Saltamontes

Era su palabra clave. Cuando se provocaban tanto hasta discutir, era el freno de mano. La forma de recordarse que se querían más que lo fuerte que fueran los gritos. “Saltamontes”. Dicho con los ojos como platos, como el que se ve al borde de un precipicio a punto de caer. Frena o nos estrellamos. ¡Saltamontes!

Pero por olvidarse de lo que se querían, se olvidaron de su clave, y ya estaban estampados contra el suelo.

Ella a veces esperaba oírlo, o que él lo escuchara. Un día le pudo el recuerdo y no pensó demasiado. O no friamente.
Escribió “Saltamontes” por las calles cercanas a su casa, esperando a que él lo leyera y recordara lo que significaba.
Él pasaba todos los días justo por delante de una de las pintadas sin que su memoria hiciera caso. Hasta que un día, en esa misma calle, se topó con una pareja discutiendo. Con vergüenza ajena, y propia al verse reflejado en ellos, giró la mirada hacia otro lado, hacia el punto exacto donde se topó de nuevo con la que era su clave. “Saltamontes”. Recordó entonces lo que quería decir para él, para ellos, sin pasársele si quiera por la cabeza quién había estado detrás del rotulador que la escribió.
Siguió recorriendo calles, aturdido por los recuerdos que habían comenzado a sucederse como secuencias de cine, y las otras pintadas empezaron a aparecérsele donde siempre habían estado pero nunca las había visto. La cabeza le daba vueltas. No podía ser ella. No podía haber ido escribiendo por las paredes. No podía estar pidiéndole una tregua. Sigue Leyendo...

Bajo la luz de la Luna

Pobreza por todos los lados por donde se mire. Las guerras armadas hacen estragos. Estamos a finales de enero del año 2015 después de Jesucristo y seguimos viendo pobreza por todos los lados por donde se mire mientras cada vez hay más guerras. Pero existen paradojas. Con escasos metros de distancia, en Bombay y por un solo euro, te puedes beber un café con leche que sienta mejor que todos esos mogollones de combinados raros que te cuestan, a tan solo unos pocos metros de distancia, tres euros con sesenta céntimos y te dejan más pringado que el más pringado de los que pululan con chavalas que, para decir la verdad y nada más que la verdad, me son más indiferentes que el pato Lucas desplumado. Y es que a escasos metros de Bombay te despluman tanto que algunos que vienen de “pollitos” terminan más despeluchados que el peluche de mi tatarabuela. Paradojas de esta existencia en donde las existencias son tan escasamente interesantes que lo mejor es pasar de todos estos “pollitos” y darse un pire por la memoria. Sigue Leyendo...