Me gustaría tomármelo en vaso corto,
sin hielos,
con fuerte un sabor amargo que escapa por los pelos;
sirenas,
jalo un poco de humo y corro para fuera,
a ver si sigues viva para calmar estos celos.
Aquí sigo aún doliéndome el pecho de recordarla tierna y canalla,
porque sí, canalla, porque me huiste y perdiste las vueltas,
pero yo sigo aquí, fuera de mí,
olvidando mi sed por calmar al destino.
Y como el interludio de nuestro querer,
ahí estuve quejando y cosiendo,
mirando que esto no es detener el tiempo,
que ya no sorbo igual del vaso,
que no quiero volverte a ver diciendo:
“Ya no somos cómplices de la sonrisa que tararean los baños de aquel bar”
El arte de leer lo invisible,
oír en el vacío,
entender en el caos.
Frecuentaba bares imaginarios donde conocía harpías imaginarias,
sus vicios eran caros,
sus manos eran bastas,
su amor inconfundible,
sus dos caras, sus dos cruces.
El arte de leer lo invisible,
oír en el vacío,
entender en el caos.
Frecuentaba bares imaginarios donde conocía harpías imaginarias,
sus vicios eran caros,
sus manos eran bastas,
su amor inconfundible,
sus dos caras, sus dos cruces.
Cambiar la tasca por columpios,
retomar un cuaderno sin pasta
y hacer garabatos de rabia.
Tomarnos la vida en añil,
el rosa sigue soberbio
y nos folla sin vivir.
Abrir la cartera y encontrar viejas fotos,
de compañeros rotos,
de ascos en plazas y abrazos de basurero.
Recordar la ignorancia,
cambiarla por besos.
Le sonrío a la vida cuanto más puta sea,
que le rabie a esa sombra.
Mírame, soy tu testigo,
vi como te marchaste y no llevaste abrigo.
Ahora no pidas mi alfombra,
serás otra que no se queda.
Me huele a flor el camino de vuelta,
trascendental, simple y fugaz.
Es de noche,
hace calor
y dos nos acompañan, luna y sudor.
Árboles que nos resguardan, arbustos que nos mienten.
Mírala, boca tapada y fervor en la sangre.
Vierte tu fragancia en este recipiente
y date la vuelta.
Tengo un rincón guardado para ti,
una canción que no entonaré
y el sastre en paro sin dibujar tu vestido.
Tengo un número al que no volveré a llamar,
un camino que dejaré sin asfaltar
y una esperanza maldita de que te podré recuperar.
Pero hoy y libre me arresto a tu cárcel de la que no pretendo escapar,
que aún teniendo llave la cerradura jamás podré llenar.
Y dije: ven…
Pero ya no había puerta.
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