Una visita inesperada

4pm. Crawford, Texas. E.E.U.U
Un largo alarido telefónico calló de repente al silencio. George W. Bush se revolvió en la cama unos segundos y por fin contestó a la llamada.
– ¿Diga?- susurró, soñoliento.
– Señor Bush, soy Joshua B. Bolten, perdone la llamada tan temprana.
– No es nada. Qué ocurre.
Ante la pregunta, un silencio frío recorrió de nuevo el aire de la habitación. George sentía como se le removían las entrañas de la vigilia y miró al otro lado de la cama: dormía solo. Laura estaba de viaje por Europa, recordó. No le importaba dormir solo, ya estaba acostumbrado.

– Señor… mañana estrenan un nuevo documental de ese tipo gordito e insufrible- al decir esto dejaba en evidencia el asco que sentía por aquel hombre- ese maldito Michael Moore… ¿lo sabe?
– Si, lo sé, por dios Josh- despertó, elevando el tono de voz- ¿Para eso me llamas a estas horas? ¿Qué le pasa a esa película?
Sabía de sobra cual era el perfil de Moore: vigilancia permanente 24 horas, y al menor punto flaco cámara en mano y a tocar los huevos. Sabía desde ayer la existencia de ese nuevo reportaje por que era imposible no saberlo: Moore era un periodista sobresaliente, sí, pero eso era una verdad incómoda. Aún así no le preocupaba mucho. Había sabido enseñar al mundo muchas ideas ocultas, pero no eran más que sandeces comparado con lo que en verdad no sabía.
– Lo siento, señor, pero requiero suma importancia al asunto. Además recuerde que estoy en Francia, y aquí es casi mediodía.
– Si, Josh, lo recuerdo.
Le ponía nervioso. Josh Bolten y todos los que eran como él, hipócritas reprimidos ante su presencia, pero poco tímidos ante las cámaras de televisión donde despotricaban de su persona hasta más no poder.
– Verá, señor. Sabe de sobra que toda película emitida pasa por un filtro del gobierno para su dictamen, según las propias leyes.
Lo recordaba. De chico había sido cuando su propio padre la había redactado.
– Pues bien, por ese filtro no pasan violencia, sexo, productos bélicos. Etc. Es más, las ideas “fantásticas” pasan por el filtro por el simple hecho de serla. Y señor…
Mientras esperaba la respuesta, George no podía dejar de percibir como entraba el frío en la habitación. Hubiese jurado que había dejado todo cerrado aquella noche.
– Señor, con el pretexto de la fantasía el señor Moore publica en su reportaje el paradero donde usted tenía que reunirse con yasabequién.
La línea del teléfono volvió a sumirse en un silencio oscuro. Un silencio incómodo. George estaba paralizado, no puede ser, pensó, todos los planes al cafre…
Guardo las formas, como un buen tiempo atrás su padre había de enseñarle: la presidencia no era un puesto para locos. Parecía increíble que fuese él quien lo dijese.
– Josh… escucha, ¿quién más lo sabe?- preguntó, nervioso.
– Nadie más, señor. Solo se lo he dicho a su padre, señor.
– ¿Mi padre? Oh, no, Josh, no deberías haber… no…
George se apartó del auricular con lentitud y calló. Ya no se sentía tan solo.
– ¿Señor? ¿Ocurre algo?
Colgó el auricular y rezó interiormente. Allí, delante suya sentado se encontraba Osama. Este observaba, divertido, como el mismísimo George Bush del que tanto había oído hablar temblaba ante su presencia. Le daré las gracias a tu padre desde el cielo, pensaba para sí. Sonrió por última vez, antes de desabrocharse la chaqueta y reír con la mirada aterrorizada con que George miró a los explosivos que tenía amarrados al cuerpo, segundos antes de apretar el detonar y con él el último halo de vida del último presidente de los Estados Unidos de América.

4 comentarios sobre “Una visita inesperada”

  1. Jeje… !vaya imaginación!. La verdad es que das buen suspense al texto hasta el final. No sé si gustará en los Estados Unidos pero está bien escrito. Es buena tu trama. Chao. Un abrazo.

  2. La verdad es que he estado enganchada hasta el final…muy bueno, aunque me temo que Bush no sería diferente ni con esa pesadilla a diario, a no ser que la diferencia estuviese en incrementar la violencia, la muerte…, un abrazo

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