Vecinos invasores

Han habitado un espacio que hasta ayer era tranquilo y silencioso. Son almas que no descansan hasta muy tarde, creo yo. Sus voces irrumpen en mi habitáculo vulnerando las débiles paredes que nos separan. Sus vidas se convierten en la mía aunque intente mil veces evitarlo, a cada vuelta en la cama, una nueva historia.
El tecleteo de baldosas que golpean con tacones diabólicos hacen que mi desesperación se disemine como una mancha de líquido pegajoso y fétido. ¡Quiero dormir!

Sus exiguos muebles comienzan una peregrinación nocturna interminable que me hace dar la decimonovena vuelta en mi cama, ésta se ha transformado en un campo hostil, con sábanas en serio declive y una almohada confusa por tanto bamboleo de cabeza.
¡Un momento!, se hace el silencio.
¡No!, ¿qué es ese extraño regurgitar bronco que traspasa la pared? no puede ser, alguno de ellos o ambos ¡RONCAN!
Ni dormidos son silenciosos. Cierro mis ojos igual que ventanas agotadas de luchar contra la tormenta. Mañana será otra noche.

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