Colgado a la espalda el atillo,
pienso recorrer el mundo,
no soy ni pobre ni pillo,
solo soy un vagabundo.
Dejo mi mundo por amor,
me voy a tierras extrañas,
quiero olvidar el clamor,
andar entre las espadañas.
Transito por caminos seguros,
me encuentro con soledades,
mis pensamientos son puros,
y ya no escucho necedades.
Mi equipaje es parco,
mi calzado es cómodo,
quiza me enrole en un barco,
en un próximo periodo.
Camino por mil veredas,
de agradable quietud,
mis pasadas polvaredas,
no tienen similitud.
Oigo cantar los jilgueros,
hablo con los gorriones,
siento espiritus aventureros,
que tocan los corazones.
Cuando el trueno suena,
y la seca lluvia me moja,
mi mente no se condena,
ni el andar siquiera afloja.
Si entre mis brazos te tuviera
sería el hombre más feliz,
buscaría una buena alfarera,
que de ti hiciese matriz.
Mas desde que estas muerta,
no he vuelto yo a vivir,
mi alma siento desierta,
y no soy capaz de sentir.
¿Quién no ha sentido deseos de hacer alguna vez lo que describes en tu poema?
Con sólo cuatro cosas en el hatillo, el paso ni rápido ni lento, y en los labios una canción. Y no escuchar más necedades…
Gracias, Kiowa, por hacerme recordar esa ilusión.
!Vibra tu mundo
vagabundo…
en el existir
rotundo!.
!Un aplauso y un abrazo, Kiowa!.