Una mañana en el café

Otra mañana, otro café matutino. Siempre era el mismo local, siempre la misma camarera, siempre el mismo amigo.
Nunca monotonía, al contrario, lo único que la rompía.
Desde hace ya cinco años que vengo a este café con mi amigo de la infancia. El porqué es algo muy raro. Siempre pasa algo interesante en este café.
Siempre amanezco preguntando: ¿Que pasará hoy en el café?, y siempre me respondo: Descúbrelo.
– ¿Que piensas tanto? – Preguntó mi amigo, jugueteando con la cuchara, mientras llegaba la orden.

– En nada. – Respondí con una sonrisa.
– ¿Nada?, ¿Cómo nada, si pensar en nada es algo?
– Ya empezó otra vez… – Afirmé con cierta frustración…

Ya comenzó con su blablá filosófico… Siempre era igual. Todos los días lo mismo. Si bien decía cosas muy inteligentes, daba miedo decir algo, pues el lo sabía mil veces mejor.
– ¡Oye! – Exclamó tocando mi brazo.
– ¿Qué? No estaba oyendo… – Respondí algo sorprendido por su torpeza.
– Observa… – Señaló a una mujer.
– ¿La mujer?
– Dije observa, no mira… – Volvió a repetir apuntándola mas disimuladamente.

La miré… Bueno, observé…
Se sentó en una mesa. Parecía venir sola. Llevaba un traje casual, con una blusa algo reservada color tierra, y una falda larga del mismo color. Zapatos de tacón, y poco maquillaje. Tenía la piel pálida y unos preciosos ojos marrones, al igual que su rizado cabello.
– ¡Que hermosa! – Exclamé – ¿La conoces?
– No… – Respondió riendo – Me pareció que te atraería.
– ¿Que te tiene tan seguro?
– Siempre pasa. Una mujer bella llega al café y tu terminas semi-enamorado de ella.
– ¿Siempre?. no siempre. Tal vez un par de veces…
– No. Es Siempre. Todas las mañanas.

Volvió a sonreír. Odio cuando tiene razón, pero, ¿que puedo hacer? Estoy soltero y soy muy enamoradizo…
Llegó la camarera, la cual también me atrajo alguna vez, con las órdenes. El café negro y dulce para mí, y el café con leche para él.
Mi amigo probó un poco su café con leche. Lo sopló varias veces, y tomó un corto trago. Lo dejó de vuelta en la mesa y me observó con detenimiento.
– ¿Qué? – Pregunté extrañado por su detenido observarme.
– ¿No vas a ir a hablarle? – Preguntó señalando a la mujer que me había mostrado con el mentón.
– Eso pensaba… – Afirmé. – ¿Como sabes que quería hablarle?
– No hagas preguntas obvias. Todas las mañanas es el mismo drama. – Volvió a sorber su café.
– Si, eso creo.

Hubo un silencio largo, muy común en las conversaciones de nosotros.
El llevaba su café en la mitad, yo seguía sin probar el mío. Estaba muy ocupado observando a aquella señorita…
– Voy a ir. – Afirmé con coraje.
– ¿Vas a ir?… – Dijo mirando a la mujer – No vayas.
– ¿Cómo? – Pregunté sonriendo, pensando que trataba de bromear conmigo.
– No vayas. – Respondió, tomando un trago de su café.
– ¿No me dirás por qué?
– No.
– Entonces iré.
– No vayas.
– ¿Por qué?
– Porque no la amas.
– ¿Cómo? – Comencé a reír – ¿Amarla? ¡Ni siquiera la conozco!
– Exacto. No funcionará.
– ¿Porque no la amo?
– Ya lo dije, así es.
– Si la quiero llegar a amar debo ir a hablarle, ¿no?
– Ese es tu problema, no sabes hablar.
– ¿Y que estoy haciendo ahora? ¿Nadar?
– No me refiero a parlotear, dije hablar.
– Es lo mismo. Sólo necesito ir hacia allá y preguntarle su nombre.
– ¿Eso crees? ¿Y luego qué?
– Bueno, la conversación sale sola.
– ¿Y si no sale?
– Bueno…
– No sabes hablar.
– No tengo tiempo para esto, ya casi termina su café y no quiero que se vaya sin haberle hablado.
– Ve entonces. – Dijo tomando el último sorbo de su café. Lo miré un momento.
– ¿Que quieres decir?
– ¡Ve, anda, vaya!
– No, tu estas diciendo que no debería ir.
– Eso decía, pero si tanto quieres ir, ve.
– ¿Pero y que le digo?
– Creí que ya sabias.
– ¿La saludaré, pero y qué más…? – Me detuve de hablar – ¡Ah, no! ¡Ya se tu juego!
– ¿Que juego?
– ¡No usaras sicología inversa conmigo! ¡¡Siempre lo haces, todas las mañanas!!
– ¡Tranquilo!, ¡No uso nada! ¡Sólo te digo que vayas!
– Entonces iré.
– Ve rápido se está yendo.
– ¿En serio? – Miré a la mujer. Ya estaba sacando dinero de su bolso para pagar e irse.
– Ve rápido.
– Bien. No te tomes mi café. – Tomé mi chaqueta.
– No te prometo nada. – Respondió con una sonrisa. Volví a dejar mi chaqueta.
– No te tomes mi café.
– Ve rápido, ¡Se te va a ir!
– ¡Promete que no te tomarás mi café!
– ¡Dios! ¡Todas las mañanas me hacer prometerlo!
– ¿Que te cuesta una más? ¡Promételo!
– ¡De acuerdo!…
– Bien. Prometido – Volví a tomar mi chaqueta.

Miré alrededor buscando a la mujer.
Seguía dando vueltas sobre mí mismo, buscándola…
– ¿Donde está? – Le pregunté a mi amigo.
– Se fue. – Respondió él.
– ¿Qué? ¿Hacia donde?
– ¡Yo qué sé!… ¡Todas las mañanas se te van! Ya ni me fijo…
– ¡¡Demonios!!… – Me volví a sentar tirando mi chaqueta con odio.
– ¡Relájate!
– Sabes, siempre la pierdo por tu culpa. Siempre, todas las mañanas…
– ¡Vamos! ¡Admite que es algo gracioso!
– Si tú lo dices…
– ¡Anímate! – Dijo sonriendo. – Toma tu café para que nos vayamos.
– Está bien. – Miré mi café – ¿Por qué esta a medio llenar?
– No lo sé.
– Le diré a la camarera.
– Y dile que esta amargo también. – Me detuve al oír eso.
– ¿Tú lo tomaste?
– Técnicamente, no. Lo dejé a la mitad.
– Siempre…
– Lo sé, lo sé… Todas las mañanas tomo de tú café.

Sonreí y el también sonrió. Resignado, me tomé mi café.

Nos levantamos de nuestra mesa. Dejamos el dinero encima, mitad y mitad, como todas las mañanas.
Salimos del café, y en la esquina, como todas las mañanas, separamos caminos. Cada uno a su casa.
Y siempre, siempre desde la otra esquina me gritaba:
– ¡Mañana a la misma hora!

Y yo siempre levantaba la mano con el dedo pulgar arriba.
Siempre es así. Llego a mi casa y me siento en el sofá. Miro al cielo raso y me pongo a pensar.

¿Qué pasará mañana en el café?… Y siempre me respondo:
Descúbrelo…

2 comentarios sobre “Una mañana en el café”

  1. !Muy bien relatado!. Una cosa algo tan sencilla como tomar café con un compañero diariamente se puede convertir en un verdadero texto literario. El tema de la mujer que se disipa sirve de fondo y pretexto para escribir una bella página cotidiana.. pero la verdad es que más allá de lo que resulte el final de la historia siempre quedan las historias de café que algunos escritores y escritoras del Vorem con tanta calidaz y calided nos traen muchas veces. Entre ellos, tú.

  2. Siempre hay una mañana de café que invita a la aventura de lo desconocido y siempre lo desconocido suele quedar en el aire del misterio cuando de café de mañana estamos contando. Me encanta tomar café mientras leo textos voremistas como el tuyo por ejemplo.

Deja una respuesta