Títeres

Paulo estudiaba teatro; si es que a hacer teatro se le puede llamar directamente estudiar o leer libros, bueno, de cuando en cuando el profe les enviaba a ojear textos de Moliere, García Lorca y el infaltable Stanislavski. Todo el pasar de las escenas diarias le daban idea de una puesta en escena con luces y tramoyas y tal. A este sujeto le impactaban las cosas sencillitas de la vida como el vuelo de un ave, su trinar, el camino recorrido por un insecto o un poco de azúcar derramada sobre la mesa.

Estaba distraido y sin embargo quería insertarse en la sociedad con su locura aunque era muy complejo que lo hiciera ya que el último escrito que sopesará en su corazón hablaba precisamente de ser el hombre más desnudo de los hombres lamentablemente y siempre tapándole algo, La Society, Reality, Royalty, un calzoncillo o peor aún, un boxer, un buzo de moda, unos lentes de sol de la mejor marca.

De ese modo sueña y escribe mientras sueña, ya que su alma de artista lo abarca todo y en todo momento; su subconciente procesa profundas frases mejores que cualquier cuento difundido por la red. Ese trabajo mental le importa a él y nada más que a él; poco le importa llamar la atención de unos miles o cientos de miles espectadores o confidentes de sus más adentrados pensamientos, si en su cuaderno tácito e implícito, las neuronas acumularían polvo y hasta los bichos del polvo que han tenido su momento máximo de auge en la actualidad.

Piensa, medita y calla, da igual que alguien pensara que es muy callado y hasta muy tonto o que alguno más tendría la percepción de que es un genio; se sepa su pensar o no, le importa un pepinillo cortado en cuadros. Lo critiquen o halaguen, eloguien o envíen a la palestra; que más le da…

En todo caso él mismo se exhibiría, se presente el el graderío de su propio teatrino, una persona, dos o con un salón lleno de muñecos muertos o vivos en sus cuerpos.

Trascendentalmente se preguntaba sobre las cosas que sembrarían posteridad; tan generales y tan íntimas a la vez… Influenciable? Lo sería al cien por mil o no lo sería en absoluto; dadas las circunstancias pensaba que el que cambia de pensar sería falto de personalidad o contaría con una de carácter maleable como el oro al fuego o como un trozo de plastilina; y, en eso radicaba su ambivalencia, sería tan valorable como un lingote o tan insignificante como un dedo de goma.

Y en la imaginibilidad de su vida real, un día en el que tropezará en la línea del metro con una chica que le moviera sus más bajos instintos, concluía que preferiría enfermar de rendición o de un prejuicio sostenido de la nada para parecer un loco, uno convencido y que se pueda tener la idea de que es coherente; esa posición, no sólo que la escogía sino que delineaba en su cabeza los parámetros con los que iría dándose a esos nuevos pensamientos que lo harían muy de esa corriente; siempre y cuando ese maestro que le lavaría el cerebro fuera, un maestro del amor, del derroche, de la locura, de la estupidez humana, de la duda, de la nada… De la nada.

Por eso decide dejarse de ella de la loca teatrera que con sus medias de seda y sus vestimentas acromáticas haría de la simple realidad, una compleja aunque fuera en el acto imaginario de vivir una situación no dada.

Un comentario sobre “Títeres”

  1. Contiene mucha filosofía vital tu cuento, Juanjo. Esa filosofía vital que define a los seres humanos que existen en el interior de quienes no quieren saber si son elogiados o no son elogiados. El personaje de tu cuento es único e irrepetible y por eso es persona. ¿Qué puede preocuparle a un ser humano que siempre es persona lo que opinen de su personalidad las gentes? Vivir una situación no dada (que es como termina tu cuento) es precisamente vivir la aventura de adentrarse en uno mismo para terminar siendo uno mismo. No es una paradoja. Es huir de las gentes para encontrar el milagro buscado. Podemos seguir filosofando sobre tu texto. Después de unas cuantas horas, para seguir meditando sobre lo que es ser persona que se ocupa de vivir sus milagros, exploraré más en su interior. Un abrazo amistoso, Juanjo.

Deja una respuesta