Con los sentidos impregnados de los aromas del ayer, observo de lejos tus realidades de hoy y reconozco en ellas la esencia que traías contigo cuando volviste. Las luces del pasado te identifican y te nombran renovador de experiencias inacabadas, de tradiciones reverdecidas, de sabidurías heredadas. Llegas con tu brillo nacarado, tu prudencia innata, tu alegría de ser, y nos contagias de luz dorada que no se apaga hasta que te vas.
Si las cosas fueran como ayer, si fuéramos otros, las diferencias del hoy jugarían a nuestro favor. Si tú fueses él y yo fuese ella, nuestras energías se combinarían continuamente. Tú serías mi realidad diaria y te ayudaría a encontrar cada mañana la clave del día. Y tú me ayudarías a mí.
Ella, a la altura de mi cabeza, otea nuestros pasos y sonríe con la inocencia de la primera juventud. Planea su presencia impalpable por la habitación, reside en las plantas, en los minerales y en las conchas. Te aprueba y sonríe con la inocencia de la juventud. Y yo muero cada día un poco más pero tú me ayudas a renacer.
¿Varias generaciones reunidas?
Un texto precioso, lleno de alegorías, que se entiende con el corazón.
Abrazos.
Tocas el sentimiento profundamente, Carlota. Tu texto es emotivo y lleno de inaudita esperanza. Tiene sabor a día noble y elevado.
Precioso escrito Carlota. Precioso. Besosssssssssssss. Alaia