Que triste nos viste una noche sin ilusión,
con torpeza al dormir,
de viento suave y olor a desconocido.
Un trato demente, una mano sin dueña.
Úsame.
Hoy.
Hay dos clases de seres humanos: los que a veces sufren y los que a veces no sufren. En realidad, existen dos puntos de vista sobre el amor: el que impacta y el que no impacta. Los seres humanos se dividen en dos grupos: el A y el B. El A es el del Amor. El B es el Babieca (y ya se sabe que Babieca era un burro). Jejeje.
Yo ya sabía de la existencia de Juan Belmonte, uno de los toreros más grandes de la Tauromaquia a nivel mundial; pero no tenía ni idea de que existiera Belmont. Fue sólo cuando me atreví a cruzar el “charco” (entiéndase Océano Atlántico) que me ecnontré con él. Vestido de azul y blanco, sin más adorno especial, a Belmont le conocí en el año 1994 después de Jesucristo, aunque ya antes había tenido algunas referencias de él allá por 1986 antes de Jesucristo aproximadamente. Así fue cómo me hice amigo de él para no aburrirme en los días pesados. Conocer a Belmont fue un placer inolvidable. Pasamos doce o trece años interesantes Belmont y yo. Mientras él escuchaba mis historias, se encendía de entusiasmo. Y es que Belmoont era mi confidente favorito.