Dame palabras, como si derramaras sobre mí
el ansia de un saber secreto, la lujuria del sentir,
la esencia del sentido.
Sonoridades abiertas a la excelencia de la tarde
y éfímeros cantos.
El sol se alza sobre su pedestal romano y se proclama dios.
Nada se ausentará de tan intenso instante;
nadie abominará de su razón humana,
y el caminante se detendrá en la bodas del eterno ciclo.
Elvaré mi canto a las estrellas mientras sacio de palabras
los murmullos de los rios, la sequedad de los arroyos.
Y volveré a esgrimir el verbo conjugado
cuando el horizonte resurja de un espíritu cuajado
de plenitud.