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Entre las cañas del río

Entre las cañas del río
retazos de mí olvidé,
a conciencia o por descuido,
qué importancia ha de tener.
A veces para seguir el curso
es mejor dejar atrás,
lo que nos pesa y oprime
lo que impide caminar.

Entre las cañas del río
dejé tus besos divinos,
porque me quemaban tanto
que necesité respiro.

Las astillas de tu piel

Las astillas de tu piel se están clavando
en los poros de la mía aún sin querer,
y a pesar de que ha pasado mucho tiempo
desde el día que en la noche te encontré,
no quisiera renunciar ni a un segundo
de tu risa, tu alegría y de esa piel…

Las astillas de tu piel me están diciendo
que mis manos tienen ganas de entender,
los recodos que les quedan por saber
de ese cuerpo inquietante y misterioso
que se arrima a mi alma y a mi ser.

Tan sólo amor…

Amanece y las gotas de rocío me refrescan, me dan vida junto a ti, como a las otras todas tan bellas…
Al poco, los rayos de sol me hacen daño, esas gotas de rocío que cayeron me están quemando.
La resignación forma parte de mi vida, dejarme hacer no queda otra, no tengo otra posibilidad… Como las otras todas tan bellas…
Estoy feliz, ¡muy feliz! Tengo a tu cara frente a mí, tan grande y hermosa, yo… tan pequeña, tan diminuta, tan poquita cosa…
¿Qué te diría? ¿Qué me dirías?
¡Ay! Si supieras que de mi tallo quiero salir, quiero partir… Para estar cerca, aún más cerca de lo que ahora te tengo aquí… Sigue Leyendo...

El viento

El viento malgasta
el viento enfurece
las almas que andan
en cuerpos inertes.
El viento te azota
te hiere y desarma
dejando cabezas
dolientes y mansas.
El viento perdido
se prende en veleta
rastrea dirección
y vía que seguir.
El viento es respiro
es aire movido
que siente mi cara
y aleja el olvido.

Tus cartas sobre la mesa

En la puerta me dejaban,
trozos de ti para mí.
El señor que los traía
nada más podía decir:
Buenos días aquí las tienes
hoy llegan dos para ti…
y mis manos temblorosas,
no sabían cual abrir.

Me metía para casa,
me sentaba en el jardín
o en el patio de vecinos
que mas daba donde ir…
Si ya llevaba en mis manos
lo que me hacía sentir…

Tengo miedo…

Tengo miedo…

Tengo miedo de que el tiempo
se me pare entre los dedos,
de que nada se detenga y todo gire,
de que dejes un instante de vivir…
Y ese tiempo que te pares
y ese tiempo que te pares…
sea suficiente para que oigas
como mi corazón, late por ti…

A destiempo…

A destiempo te marchaste
si aviso, ni un adiós,
y por más que preguntaba
nadie me dijo de ti.

Recuerdo que fue de mañana
cuando apenas salió el sol,
y por más que te busqué
en ningún sitio te hallé.

Arroz con leche

Del fogón no te alejabas
era como tu príncipe azul,
sobre todo en esos días
de cuaresma a bien guardar.

Tu delantal por bandera,
tus manos siempre impecables,
tu blanca melena “enroscá”
con ese precioso moño
que no se puede “olvidá”.

Una tarde de calima…

Te fuiste, una tarde con la calima, dejándome un hasta luego amor por despedida. Pasaron las horas, y sin noticias, algo asustada salí a encontrarte… Te busqué por las calles, por los bares,
por las plazas de suelos enarenados, por los campos de húmedos viñedos, por los refugios tuyos…
que sólo yo conocía… y… no te vi…

Mis ojos sufrían doblemente, por un lado el maldito polvo isleño que azotaba, y por el otro…
el pesar de buscarte y no encontrarte.

Tenía que volver…

Tenía que volver, no queda otra
aún nos queda mucho por decir,
por contar en historias de hojas sueltas,
en pentagramas olvidados en la cama.

Tenía que volver, para contarte
mis pensamientos prendidos hacía ti,
compartir alegrías y tristezas,
porque de todo queda por vivir.

Nuestro silencio….

Hagamos silencio al caer las hojas de los árboles,
al contemplar el amanecer junto a la orilla del mar,
al tocar la arena de la duna junto a la playa,
al sentir el calor de la misma en los pies…
Hagamos silencio… Nuestro silencio….

Hagamos silencio al oler ese ramo de violetas,
al mirar sobre el horizonte esa puesta de sol,
al descubrir una lágrima en tus ojos,
al leer esas cartas sin principio ni fin…
Hagamos silencio… Nuestro silencio…

Mírala…

Mírala bien, no te la pierdas…
Está preciosa, bellísima, hermosa.
Me he asomado otra vez a la ventana,
es digna de ver esta noche, está radiante…

Mírala bien, no te la pierdas…
¿Está lejos? Es relativo, la siento cerca…
Tan cerca que las yemas de mis dedos
parecen tocarla, sentirla, acariciarla…

Con los cinco “sentíos!” vivirte…

Es parte de ti
la que quiero oír en mí,
son tus notas, tus canciones,
es tu timbre, es tu tono,
es toda tu intensidad,
que me embelesa y ataja
todo el día en el pensar…

Es parte de ti,
la que quiero ver en mí,
son tus pupilas, tus cejas,
son tus párpados, tus lágrimas
son tus ojos, es tu mirar,
el que me pierde y extasía
todo el día en el pensar…

Mis ojos… Tus ojos…

Antes de levantar mis ojos
y clavarlos en los tuyos,
sentirás que te he mirado,
imaginarás que te he besado,
y soñarás que te he abrazado…

Antes de levantar mis ojos
y clavarlos en los tuyos con ternura,
sentirás que te miro con dulzura,
imaginarás que te beso con pasión,
y soñarás que te abrazo con fervor…

Me pierdo en tu vaivén…

Sinuosamente te mueves,
equilibradamente una tras otra,
pausadamente, en serie…
Te miro y contemplo ese vaivén,
me relajo, me adentro
en esa tranquilidad,
divina sensación de serenidad,
me envuelves, me dejo
envolver por esa paz…
Oh, mar!
Cuanto de ti saben las olas
y cuanto de mí,
les dejo conocer también a ellas…

Calle Málaga

Calle Málaga salerosa,
hoy te vienes a mi mente,
con todo tu olor a canela,
a vino moscatel, a limón,
a naranja, aceite de oliva,
a frescura y a matalauva.

Calle Málaga primorosa,
hoy regresas hasta aquí,
trayendo todos los cantos,
ilusiones de San Idelfonso,
papeletas a doquier,
entre aceite, azúcar y miel.

Cerrando mis ojos…

Cerrando mis ojos te pienso y te sueño
y en cada momento te siento llegar,
dejar tu chaqueta colgada sin más,
venir a mi cara y quererla besar.
Cerrando mis ojos te veo y te siento
y en cada segundo te sueño venir,
correr a la puerta que espera tu mano,
abrir ese pomo que espera por ti.
Cerrando mis ojos te miro y te pienso
y en cada rincón te siento gritar,
llorar con desdicha a lágrima viva,
secar las heridas que tienes en ti.