Purple
Vieja taberna del barrio viejo. En la pared principal, desnuda de fotos o adornos, un viejo reloj se mantiene, incólume ante el paso del tiempo, con sus manecillas atoradas. Algún día de algún lejano año de han quedado atrapadas en la telaraña de las doce menos veinte del anochecer. Al fondo, en unas pocas mesas y sillas desvencijadas, una pareja compuesta por un joven y una jovencita mezclan besos y vino como un cóctel de la existencia.
-¡Toma… bebe un trago!.
Me aferro desesperadamente a la barra del bar cuando comienzo a ver borrosos los contornos de todo lo que me rodea. Me aferro desesperadamente pero sé que de un momento a otro voy a caer de bruces en la inconsciencia del duro suelo, rodeado de mis propios vómitos y viendo cómo las cucarachas merodean alrededor de mi cuerpo descompuesto. Bebo siempre otra copa más. El alcohol pasa a mi intestino delgado para después ser absorbido por el torrente sanguíneo. Me estoy dando, a mí mismo, una lección de fisiología porque ya no tengo a nadie que me quiera escuchar. Por cada copa que bebo voy perdiendo una amistad. Ahora ya no tengo a nadie…
Tengo destruido mi Sistema Nervioso Central y los daños cerebrales son ya irreversibles. Muchos creen, ignorantes de la existencia, que el alcohol incrementa la excitación, pero en realidad deprime muchos centros cerebrales. La sensación de excitación se debe precisamente a que al deprimirse algunos centros cerebrales se reducen las tensiones y las inhibiciones o euforia. Por eso se dice que El alcohol afecta en primer lugar al Sistema Nervioso Central y su injerencia excesiva y prolongada puede provocar daño cerebral. Popularmente se cree que el alcohol incrementa la excitación, pero en realidad lo que desarrolla, al destruirse muchos centros cerebrales, es la inhibición y surge la euforia. Por eso se dice, que el alcohol “anestesia la censura interna”. Sin embargo, si la concentración de alcohol excede ciertos niveles en la sangre interfiere con los procesos mentales superiores de modo que la percepción visual es distorsionada, la coordinación motora, el balance, el lenguaje y la visión sufren también fuertes deterioros. Fuertes cantidades de alcohol reducen el dolor y molestias corporales e inducen al sueño. Pero su uso continuo irrita las paredes estomacales llegando incluso a desarrollarse úlceras. Adicionalmente tiende a acumularse grasa en el hígado, interfiriendo con su funcionamiento. En alcohólicos crónicos se provocan graves trastornos cerebrales, cirrosis hepática y fallos cardiovasculares. Aumenta la presión sanguínea y con ello el riesgo de un infarto. Incluso, está demostrado que el alcohol incrementa el nivel de los triglicéridos, grasa no saturada o vegetal en las arterias, y con ello también el riesgo de un infarto. Finalmente, como es ampliamente conocido, el alcohol provoca adicción física y dependencia psicológica.
Ahora mi cabeza da vueltas y vueltas alrededor de mi ser mientras veo a las cucarachas acercándose a mí. ¡Tengo ganas de vomitar! ¡Necesito otra copa más por ver si puedo huir, escapar, perderme en el vacío que el alcohol produce dentro de mi cerebro. Es como si las cucarachas estuvieran inundando todo mi organismo y las veo entrando por mi boca y mis fosas nasales y luego siento que se desparraman por todo mi organismo. ¡Tengo ganas de vomitar! Vomito una, dos, tres veces. ¡Sólo estoy con la compañía de las cucarachas y los espectros de unos antepasados que vienen hacia mí con sus hachas preparadas para cercernar mi garganta por donde trago el alcohol para superar este vacío que hay dentro de mi alma si es que ya me queda algo de alma. Necesito una copa más para escapar de este callejón sin salida, de mi mentira, de mi muerte. Y comienzo a pensar en qué me estoy convirtiendo…
– No tengo nombre. Me llamo solamente Alcohol. Día tras día me levanto con la resaca del viernes, sábado y domingo. ¡Me huelen de alcohol hasta los sobacos cuando quiero tomar la leche que cada mañana mi madre me prepara!… pero me entran náuseas y tengo que ir al water para vomitar mi propia impotencia. Soy un hijo de mamá y me da arcadas esto de querer ser poeta y jamás poderlo conseguir. Vomito en el water. Todos me llaman Alcohol pero sólo soy una mierda. ¿Cómo quisiera poder escribir algo poético e interesante, pero sólo escribo tal como vivo. Mierda tras mierda sin cesar. Soy un niñato moribundo. Nado en el alcohol; me levanto todos los días para mirarme en el espejo. Soy un niñato moribundo y no puedo ya ocultarme más. Ella sabe que yo sólo soy un niñato que no trabaja porque soy hijo de mamá y me expulsan de todos los lugares como si fuera la peste. Sólo me queda el anciano viejo que me invita a tomar copa tras copa para luego dejarme tirado en el suelo como se tira a una colilla, rodeado de cucarachas, hasta que mi mamá viene y me recoge como si fuera una bolsa de basura. Y es que sólo soy basura nada más.
Sigue mi cabeza dando vueltas y vueltas y vueltas. Me aferro a la barra de la vieja taberna para no caerme del todo aunque sé que al final me caeré como siempre. Sigo pensando a gritos porque ya no sé ni hablar como los hombres…
– ¡Estoy perdiendo el timepo contigo y como estoy perdiendo el tiempo bebo vodka y me emborracho! ¡Te miro a los ojos y sé que estoy perdiendo el tiempo contigo! ¡Tú también eres una zorra alcohólica y lo único que me queda es ser más borracho que tú para poder superar mi impotencia! ¡La culpa la tienen tus ojos pero sé que la culpa está solamente dentro de mí! ¡Algo debe de gritar para justificarme! ¡He perdido el tiempo! Sólo sé perder el tiempo mientras tú te disipas y vas desapareciendo… desapareciendo… desapareciendo…
Recuerdo al poeta, al verdadero poeta, al que sí que sabe expresar lo que sienten los seres humanos. al que escribe con tal valentía y tanta calidad que le tengo envidia. ¡Sí! ¡Le tengo envidia y le odio porque sabe definir exactamente lo que soy!
– ¡Triste guitarra, viuda en la noche, ¡qué quejas quedan en tus adentros cuando. olvidados sus lamenttos, duerme el borracho debajo de un porche! Llama al poeta que siempre es tu duelo, tú eres para él como la hoja es al aire, y deja que abrace tu musa el desaire antes de que pierda su última sueño. Miles de versos, saliendo del alma, hallaron en tu canto su acento infeliz, ¡deja que busquen sus deseos el desliz por las cuerdas repletas de noches en calma! ¡Deja que broten bohemias sin quistes nacidas bajo la luz fugaz de las estrellas; que brote el amor hendido en las botellas y el sueño escondido entre noches tristes! Artista borracho y perdido en la suerte, limpia de alcohol tu boca y antes de que llegue de nuevo tu muerte coge la guitarra y toca… toca… y toca…
Me jode mucho reconocerlo pero… ¡eso sí es poesía y no toda esta porquería que te escribo diariamente par poder olvidarte sin olvidarte jamás!. ¡El poeta! ¡Cuánto desearía yo tener solamente una décima parte del valor del poeta para poder ser algo! ¡No soy nada ante él! ¡No soy nadie a su lado! Y sigo recordando este mundo moribundo donde me hundo… porque tú estás a su lado. Intento olvidarte pero no puedo porque no sé cómo olvidarte. Y otra vez el poeta me inunda la conciencia…
– Alcé un vaso para brindar por ti. El rojo amargo brilló y entonces al querer beber el vaso traidor se me rompiço. ¡Venas cárdenas de fuego que echan chispas al hervir queman todito mi cuerpo cuando se acuerdan de ti mientras el líquido riega el suelo de mi jardín! Suena de pronto en lo alto la conciencia de mi pasión y olvido la sed y el llanto cuando es vencido el dolor vencido sin amargura vencido por el licor. ¡Venas cárdenas de fuego que echan chispas al hervir queman todito mi cuerpo cuando se acuerdan de ti mientras el líquido riega el suelo de mi jardín! Suena de pronto en lo alto la conciencia de mi pasión y olvido la sed y el llanto cuando es vencido el dolro vencido sin amargura vencido por el licor.
¡Me suena a tango! ¡A tango puro, duro y verdadero! ¿Y qué hago yo aquí, simplemente Alcohol y nada más que Alcohol, intentando escribirte algo que sea, al menos, un poco decente? ¡Él sí! ¡Él me vence siempre porque él te ama y yo solamente te deseo! Por eso bebo para olvidar aunque olvidar a alguien como tú no se puede conseguir jamás. ¡Él sí! ¡Él puede olvidar a cualquier mujer porque te ama a ti de verdad, de esa verdad que los borrachos no somos capaces de decir nunca! ¡Es falso! ¡Es totalmente falso que los borrachos decimos la verdad¡ ¡Los borrachos! ¡Nosotros los malditos borrachos decimos tantas mentiras porque somos la gran mentira del amor escondido en las botellas! Tomo la botella y bebo desesperadamente mientras, en otro de mis pocos momentos de lucidez, vuelvo a pensar en mí hablando con la pared, desnuda de fotos y adornos, porque me da vergüenza hablar con otro ser humano…
– Quisiera que esta noche no existiera porque es la noche de mi derrota final. Él triunfa mientra yo estoy pidiendo que me sirvan otra copa. Me miro a mí mismo. Veo a todos los borrachos en el fondo de mi vaso. Tengo miedo de ser un borracho pero soy mouy cobarde para dejar de serlo. ¿Soy un borracho por haberme enamorado de ti? Él te ama y no es borracho. Quizás me arrastro por el suelo, ahora que mi cuerpo yace rodeado de cucarachas y espectros familiares para ver si puedo levantar mi orgullo. Posiblemente tenga que seguir llorando más de lo que estoy llornado. ¿Competir contra él? ¡Cómo puedo ser tan necio al querer competir contra él sabiendo que él te ama de verdad y yo sólo te deseo!. Tengo miedo de ser solamente un borracho arrastrando su orgullo por el suelo de esta vieja taberna donde ya nadie quiere estar a mi lado, donde ya nadie quiere escucharme, donde ya nadie me dirige tan siquiera una mirada de lástima. Siento que me ahogo y vomito otra vez. ¿Mi dignidiad? ¿Qué es mi dignidad?
– Somos dignos cuando realmente lo somos; cuando hemos dejado atrás la falsa apariencia de la hipocresía. Te hundes porque eres falso y eres falso porque te hundes.
Me arde la cabeza. Estalla mi cabeza cuando escucho sus razonamientos. Tengo la cara totalmente morada. Morado. Estoy morado por la impotencia de poder derribarle. Yo estoy aquí, derribado en el suelo, intentando ponerme en pie mientras él siempre permanece. ¿Quién es él? ¿Quién soy yo? Procuro intentar saber quien soy yo. Y grito. Otra vez grito totalmente derribado.
– ¡Sólo soy un agujero donde están muriendo mis 20 años de edad! ¡Me duele el estómago, me duele el cerebro, me duele este sueño oscuro que me hace penetrar en el túnel de color agujero! ¿Tienen color los agujeros? En este hoyo donde he caido solamente existe una tumba sin más espacio que mi propio vacío. Ese es el color de mi existencia. ¿Existencia? ¿Para qué me sirve la existencia? ¡Me falta el aire! ¡No puedo respirar!
Intento levantarme para poder mirar de cara a alguien que quiera perder el tiempo hablando con un borracho. ¡Maldito destino el mío! Y llega su total y absoluta victoria mientras se abraza a ella y la besa.
– Junto a la vida nocturna de los que mueren durmiendo, su sombra en el cementerio se alarga bajo un ciprés. Más allá de la sombra deambulan los que caminan arrastrando sus vidas entre las hojas caídas por el viento. Su llanto es la infinita soledad de quienes insultan a los ángeles amorosos de la vida. Alguien hace sonar el violín de la existencia: una especie de poeta que sólo sonríe mientras se descompone la sombra del moribundo en mil pedazos agónicos y sin sentido alguno. No le vencen al artista las voces ni los gritos ni las órdenes jactanciosas de los moribundos sino que, desde arriba, la luz blanca y pacífica de la luna alumbra su rostro. Es un rayo divino que le anima a seguir tocando esa sinfonía de notas que hacen enmudecer al canto de las lechuzas. El búho del cementerio se esconde en medio de la oscuridad y, en el lugar exacto donde comienza la calma, una blanca paloma desciende hasta posarse en su hombro. No importa que sea en el hombro izquierdo o en el hombro derecho, porque ese poeta no mendiga ningún elogio de nadie. Nadie. Esa es la palabra exacta que define a los que se mueren durmiendo sobre la barra del desequilibrio mental de ese búho que ahora se esconde entre las ramas del ciprés. Y la sombra se alarga hasta las tapias blancas de la hipocresía en ese mundo oscuro donde los avarientos sólo ansían, cada vez más, artificiales vidas para beber su impotencia hasta caer al fondo del abismo. No. El joven poeta bohemio, para el que no cuenta para nada ni la edad ni el tiempo perdido en dar vueltas al círculo vicioso de la edad, sigue tocando el violín. No se sabe de dónde ha venido ni hacia dónde va, pero jamás entra en el cementerio donde los moribundos insultan a la vida. La luna sigue reflejando en su sonrisa un enigma indescifrable. Lo que de verdad importa no es su enigma, sino esa metáfora de existencia que es la paloma posada en su hombro izquierdo o en su hombro derecho. Hay en todos los que mueren dormidos una vanidad insolente que ofende a la luz divina. Dios hace su justicia en medio de la sombra alargada del ciprés y sobre los ángeles amorosos e inocentes que sólo son vida nada más. Por eso los gorriones han marchado hacia el horizonte señalando el Camino a los poetas. Aquellos insultos de los moribundos no son más que notas impotentes de quienes mueren dormidos. No hay en realidad enigmas. Sólo hay una existencia que o acaba dentro del cementerio o se expande hacia el infinito. Y es que la Eternidad de la luz divina es la única verdad que conoce la canción del joven artista (a quien no le importa la edad ni el tiempo). ¿Qué importancia tienen los insultos de quienes no son más que sombras oscuras y alargadas de los cipreses del cementerio?. Posiblemente así creen que tienen valor suficiente… y, sin embargo, cada insulto de sus sucias bocas les hunden aún más en la oscuridad y las tinieblas mentales. Y el joven poeta se aleja, lentamente, siguiendo la ruta de los gorriones pues nada debe a la hipocresía que se abraza a las sombras para no ser ni tan siquiera quiénes son. Pero la Verdad de Dios es mucho más importante que todos ellos. la Verdad de Dios es que, por cada insulto recibido, los ángeles amorosos (los del canto inacabable) están más cerca de la Eternidad. Los gorriones siempre serán, en esta Tierra, quienes les conduzcan hasta la Paz que conduce hasta las gaviotas del mar. Y así es cómo se embarcan en las olas y quedan viviendo cada vez más lejos de las sombras alargadas de los cipreses donde se esconden los moribundos de la nocturnidad. Que existe una noche con luz más allá de las tapias del cementerio. “Adiós, desconocido” dice la Voz desde arriba “porque tú nunca podrás alcanzarle cuando llegue el amanecer, despierta de tu muerte y comprenderás que él sólo es vida aunque le sigas insultando por una miserable moneda y una última copa de vodka que sólo sirve para vivir diez minutos nada más”. Y lleva razón la Voz de Dios. Una simple moneda de diez céntimos acompañada de un puñado de insultos sólo es una impotencia nada más y los diez minutos de una insignificante copa de vodka no es ni la millonésima parte de lo que significa la Eternidad si es que la Eternidad tuviera tiempo. Y se quema el moribundo en la sombra alargada de los viejos cipreses del cementerio, con la botella de alcohol totalmente vacía, mientras el poeta ya está en otro lugar distante, tan distante, que no existe parámetro alguno para poder definirle excepto que es un infinito. Y es que la falsa vida de los contradictorios moribundos sólo es eso: una contradicción entre el sí y el no sin personalidad alguna. No. Más allá de la contradicción de los borrachos moribundos está la afirmación de quienes saben decir sí y saben decir no cuando la vida lo requiere. El búho se ha escondido. Nunca podrá comprender la grandeza del canto del violín, del vuelo libre de los sencillos gorriones, de la bella existencia da las gaviotas y de la sonrisa de un poeta soñador. Para el artista, al que no le preocupa para nada ni la edad ni el tiempo perdido en el círculo vicioso de las edades, un sí es siempre un sí y un no es siempre un no; mientras que el total desconocido que insulta y que tanto se preocupa de las edades y los tiempos del círculo vicioso de las edades, el sí y el no siempre es una ceremonia de la confusión total. La vida seguirá mañana con una nueva luz para la existencia excepto para aquellos que han muerto dormidos tumbados por el alcohol y que forman una larga cadena de esclavos que se van disipando sin darse cuenta de qué es la vida, sólo peregrinos sin meta alguna a la que llegar… aunque sus bocas sigan insultando a los ángeles amorosos que no buscan hacer daño a nadie sino cantar en medio de la noche bajito, muy bajito, a los gorriones y a las gaviotas mientras las palomas se posan en sus hombros izquierdos o derechos porque eso es igual. Así es la existencia de los verdaderos artistas, pobres o ricos que también da lo mismo, a la hora de sembrar semillas de humanidad con forma de gorriones y gaviotas. Pero esto no lo pueden comprender ni jamás entender los que confunden sus afirmaciones y sus negaciones en el misterio de sus ignorancias. Que hay, en este mundo, dos dimensiones totalmente opuestas: los que sufren sabiendo que al final les espera la herencia de todo lo que ellos han soñado y han ido sembrando mientras lo soñaban y los que ni sufren ni padecen porque su alma está encerrada en la alargada sombra de los cipreses del cementerio. Jamás hay que retroceder ni dar un paso atrás sino seguir avanzando… que Dios sabe la verdad de quienes sienten las necesidades ajenas y las necedades de los que insultan sin saber por qué lo hacen. En el fondo no hay confusión ninguna. A un lado están los que sienten y crean sueños. A otro lado están los que no sienten e intentan destruir dichos sueños. El veredicto final es la Eternidad para los primeros y la total desaparición para los segundos. Hasta nunca, total desconocido, que tus miserias sólo son el puro tedio de una vida infeliz. El poeta, desea seguir más allá con Ella y con el tiempo, pues tiene la música de su Arte tal como Dios lo ha querido y sabe recoger las lágrimas de los inocentes y con todas ellas formar un poema oceánico lleno de esperanza. Que ya dije hace mucho años “no quiero ser como él”. ¡amás seré yo como tú! Y es cierto. Lo he cumplido. Jamás viviré lo artificial de tu miserable moneda y tu insignificante copa de vodka y sólo confidencialmente hablaré con Dios que me enseñó a sonreír. Por cada insulto recogido y que rompe la armonía del silencio… más cerca nos sitúan de Jesucristo. Abandono las tapias del cementerio para seguir caminando con mi Princesa. ¡Todo lo hago por ella! ¡Hasta escuchar tus insultos y simplemente decirte adiós! No tengo ni edad ni círculo vicioso del tiempo de la edad. Sólo la tengo a Ella y a lo que Ella me ha regalado. Tú, si lo deseas, sigue preocupándote de tu edad, sigue preocupándote de ese poco tiempo que te queda antes de ser sólo una sombra alargada de ciprés, sigue invitando a otros con tu miserable moneda de diez céntimos y tus insignificantes copas de vodka de los diez minutos. Ya ves que todo se compone sólo del número diez. Diez céntimos. Diez minutos. Diez veces antes de hablar. Y sin embargo… ¡ya lo ves!… a pesar de ello sigues siendo una sombra de ciprés dentro del cementerio. y yo, aunque te estrecho la mano de la despedida, te prometo que mi guitarra bohemia ya no sonará jamás por ti. Hubo un tiempo en que creí en tus luchas pero hoy ya no. Hoy sólo eres un total anónimo sin importancia porque mis causas son solo las causas, ahora, de los que viven de pie y nunca insultan a la humanidad. Solo le pido a Dios que mi vida sea trascendente y que, si es posible, tenga misericordia de ti.
Intento levantarme del suelo pero no puedo y nadie me quiere ayudar porque soy de los que no ayudan a nadie. Morado. Estoy morado por culpa del alcohol. ¿Quién soy en realidad? En medio de este haber perdido para siempre, solamente uno de esos miles de desgraciados que beben alcoholes sin parar.