Me resulta tan abrupto escribir ahora, tan temporal, tan como las prisas que sientes cuando ves que tu helado se derrite y no sé, me resigno a copiarme y tratar de eludir estas 7 voces que te llaman.
Sentado, de pie o paseando, cuando me paro a pensar y trato de encadenar palabras con tal gana, te cubro de letras, te cubro esquiva, preguntándome qué salió mal.
Tengo tantos demonios que me advirtieron recordándome sus palabras que los insistentes en que salga a la calle a sonreir se vuelven mudos, pero su silencio es el más oído en todo mi pecho, he de salir de esta; siempre existe una primera vez.
Pero me encierro, te escribo, te recuerdo, te palpito, y sigo siendo todo un cerdo, un puto cerdo.
“Antes de juzgar a una persona camina tres lunas con sus mocasines (Proverbio Indio) Yo no digo nada.
Por favor, limítate a usar tus manos para otra cosa que no sea comentarme
“Es propio de hombres con cerebros pequeños embestir contra todo aquello que no les cabe en el cerebro; intolerancia” (Antonio Machado). Yo no digo nada.
Puedes juzgar a los demás cuando te conozcas a ti mismo. Ahora dime: ¿Quién entre nosotros es culpable y cuál inocente? (Khalil Gibran). Yo no digo nada.
Perdona, tío, pero yo no estoy diciendo nada. No te estoy comentando porque yo no estoy diciendo nada. Sólo son comentarios de personas muchos más famosas que yo. Si quieres quejarte dirígete a la Historia de la Literatura Universal pero que conste, tío, que yo no estoy diciendo nada.
Te quiero papi