Sentado ahora estás, en la puerta del bar,
la cabeza encerrada, en pesares y demás…
La vida se va, delante de ti…
los coches a prisa, parece el final
y tu cara triste, no quiere ¡gritar!
Dónde voy a ir,
¿qué hacer?
así tan mayor…
papeles dejé,
que se morirán
en algún cajón…
Te he llorado tanto…
que el espejo me veía
sin reconocer la cara
entre las mejillas blancas
y marcas de rimel en piel.
Te he llorado tanto…
entre cristales nublados
por el vapor de la pena
y las lágrimas tan negras,
que se me rompe el reflejo
de la luz frente al cristal.
Oye el canto del jilguero
pegao’ a tu vera, morena.
El silbido del buen mozo
pegao’ a tus rejas, morena.
Las notas de su guitarra
entre tu rizos, morena…
Escúchalo con dulzura, morena,
no te preocupes por nada, morena,
que sus palabras son bellas, morena,
y daño nunca te harán:
A María la del patio
le encanta soñar,
vende margaritas
para bailar y cantar,
que sí, que sí
las del campo
esas que son amarillas,
con su arte y desparpajo
saca unas buenas pelillas,
para pagar su maestro,
hacerse buena cantante
y bailar con mucho esmero.
Te acercas hacia mí muy suavemente,
dulcemente paseas tus manos por mi cintura,
me doy la licencia para llegar a tu cuello
y entrelazándonos, sintiendo latir la misma vida,
llegamos a un abrazo amado…
Abrazo amado, que me hace electrizar todo mi cuerpo,
temblar desde las uñas de los pies hasta las cejas,
derretirme al sentir tu respirar cerca de mí…
En sus ojos se ve la luna nueva,
en sus ojos se ve el amanecer,
en sus ojos cerrados sueños de nuevos días,
en sus ojos abiertos presente de lo que es..
Mujer que deambula despierta
en busca de un no se qué…
de colores de geranios,
que la alegren más que ayer…
Tras el cristal, ves la vida…
Detrás ,lo que eres…
Delante, lo que puedes ser…
Y contemplas ansioso,
con mirada de niño
que sueña con nuevo mundo,
que vive cada segundo.
Y miras esa Tierra cercana,
esa que ves
al alcance de tu mano,
Esa que parecía tan lejos…
Entre los matorrales
de la ladera hasta el río,
corren camino abajo,
tus sueños y tus suspiros.
Se pierden aunque los llames,
aunque les grites bien fuerte,
porque no quieren dañar
al pecho que los contiene.
En la lejanía de tus pensamientos
no encontré sitio para mis versos,
tus palabras brotaban por puro placer
de traer dolor, desdicha a mi ser.
Te sentías el más grande,
el fuerte y temido,
y nunca sentiste el ser bien querido.
En la lejanía de tus pensamientos
no quedan palabras que me traiga el viento,
no quedan caricias, no queda ya nada
ni siquiera el rencor que tú devorabas.
En la lejanía de tus pensamientos
te llevaste los míos, déjalos allí..
¿Te quieres curar de amor?
Y ¿cómo se hace eso?
¿qué tengo que hacer?
¡Dime, los ingredientes perfectos!
Atiéndeme bien mi niño:
Si no puedes amar
porque te da miedo el dolor
será mejor que te tomes
este jarabe mi amor…
Cuando tu voz entra por los senderos de mis tímpanos,
me pierdo en la magia de tus palabras,
me siento volar sin tener alas
y vuelvo a aterrizar cuando me llamas.
Cuando tu voz entra por los senderos de mis tímpanos,
mis versos salen sin pensar hacia tu encuentro,
la noche se hace día entre tus risas
y yo siento latir de desespero.
Cuando tu voz entra por los senderos de mis tímpanos,
se acelera el tic-tac de mis latidos,
se acrecienta la marea de mis deseos
se adormece ensimismada la razón y el pensamiento.
Si te vas, si me dejas
ya no habrá primaveras,
se dormirán los castaños
dejando bailar sus hojas,
anegando nuestras calles
con el olor a humedad,
como despojos de alma
que fuera de pecho están.
Quisiera bajarme de este tren
y olvidarme del camino recorrido.
Aguardar en la próxima estación,
ese que sería mi último destino.
Sitiendo que en la espera, tú vendrás,
soñando que en el andén, me esperarás,
que el ancho de tus brazos abarcará
mi cuerpo entre tu cuerpo sin pensar.
Bajaba la empedrada calle
llamada de los faroles,
estrecha, acogedora, sencilla,
una auténtica maravilla,
con los balcones cargados
de geranios, de claveles,
jazmines y gitanillas,
llevando en mente quehaceres
e historias de serranías…
El paso del tiempo ha vuelto negras las sillas blancas,
torna rotos los techos de todas las blancas casas,
y el jardín verdoso cubierto de bello jazmín,
se ahoga entre ranpantes lianas, yedras y campanillas.
El paso del tiempo ha secado el pozo del que recogías,
los cubos y pipos de agua para la sed aplacar,
ha dejado seca la tierra que ahora sólo es polvo,
ha cerrado todas las ventanas de cristales rotos.
El paso del tiempo apagó la que era tu risa,
y a cambio ha dejado sus huellas en tu piel,
ha cerrado la luz que inundaba nuestro patio,
donde sólo son tus ojos lo único que no cambió…Sigue Leyendo...
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