Triste Realidad

Ella tiene 7 años, y hoy la tengo delante de mi, yo no estoy segura de que sucede, pero se, que nada bueno voy a escuchar de esa tierna criaturita que en mi vida se cruzo sin mas… ella ya no juega, no come, no ríe…
Así que decido preguntar, y tras varias horas de cuestiones, que no hayan una respuesta final, ella se hecha a llorar…
Dice que lleva 2 años suplicándole a mamá, que no la deje con su padre, porque lo pasa mal… pero ella como siempre, sin tiempo y malhumorada, la coge por los brazos, grita un par de veces y la vuelve a dejar, en compañía de su padre, que una vez mas le hace jugar a la casita, convirtiendo a ella en mamá….
Yo la tomo entre mis brazos, la consuelo y le repito que todo se va a solucionar…

Hoy su mounstro esta en la cárcel, y su madre, cargara toda su vida con el daño causado por no haberse dado tiempo de escuchar. La justicia esta dada dicen……sin embargo quien le devolverá a esa niña su inocencia?

Cuando es que dejamos de ser el animal racional perfecto para convertirnos simplemente en animales??

2 comentarios sobre “Triste Realidad”

  1. Hay padres y madres que no merecen llamarse así.
    Para un hijo siempre hay tiempo por mucho trabajo que uno tenga. Se me parte el alma saber lo que esa niña ha sufrido y la marca que llevará todo su vida.

    Gracias por compartir la historia.
    Un abrazo

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Triste realidad

El despertador te anuncia
con toda su intensidad,
son las seis de la mañana
y hay que ir a trabajar.

Atrás quedaron los sueños,
te tienes que levantar,
ya no llegarás a casa
hasta la noche quizá.

Un comentario sobre “Triste realidad”

  1. ¡Magnífico! Usas una rima simple pero bastante acertada en este canto en contra el capitalismo que nos hace ser máquinas en vez de lo que realmente somos: personas. El despertador, el jefe, la campana: todos funcionan como parte de un engranaje artificial en el que nos vemos involucrados sin darnos cuenta.
    Quizá debamos ser humanos y después trabajadores. Quizá valga la pena dedicar tiempos a nuestros seres queridos, apagar la tele y la gameboy (más engranajes) y sentarnos, y entender lo afortunados que somos por lo que nos rodea. ¡Me gustó mucho! Un saludo

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