El aire cálido y húmedo eran cosas que Miguel García no soportaba del puerto. Podía soportar un puñetazo en la cara, un revolconazo de un toro, un trago de guaro en seco y hasta una mujer brava, incluso tan brava como doña Flor, que de flor no tenía nada y mucho menos el olor. Pero eso es otro asunto. La lluvia torrencial y perpetua, caía sobre el techo de zinc de su casa y ni eso le asustaba a Miguel García, aunque el viento desgarrara su casa, él dormía plácido y ligero, -como un chamaco después de comer de teta- siempre decía él.
Su casa no era gran cosa, era pequeña y parecía que sufría de hambruna, como él. Aunque en más de una ocasión nos demostró que bajo sus pellejos jalados guardaba fuerza bruta -Son las espinacas y el guaro- nos decía con la cara colorada empapado en sudor a todos los chiquillos en la plaza.
Archivo por días: 20 septiembre, 2010
La leyenda de la orquídea negra (6)
Alberto espiaba desde lo alto de una pequeña loma, agazapado entre unos arbustos que crecían entre las piedras. Con sumo cuidado se deslizó hacia abajo, hasta llegar al lado de Javier. De sus ojos refulgían lenguas de fuego avivadas por la envidia al verlo con la orquídea en la mano. ¿Quién diantres le había dicho donde estaba el escondite de la flor?
Sin pensárselo dos veces de un salto se colocó delante del chico, que asombrado y perplejo por la visión de su enemigo no pudo reaccionar en un primer momento.
La leyenda de la orquídea negra (5)
El camino había sido complicado para Javier, de noche y sin más luz que la que emanaba de aquella luna blanca. Era noche de plenilunio y desde lo alto refulgía en todo su esplendor alumbrando la ruta a seguir, justo al despuntar el alba llegaba a la entrada de la cueva gracias a las indicaciones que su madre le dio antes de partir.
Aquella oquedad en la pared de la montaña era invisible a los ojos de los viajeros que por allí pasaban de ruta. Tan solo quién conocía de su situación era capaz de ver que allí había una entrada que conducía al interior de un “cofre” de piedra natural, acogiendo en su interior el tesoro más hermoso jamás imaginado, la orquídea que brillaba con luz propia. Todos la querían, todos la soñaban, todos la deseaban, salvo la persona que guardaba el secreto que desde tiempos inmemorables pasaba de padres a hijos.
La Otra Mirada
Extensa y amplia es la llanura que se pierde en el horizonte. Llanura atrapada en medio de una ciudad. Edificios centinelas y sobre-protectores. Indiferentes, con o sin toldos. Edificios repletos de Acomodantes aires acondicionados. El caminante ha quedado sentado en el banco, mirando toda una vida por delante, proyectando su mirada. Ese horizonte luchando con edificadas estructuras, arquitecturas que quieren respetar el paisaje urbanístico, pero que impiden ver el cielo abierto, tal cual mente despejada. Peregrinos que somos todos y todas. A veces obligados a un Exilio Psicológico. A veces obligados a un Exilio Corporal. Necesitados, algunos y algunas de vivir en nuestro propio camino. Solo estamos de paso. Paso a paso. Nuestras vidas tan solo sirven un instante. Y otro. Y otro. No podemos descalzarnos en esta tierra.
Cromos
El último texto de Carlos Montuenga ha hecho viajar a mi memoria hasta los confines de mi tierna niñez. !Qué entusiásticas oleadas de emociones inundaban nuestras almas infantiles con aquellos cromos que surgían, mágica extrasensorial, de aquellas chocolatinas que nos hacían ensoñar con el Nautilus, las aventuras del Kon-Tiki o el avión supersónico que batió por priemra vez en la historia humana la barrera del sonido. !Y las razas humanas!. A la mujer tirolesa. al campesino mongol y al viejo jefe dakota, se podrían añadir el fiero guerrero watusi, la joven lapona de mirada esteparia o cualquier otro rostro de aquella galería de personajes humanos que nos miraban cara a cara y que a mí me hicieron aprender a amar a todos los seres humanos.
Hay.
Hay una ciudad con caminos (o quizás con destinos nada más) con la serenidad junto al silencio. Hay alguien preguntándose si la poesía aclara más nuestros caminos. Hay unas palabras y unas imágenes dentro de cada uno de los sentidos. Hay una denotación de estar ante algo que llamamos pensamiento. Y hay un canto dentro de la atmósfera que la hace ricamente sonora. Estamos ante el inmenso caudal de saber qué es la vida. Hay un hombre o una mujer (da lo mismo cualquiera que sea su género) que es sencillamente un ser humano. Hay un ser humano sentado en el mismo vértice de la conciencia, mirando al vacío. Hay un vacío lento que camina con pasos cansados pero amenazadores. Hay ganas de vivir pero la muerte de los poderosos es halagadora. Hay un poderoso que rompe el camino convirtiéndole en un zigzag de expresiones vanas.