Zapatitos desatados.

Siempre he sabido el verdadero valor del tiempo que pasa por esta vida obsequiada.

Y en ese momento, mientras enseñaba a aquel niño como atarse los zapatos, quizá sentí que los veinte minutos que estuve con él, valió más que muchas horas haciendo otra cosa.

Era cerca del medio día, y yo medio dormido y con ojos de gato recién nacido, me levanté de la cama para salir a comprar; entrando a la tienda, un niño que más bajo que mi cintura, y con la mirada puesta en mí, como mirando al cielo, con voz entrecortada y dificultosa para hablar, me dijo:

__Amárrame mis zapatos. __

Esto hizo que de mi letargo nazca una sonrisa y agachándome a modo de atarle los pasadores de sus zapatitos, le pregunte su nombre.

__Mi nombre __respondía el niño __ es Luigi __

Quizá lo vean como una perdida de tiempo pero señores les diré que no fue así. Porque hubo enseñanza y la belleza de la vida es efímera. como lo fueron estos aproximadamente veinte minutos.

Mientras ataba los pasadores de Luigi, se oyó una voz; era de una señora, su madre que decía con voz de molesta a su niño:

__Tan grande y aun no sabes amarrarte los zapatos. __

__¿No te da vergüenza pedir que te anuden los pasadores? __

Era la señora que atendía en la tienda, yo olvidando el motivo de la visita a aquel lugar, continué con aquella experiencia con la que me había topado, ignorando la pregunta de la misma señora que me decía:

__¿En que le puedo atender joven? __

Mientras continuaba con el niño, le preguntaba si es que le habían enseñado a amarrarse los pasadores, el me dijo que si, que si le habían enseñado pero que no se acordaba mucho, yo había terminado de atárselos, pero volví a desatárselos ya que tenía la atención de su mirada puesta en lo que hacía, y le pregunté:

__¿Hasta donde lo sabes atar? __ él me mostró tomando las puntas, las cruzó, y metió una punta debajo entre los dos pasadores y me dijo:

__Aquí no sé mas, no se que sigue __

Y sus manos intentaban descubrir cual era el siguiente paso, yo tomé las puntas de sus pasadores y mientras amarraba nuevamente le indicaba por donde iba y como se hacía, él muy atento a lo que le explicaba, y de igual manera fue con el otro zapatito izquierdo que lo amarré.

Luego volví a desatar las amarras y le dije:

__Ahora hazlo tú __

El niño con miedo intento hacerlo y no dudé en recordarle ayudándole hasta lograr su objetivo. En todo ese transcurso de lo sucedido, su madre decía cosas que desalentaban al niño, musitando que estaba mal, que ya era grande para que sepa hacerlo y demás cosas que no me agradaban.

Los pasadores habían quedado bien atados, Luigi se levantó y luego yo, y su madre obligaba con palabras a su hijo a que me agradeciera, el niño balbuceaba apenas diciendo:

__Gracias joven __ , mientras que me llenaba de satisfacción por aquella experiencia, a la señora de inmediato le dije:

__No se preocupe, no fue nada, todo esta bien. __

Luigi, el niño, agradecido me tendió su mano y por supuesto le ofrecí la mía a modo de felicitarlo; fueron aproximadamente los veinte minutos más ilustrativos de mi vida que me enseñaron que parte de la belleza se encuentra en cosas simples, luego de lo que pasó continué a lo que había ido, a comprar…

Saliendo de allí, Luigi, el niño me decía:

__Chau amigo, gracias__

Volteé a ver y respondiendo su despedida levanté mi mano. Fue sensacional aquel sentimiento, que afloraba en el momento del contacto de ayudar a la inocencia; el conocimiento, las cosas por enseñar a un niño son cosas que llenan de goce espiritual, a veces la atención que se les presta, es muy poca y lo que más se les da son desalientos de forma inconsciente.

Han pasado ya dos semanas de lo sucedido, y me vino del recuerdo a la mente esto que me sucedió y que al volverlo a vivir me invade la emoción de haber estado allí…

Autor: Angelus…

Un comentario sobre “Zapatitos desatados.”

  1. precioso… un poco de tiempo puede hacer cambiar la vida de otros, de manera tan minima para unos, pero tan siginifcativos para otros… sigue buscando zapatitos para atar..

    saludos…

    Rossana

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