Alguien preguntó si tus ojos eran de verdad.
Si realmente veían la realidad, o si veían, en todo caso, lo oculto.
Pero tus ojos nada ven. Ni lo verdadero que se manifiesta, ni lo oculto que se insinúa.
Porque tus ojos son de mentira.
Son meros espejos, que nada captan.
Tus ojos son trozos de hielo, que ni siquiera se derriten cuando alguien intenta darte amor.
Tus ojos son dados que ruedan a tu suerte.
Son pequeñas escalas de misterio.
Son puertas cerradas. Trancadas con viejas llaves y múltiples candados.
Tus ojos, acromáticos, deformes, escapan continuamente al vértigo de la luz.
Le escapan a todo, temiendo ser penetrados por alguna luz escarlata que pase por allí.
Temiendo ser absorbidos por el calor mundano, o por la febril pasión irrealista.
Pero quizá, no sean tus ojos los únicos culpables, sino tu mismo.
Quizá algún arrebato inesperado de locura sin tiempo, te haga, por fin, abrirlos.
Porque tus ojos son de mentira.
Pobres ojos. Pero los abrirá, y ya sólo el sueño los hará cerrar. Un beso. Alaia