Inmortal

Todo está oscuro, pues es de noche, y tan sólo la luz mortecina de una bombilla ilumina la escena. Una niña mira con ojos húmedos la habitación, o mejor dicho, los tiene fijos en la única silla de la estancia. O en lo que hay sobre ella.

-¿Papá?, pregunta ella con voz rota y temblorosa.-¿papá, estás dormido?.

La madre llora en silencio, sentada en el suelo, sabe por qué lo hizo. Mira a su hija, quisiera abrazarla, pero se siente culpable. Ya nada volverá a ser como debió ser.

A través de la ventana llegan sonido de la calle, villancicos, gente feliz y contenta. Es Navidad. La pequeña buscaba sus regalos, encontró tristeza y muerte. La madre no sabe que va a ser de ella, qué pasará ahora que él ya no está. La niña no se lo cree, no se lo quiere creer. Corre hacia el cuerpo frío, lo abraza, grita su nombre. Sigue Leyendo...

.-.Alma mía.-.

… Sólo conduce alma mía,
por las calles del silencio,
sólo sueña alma mía,
una bendición del cileo a través del tiempo,

De los frescos y lúgubres asilos y tempestades,
siento la brisa que descuelga tu mirada,
harapos de melancolía corren por mis venas,
siento el sonido gimiente de tu pecho virginal,

SOBRE UN MOMENTO

Se va aproximando la hora. Dentro de unos minutos ella aparecerá. Todas las tardes a la misma hora. Entrará por la puerta con aire distraído. Fingiendo indiferencia echará una mirada alrededor mientras con la mano se tocará el pelo y mirará su reloj de pulsera. Buscando alguna cara conocida intercambiará un amable saludo y después con tranquilidad se dirigirá hacia el mismo lugar, como siempre, a la misma mesa. Se quitará el abrigo con cuidado de que las puntas del bajo no arrastren por el suelo. Lo doblará con su ya característica perfección y lo dejará sobre el bolso que ya habrá colocado sobre la silla de al lado. Esperará paciente a que alguno de nosotros se dirija hacia ella para tomarle nota del pedido que va a tomar. En todos estos años lo que más me llama la atención es que nunca perdió la sonrisa. Con las mismas buscará un camarero que no esté ocupado o en el caso contrario esperará tranquilamente. No tiene prisa. Levantará su brazo y con un gracioso gesto de su mano le indicará que desea hacer un pedido. Pedirá un café con leche templadita. Eso sí, siempre por favor, y con una educación con la que se nace. Mientras el camarero vuelve a la barra para llevarle su café, espera con las manos sobre el regazo y se mantiene erguida, distrayéndose mientras mira por el gran ventanal frente al que siempre se sienta para ver cómo pasa la gente. Sigue Leyendo...

LA TAQUILLA

Al entrar en la sala los primeros rayos de sol se colaban por los grandes ventanales, dispuestos en una continuidad casi perfecta iluminaban toda la habitación. Siempre era más agradable poder sentir aquella luz que la de los fluorescentes instalados, siempre parpadeante, artificial y acompañada de ese casi inaudible zumbido de los cebadores, pero constante y presente.
Al mirar hacia aquellos ventanales, casi se podía adivinar la totalidad del cielo si no fuera por la interrupción entre ventanas separadas por los marcos, aun así parecía que aquella imagen se tratara de un tríptico de un cielo hermoso como lo era el de aquel día, largo día…como lo fueron todos y cada uno de los días de los meses anteriores. Pero aquella bella imagen no podría replegarse en sus laterales para conservarla mejor y poder disfrutar de ella tantas veces como uno quisiera, cada vez que el cielo se dibujase con tonos grises, poderse regalar aquella fantástica instantánea tan efímera con tan solo admirarla. Sigue Leyendo...

LA DELGADA LINEA QUE TODO LO SEPARA

Quién no halló calma en los ojos que le hicieron ver, que había un pedacito de cielo en el que todavía las almas, se entremezclarían con los aromas y los colores, que solo el corazón en busca de paz sabía que de existir deberían de hacerlo en otro mundo.
Y a otro mundo, al que sin querer pertenecer, permaneció anclado un ser entregado simplemente por amor. No queriendo ver, ni conocer, que la delgada línea que todo lo separa, fue cruzada al encontrar la estrella que tanto anhelaba.
La luz que guiaba entre risas y días que pasaban, deshicieron el velo que cubría el cuerpo, sin apenas saber que la decisión del paso ya fue dada. Cruzar la delgada línea entre el sentir cómo sobrevivir y el sentirse vivo. Atrás quedarían pena y dolor sentido, envolviéndose con el nuevo día bajo un sol que siempre sale, que con un rayo de su luz es capaz de hacer sentir vivo a quien vuelve la cabeza y ve todo lo que quedó atrás. Sigue Leyendo...