Vivimos demasiadas entelequias. Esta vida que nos ha tocado conocer desde los tiempos más remotos de la Humanidad está llena de entelequias, rebosada de entelequias, rodeada de entelequias por todas partes menos por una llamada Ilusión. ¿Son las entelequias unas simples ilusiones que nos hacen creer que somos libres? Libertad. Hermosa entelequia compuesta de ingredientes que, al final de todos nuestros caminos, se desvanecen en un conjunto global llamado decepción.
¿Por qué nos decepciona la Libertad? ¿No será que la mayor entelequia en la que nos han hecho creer es precisamente la Libertad? Miramos a nuestro interior y nos vemos como incompletos, como faltos de algo esencial que necesitamos para autoconvencernos de que podemos ser algo más. ¿Qué es lo que nos sucede a los seres humanos para sentirnos siempre como incompletos; como ausentes, a veces, de esta pertenencia al conjunto total de nuestras aspiraciones? Algunos lo llaman Libertad. Es por eso por lo que no podemos entender la gran verdad de nuestras existencias.
Luchamos por autoconvencernos. Siempre estamos luchando por autoconvencernos. De vez en cuando, alguien lanza un grito desesperado desde el rincón donde se encuentra. ¿Y el eco? ¿Qué sucede con el eco de ese grito que a todos nos produce dolor en el corazón? Entonces nos miramos en el espejo de la sociedad y comenzamos todos a gritar con una desesperación llamada ausencia. ¿Qué nos queda a los seres humanos cuando descubrimos que gritamos porque alguien nos transmite el eco de su ausencia? ¿Y si fuera cierto que la Libertad es una entelequia que nos han impuesto los que dirigen esos hilos invisibles de lo intangible que, a la hora de la gran verdad, nos hace pensar que son ellos quienes quieren que seamos silencio?
El grito. Es el grito de la Libertad el que se nos hunde en el marasmo de las consignas. ¿Quiénes propugnan las consignas de la Libertad? ¿Quiénes nos han introducido en el grito de la desesperación? Volvemos a mirar a nuestro interior y, de repente, nos sentimos otra vez incompletos. ¿Qué es en realidad la Libertad? ¿Podemos gritar cuando ya no nos queda otra ilusión salvo la lucha para subsistir en un mundo dirigido por los que nos aplican la terapia de las entelequias? ¿Cuál fue el momento histórico en que nos dijeron que la Libertad la podíamos obtener por el simple hecho de ser seres humanos y humanas inmersos en la existencia de nuestras ilusiones?
La propuesta no es un conjunto de ilusiones que se disuelven en los gritos de la desesperación. La propuesta es poder rellenar nuestras ausencias (sinónimos del convivir como personas) con algo que, en verdad, sea tangible. Y entonces nos damos cuenta de que la Libertad es una entelequia. Y nos liberamos. Encontramos las verdaderas dimensiones de nuestra personalidad propia y nos liberamos de la Libertad. Esa es la respuesta.
“No es valiente el que no tiene miedo, sino el que sabe conquistarlo” (Nelson Mandela)
Conquistar el miedo consiste en ser persona en plena fase de su creación.