Viaje sin retorno

Nada le retenía entre aquellos que vivían entre colores. El lugar era onírico, ideal para asentarse en el. Las puertas abiertas estaban siempre, nada impedía deleitarse con las vivencias allí ocurridas y las venideras. A pesar de ello decidió marchar, no formaba parte del decorado.
_No…aquí no está mi lugar_
Pero… ¿Dónde ir?…Se le ocurrió algo que lo cambiaría todo. Indagó en lo más profundo de su ser, buscó el rincón más negro y tétrico que pudiera haber en su interior.
¡Nada¡…No había nada…¡Sí¡…espera. Se me ocurre qué……apago las luces que mantienen iluminada mi materia gris, de esta forma me adentraré en la oscuridad más absoluta.

Y así fue.

Entró en un mundo negro. No era el suyo, nunca supo desenvolverse en el. Esta vez lo iba a intentar con todas sus fuerzas. Ante ella se abrió todo un cuadro desolador, abismos infernales ponían en peligro su caminar constante y decidido. No eran impedimentos para lograr el fin planeado.
Reinaba un desconcierto atroz, las almas que habitaban el lugar bailaban una danza desconocida. Sus lamentos se le enredaban entre los cabellos. Una histeria colectiva culminaba el encuentro de aquellos seres sentenciados a vagar por aquel nauseabundo lugar plagado de bestias que les devoraban poco a poco.

Quiso ser como ellos, uno más. Encaminó sus pasos al precipicio más profundo que encontró, aquel que no tenía fin era el idóneo para poner fin a su vida. Asomada al borde, admiraba la profundidad que la acogería con los brazos abiertos. De lo más hondo le llegaban aromas, olores con sabor a muerte y destrucción.

No le gustaba pero debía hacerlo, se lanzaría convencida que aquella sería su vida venidera, encontraría la paz entre los muertos.
Un cadáver más, sin sentimientos, sin dolor. En el mundo colorista si había dolor, más de lo que esperaba, no era tal y como se lo habían pintado. En cambio en lo oscuro había unión y frío…mucho frío, no le importaba.

Fijó sus pies al borde de la sima más profunda, la mirada fija en la nada, los brazos alzados, su cabello ondeaba con el viento, se estaba desatando una gran tormenta, se preparaba el sacrificio de su alma, los gritos desgarrados de los que allí moraban le estaban dando la bienvenida a su mundo.
_¡¡Lánzate¡¡…¡¡Hazlo ya¡¡…No titubees…serás nuestra. Ya eres nuestra_ Gritaban.
Un aterrador panorama se abría ante sus ojos. No se lo pensó. Por fin….se dejó llevar.
Se lanzó, cerró los ojos, no profirió ni un grito, se sintió libre, ligera, liviana. Sus ropas se tornaban jirones a medida que su cuerpo caía hacia lo más profundo, sus cabellos dorados tornaban se negros como una noche sin Luna.
El camino era inacabable, hondo muy hondo, mientras más mejor.
La profundidad por fin le acogía, empezaba a ser feliz, miles de brazos se alzaban para acogerla.
El sonido de un cuerpo al reventar fue lo último que sus oídos escucharon.

…………
Su cuerpo quedó desparramado en la tranquila calle llena de viandantes que en aquella soleada mañana de domingo se disponían a dar su paseo matinal, los niños corrían siempre bajo la atenta mirada de sus progenitores, una pareja de ancianos se daba apoyo el uno al otro, se miraban con ojos de felicidad en aquel mundo de colores.
En un segundo la vida se paralizó, personas animales y hasta las flores que daban color y aroma en aquel onírico lugar quedaron en silencio, silencio que cortaba el aire, roto solamente por el sonido aterrador provocado por el impacto de aquel cuerpo que yacía sembrado por todas partes. Cristales de comercios pintados con mil formas de rojo carmesí, algunas de las personas allí presentes se llevaron un recuerdo de aquel cuerpo adherido a ellas, la imagen era dantesca, horrible, nauseabunda. Nunca la olvidarían.

………….
Al final de la caída todo fue frustración, las almas negras desaparecieron del lugar, no la querían entre ellos, todo fue una ilusión.
Se vio envuelta en sábanas de blancura nívea, adornada de flores de maravillosos colores, que algún día se marchitarían, ya nada quedaría de ellas ni de su persona.

Que ironía terminar rodeada de colores. De aquellos de los que huía.

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