La tormenta que cayó durante la tarde y la noche de ayer, 22 de septiembre del año 2014 después de Jesucristo, más que una tormenta fue un tormento para algunos de los habitantes (hombres y mujeres por igual) en la Región de Murcia (española por los cuatro costados por donde se la mire y no como sucede con ciertos “pedazos” de Cataluña que quiere presentarnos el tontiloco de Artur Mas como “reino” independiente). Lo que suceda con Cataluña es lo que tenga que suceder; pero lo sucedido ayer en la Región de Murcia quedará para siempre recordado por quienes tuvimos la ocasión de verlo y vivirlo. En Molina de Segura, donde estaba yo en plena calle, el tormento fue tan grande que se convirtió en una riada de tormenta con toda clase de aparato. Hasta hubo un momento en que granizó.
Como mi Princesa me dio la orden de ir al Banco para hacer una operación bancaria, no tuve más remedio que implicarme en la aventura. Para muchos quizás fuese una trágica situación. Para mí, que ya he cruzado centenares de veces por Amazonas, era solamente un suceso más de los muchos que ocurren en la vida de los seres humanos. Hay quienes pueden pensar que tales lluvias fueron producto de un milagro por rezar a la Virgen de la Consolación, o a las estampitas de la virgen y de los santos; pero ocultan algo muy importante y natural: la tormenta que azotó a la Región de Murcia (y por ende a Molina de Segura) venía siendo pronosticada desde hacía una semana entera por todos los meteorólogos y meteorólogas de todos los canales de televisión. Así que el milagro fue que no hubiese ningún muerto por causas directas relacionadas con este espectáculo que quizás hacía unos 50 años (o muchos más) que no se producía en toda Murcia capital y en toda Murcia provincia.
Pude vivir muchas anécdotas sucedidas por culpa de la tormenta mientras me mojaba hasta los tobillos al cruzar las calles totalmente anegadas; pero me quedo con la más interesante de todas ellas (que fueron muchas y muy seguidas): ¡vi a una chavala de muy buen ver caminar tranquilamente sobre las aguas porque llevaba botas como de pocero pero muy a la moda femenina!. Y con un sonrisa crucé la riada, llegué al Banco, realicé la operación bancaria y regresé sano y salvo a casa. Por las noches, mientras oía el retumbar de los cielos, me quedé profundamente dormido sin ninguna clase de temor en mi alma.
Porque dicen que después de la tormenta viene la calma. Que bien que no pasara nada de suma importancia y pudieras llegar bien a casa. Un abrazo.