¿Hay prisa por vivir?, pensamiento.

Cada vez que pregunto para ir al horizonte me dicen lo mismo:
¡Siga, siga, está ahí enfrente!
Y siempre igual, siempre que pregunto por el horizonte, la misma respuesta,
la misma dirección: ¡Ahí enfrente, siga usted, ahí, ahí! ¿Acaso no lo ve?

Estoy algo cansado de jugar a este juego tan agotador, que deliberadamente te deja un poco de energía para que sigas atrapado jugando: jinete, caballo, zanahoria ¿qué o quien sigue a qué o a quien?.

Poesía y Prosa.

Todos los escritores que llegan, algún día, a ser grandes en su profesión, empiezan desde muy niños a escribir poesía y luego, algo más tarde, se inician en la prosa. Muchos se preguntan ¿por qué sucede esto? Es muy fácil y sencillo de explicar. El origen de la poesía son los sentimientos mientras que el origen de la prosa son los pensamientos. Por regla natural de la evolución de los seres humanos, primero sentimos (incluso ya desde que nos engendran en el cuerpo de nuestras madres) y después pensamos. El raciocinio de los pensamientos humanos es posterior al instinto de los sentimientos humanos. Esa es la razón primordial por la que quienes llegan, un día, a ser grandes escritores comienzan primero por ser poetas para despues ser prosistas. Un ejemplo claro, por poner solamente uno de los muchos miles que hay, lo tenemos en el gran escritor ecuatoriano Benjamín Carrión Mora. Sabemos, quienes conocemos su vida y su obra, que comenzó escribiendo poesías y luego pasó a la prosa hasta llegar a ser uno de los grandes pensadores de América Latina y conocido a escala mundial. Sigue Leyendo...

Cuento I

El frío llegó de pronto. Invadió la ciudad y se colaba por las rendijas de la casa. Sólo había una estufa de leña para calentar todo el edificio. Era una casa antigua, de aspecto victoriano. El hombre se afanaba echando leña a la estufa. Vestía pantalones de pana y camisa blanca. Cuando salía de casa se ponía una chaqueta prestada para tapar los remiendos de la camisa. En las manos tenía manchas de tinta, la señal del escritor.
En la habitación se amontonaban papeles y libros por todas partes, por el suelo y encima de todos y cada uno de los muebles.
Una vez que consiguió que en la habitación hubiera una temperatura que disimulara un poco el frío se sentó a escribirle cartas a los editores, como hacía todos los días desde hacía años. Después de terminar con las cartas empezaba a escribir sus relatos.
Suena el timbre, el cartero. Con otra carta rechazando sus escritos. “Escribe algo que guste”, le decía su amigo, con el que se reunía todas las noches en el pub del barrio, “Algo romántico, con final feliz, no esos poemas y relatos tan tristes”. Pero él se empeñaba en seguir cantándole a la luna poemas y relatos de desamor y melancolía… Sigue Leyendo...