Todas las entradas de: Adrielg

Soleá

Busca ávida su trazo
la inspiración ceñuda
del poeta y literato

Se desboca insensato
en el cruel abismo
de su papel en blanco

Torna a descubrir aislado
estre aguafiestas y ladrones
la razón de su desengaño

Décima

Esta pasión que quema
deja la palabra exhausta
acongoja, mata, levanta,
cada canción y tema.
Descubrí, pues, la espinela
en un momento radiante
cuando enanos y gigantes
su altura equilibraban
y al bardo maltrataban
con su ignorancia suprema.

Copla de Arte Mayor

Se hunde en el torbellino de su lago.
Y bebe allí silencios, sosiegos miles.
Traza un milano de pasiones viles
el olvido del camino, de un andar sano,
la cúspide nevada del grito y el halago
que se desprende con crujir sombrío
de su sueó, su esperanza, su goce tardío
cual quieta noche de pensar alado

Adriel Gómez Mesa
Marzo 2010

Tercetillo

A la sombra encadenada
de una risa que traiciona
tientas funestas alboradas

Hay recompensa encubridora
de falsas alegrías opacas
son las señas que devoran

un amor que frágil saca
de su fuerza enaltecida
las concordias y las trazas

Copla de pie quebrado

Algún día han de acabar
Esas lágrimas que brotan
De este estío
Que en mí tiende anidar
Palomas de alas rotas
Sueños sombríos
Tumbas que lloran sus mármoles
Raros gritos lucifugos;
Lágrimas mías
Borren las señas mortales
De hondos pesares oblicuos
Oh manía.

Adriel Gómez Mesa
Marzo 2010

Soneto

Amor que en la penumbra huye
Como un relámpago de tristezas
Ya no mido el pavor de la pobreza
Que en mis latidos todavía fluye.

No hallo el don que sustituye
La dócil majestad de tu belleza
Ni la frágil bondad de la riqueza
Que de tus labios robé en octubre.

Zéjel

Cogiste del sol iluso
Su puñado más difuso.

Con su brillo en las manos
Ciegas defectos humanos
Chismorreos de fulanos
Olas de un mar confuso.

Esta luz brilla inocente
Sobre la más pérfida frente
Apaga órdenes de jefes
En papeles inconclusos.

Un día extraordinario

La pregunta que más me inquieta: ¿por qué puso Dios tanta inquietud en mis ojos después del sueño en que morías?

Por eso creo que la de hoy ha sido una mañana extraordinaria. En una librería particular vendían libros pequeños a precios altos; en una esquina, un pordiosero tocaba su guitarra con la maestría de un consumado concertista; a la entrada de un edificio, una mujer instruía a su esposo acerca de cómo lograr un sazón excelente para los frijoles del almuerzo mientras ella, muy coqueta y acicalada se disponía a salir en un sospechoso paseo; había enemigos que ayer eran amigos y viceversa; Sigue Leyendo...

Cóctel

Ayer escuché tu grito.
era un canto de estrellas
desparramadas en un tapiz
de arcanos universales.
Palabras asesinadas al borde de tus labios
pugnan sobrevivir en el cóctel de tus sentires
Miedo, furia, celo,
lágrimas, sonrisas, risas,
llamas de tu infierno
navegan el mar de tu promesa.

El Angel Demolido

Fueron mis padres. Ellos tuvieron la culpa. Crearon el molde donde habrían de insertar sus proyectos preconcebidos, asombrosamente ajenos a mi naturaleza, regida por los impulsos del anhelo. Nada ni nadie, entiéndase bien, podrían apartarme del camino elegido para mi por mis padres antes de mi nacimiento. Querían hacer de mí un Mesías para que al morir se repartieran las gentes los pedazos de mis ropas, y aún de mi cuerpo si fuera necesario, y los esparcieron en cada templo del mundo; no me atrevo a decir templos cristianos porque mi nombre, según ellos, estaba destinado a encabezar la nueva redención de la grey. El plan de mis padres era perfecto como la coartada de uno de esos robos sensacionales. Hicieron el amor desaforadamente el día de mi concepción y calcularon que al finalizar el siglo tendría la edad de Cristo al morir. Sigue Leyendo...

Incórporeo

Ese día hacía calor en La Habana. Por eso la gente se extrañó de su atuendo de invierno. Lo vieron atravesar el Paseo del Prado, rígido como un robot, el portafolio en la diestra. Venía caminando desde el Barrio Chino, pero solamente después de subir y bajar la escalinata del Capitolio, fue que notaron su presencia. Todos oyeron una voz que partía desde la base de la escalinata: “¡Ataja!”. Un muchacho se interpuso en su camino con los brazos abiertos. Pero fue como si lo atravesara un soplo cálido. “¡Ataja!”, repitieron. El hombre seguía adelante. Cuando transitaba frente al edificio del Tribunal, se le abalanzaron un custodio y un policía. Sigue Leyendo...

La Casa de Charles

En las florestas del parque metropolitano, lejos de la pétrea distribución citadina y sus coordenadas cartesianas, encontró Charles la muerte, sin saber que estuvo encerrada por años en las medianerías de su casa.

I- La Puerta.

Era como la de los castillos medievales, alta y tremenda, imposible de derribar con un simple toque de los nudillos o con palmadas amistosas.
Desde que pensó Charles en lo obligatorio de construirse un mundo, sin detenerse a ver que muchos de sus paradigmas armaron sus ambientes propios a base del esfuerzo hacedor, su primera preocupación fue dotarse de la seguridad necesaria. Sigue Leyendo...

Calculus non calculus

Carlo Frantichek había salvado a la humanidad a pesar de las equivocaciones de su método; ¿pero que importancia podían tener sus equívocos si se les comparaban con aquel gran error de sus contemporáneos? Ellos habían confiado ciegamente en las máquinas. Y allí estaba Carlo Frantichek con la manualidad de su sistema contable alzándose por encima de las pequeñeces del mundo: dominaba sus acciones, y la población mundial no se molestaba: sobrevivía gracias a Carlo.

Vivir inmerso en su matemática existencia significaba repasar a diario operaciones de suma-resta, multiplicación-división, todo un universo rigurosamente lógico. Sigue Leyendo...

El fuego del hogar

La sentencia le retumbó en los oídos, repercutiendo con la fuerza ancestral de centenares de miles de residencias.
—El fuego del hogar es sagrado —dijo él. Estaba aburrido y quería hacer algún comentario.
— ¿Sabes por qué? —preguntó ella, más por seguirle la corriente que por un verdadero interés.
— Es otro de los resultados de la evolución. El fuego, además de brindar calor y ser el recurso para cocer los alimentos, con lo cual se digerían mejor, brindaba protección contra las fieras que merodeaban.
Ella se recostó cómodamente en el alto espaldar de su silla, reflexiva. Sigue Leyendo...

Disolución del triunfo

Disolución del triunfo

Eran momentos propicios para la concentración, justo después de la tormenta de plomos.

La mañana lo encontró descansando tras un largo sueño, y era clara esa mañana, silenciosa, hasta donde lo permitía el gorjear de los pájaros. Por fin tenía una compensación a los agitados días anteriores. Antes, dormir junto al cuerpo tibio de la muchacha no era una apacible invitación al sueño sino una reproducción continua de escenas amorosas en su mente.

La quimera importada

Dorada multitud de rosas
golpea en sus ojos,
con aleteo incierto.
Es un viejo inválido el tiempo
sentado frente a su fogata de nieve
y pasa, pasa fugitivo el anhelo
como un relámpago que llueve
sobre témpanos de fuego
en la quimera importada de su sueño
y la cruel espina de su infierno.

El día de tu corona

Lejano no está el día
en que los pétalos de tu corona,
como un amasijo de estiércol,
enloden los sueños
que tus sienes orlan.

Un vendaval de luces oscuras
como murciélagos errabundos,
ciegos de sol,
se te enredan cual condena jubilosa.
Prismas moribundos
acallarán los alaridos
de tus auroras apagadas.

Viejos Amigos

Viejos amigos me aguardan
Entre cuatro esquinas formados
Silenciosos conversan
Con los olores del tiempo.
Viejos amigos;
Baten cartílagos al calor de mis dedos
Se mueven en acompasado horario;
Me hablan,
Les hablo, y
Juntos sobrevivimos
En coloquio benigno,
fenomenal riqueza
de carbones y cenizas.
Son inmortales mis viejos amigos.
Quiero que algunos
vayan conmigo a mi tumba.
Oct. 2008

Dice el Maestro

Tiene el maestro razón
En su ardiente locura
De sacrificios nutrida.
Dicen bajos espíritus
Que no comprenden la melodía de su voz.
Lo escuchan somnolientos
Toman de su acerbo
Las metáforas,
Y como parásitos las engullen,
En discursos falsarios, purulentos.

La intriga

Detestaba las intrigas de su socio. Detestaba su biblioteca, que tenía que visitar puntualmente, religiosamente, para recomponer el desastroso estado de las cuentas y organizarle el papeleo de contratos y legalidades. Detestaba su silencio, el secreto que lo enriquecía a la sombra de días y noches transcurridos en el buró, sacando cuentas; sí, muchas multiplicaciones para su socio; para él, pocos dividendos, jornadas que mal compensaba la mísera llegada de su salario fijo y único. Y lo que más detestaba era que la intriga se cebara en los lomos de los libros, en las portadas y en la página de presentación. Al mirarlos él, no podía informarse de su contenido de un vistazo, como le gustaba. Colocados en la ringlera de los estantes, con cuidado, carecían del completamiento de sus títulos: Curso Básico de… Sigue Leyendo...