No hay momento más amargo,
que el creerse despojado
de las caricias de tus manos.
No hay momento más amargo,
que el sentirse desahuciado
del calor de tu cuerpo enamorado.
No hay momento más amargo,
que el saber que no vendrás
aunque mil veces te nombre.
Ellas, solidarias y sin ambición,
mientras el hombre lucha contra el hombre,
muriendo raramente de inanición;
y ellas no conocen muerte de hambre…
Ellas, no conocen miseria y traición;
nosotros nos creemos en la cumbre,
explotando a quien tiene buena intención;
esperemos que el camino se alumbre.
Cuando la tristeza asome,
en tu camino inagotable,
te mire a la cara y te diga,
vente conmigo a mi reino,
dile tocándote el pecho,
a la altura de tu corazón.
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