Manos sobre el viento

Amé. En los pasos de cada tarde un rayo de sol señala tu presencia. Me es grato acariciarte, en esa distancia en la que habitas y en la que sueño. Más allá, cerca de ese estanque, las carpas doradas juegan con las hojas. Movimientos ondulantes, como formas de cosmos extendidas en un minimalismo en juegos de agua.
Recuerdo que decías que todo árbol se acerca al aire y toca el fondo de la tierra. Esos árboles que siguen presentes evitando que la plenitud del día arrase la belleza sutil de las flores. En ese lugar, donde nadie cree que podamos encontrarnos, la voluntad de un eterno deseo nos llama y voy a verte.

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