen hambre.
    Un abrazo amiga Carlota.

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