Todas las entradas de: Frutodelanada

ESA ESPERANZA QUE RESPETO

Nacimos sin querer y en ocasiones por simple “causalidad”. Los frutos de la nada compartimos existencia con los esperanzados, con los que se aferran a su derecho a creer, con los que creen que las razones para creer son suyas, pero se las han dado. Los frutos de la nada caminamos a pie de calle y callamos, porque la vida tiene un profundo sentido de resignación y aceptarla es aceptar la pura creencia de que acabará con nosotros. Me da igual quien sienta unos cánticos celestiales cuando se vaya de aquí; quizá mejor tener un sueño que tener los ojos abiertos. No por escribir desde la razón, se es menos razonable, y mucho menos se olvida uno de la esperanza, del compañerismo, del apostar por los más débiles, de sentir que lo que tu corazón siente puede rebotar en el mío. Sigue Leyendo...

Vida que te quiero Vida

Ando con ganas de no hacer nada, perdido en el calendario como una fecha inútil. Escucho a la gente que habla de la vida y sigue jugando a los ciegos. Hay menos cartón en los contenedores y la gente de la chatarra sucumbre ante los envases de plástico. Los grandes y vitales seres que poblaban los bares se mueven inquietos entre el miedo y la desidia. Se nos ha quitado un decorado bonito, y ahopra vemos el fondo del paisaje: gris y sombrío. No te convence nadiede que el mundo es conquistable, te pierdes en un curso de fontanería y descubres que no hay averías, porque no hay potable. Esto es la narcolepsia tolerable, aquello que vivieron los medievales panzones y los hijos de la peste. Me asombro ante el silencio que llena las mañanas y he dejado de ver al tonto del Patillas llevando el carrito que mangó en el súper. ¡Esto es el lujo de la miseria! Regresamos para ser el teatro de operaciones de los turistas con pastita, o los compradores de ruinas, o los especuladores de sol. Sigue Leyendo...

Huele a mentira

Las noches se han cubierto de inmensas mierdas. Los borrachos pasean acojonados soñando tiempos mejores. Detrás de las farolas se amontonan sueñan y deducen los cajeros sus créditos mentirosos. Chavales que juegan al balon y sueñan, y sueñan que sueñan hasta llegar a poco; algo más que la merienda y siempre seca. Huele a mentira en la tele estirada y en los discursos que nadie escucha, porque están ya muertos. Cuando llegue el momento de hacer caja, los ricos serán ricos y más rebajas para los que tiran como pueden o pueden con lo que les quitan. Denunciamos poco esta vida entr cartones. Seguimos colgando de sueños de papel y premios enningún sorteo. Sigue Leyendo...

CRISIS, CRIS Y LOS CRISTALES ROTOS.

Me he muerto en la librería. Aquél que estaba robando un libro era el negro más odiado, el sin papeles el empapelao de turno. Se forran con nosotros, dice uno y Cris, que me acompaña, pierde las gafas. ¡Cuestan un huevo! Mirando entre los tomos mezquinos descubron que están junto al Capital de Marx. Todo tiene ese aire de desgarro, de ventanilla de metadona y flor en ojal del político turista. Nos moriremos de hambre y sin gafas. La Cris se saca un pañuelo de papel y se limpia los cristales. Una oculista de la calle inventando la mirada interior. Hace calorcito. La calle no deja de sentir la ausencia de baldosas y de bancos. Es un invierno, donde Madrid comienza sospechar que está perdido entre vencejos y Prados postcoitales. No compro nada. No me gusta nada. No puedo comprar nada. Y en ésto alguien anuncia un mercadillo de camisetas con tias en pelotas. ¡Cuatro por una! Los cristales rotos no están en las gafas de Cris. Madrid siga siendo el ruido del silencio. Sigue Leyendo...

Muertos de miedo

Se mueren de miedo en mitad de la esquina, junto al súper plagado de ofertas del día. Pasa un taxista silbaldo un pasodoble y se retuercen los taconesd de la diosa del barrio. Cuando llegue el otoño Belén Esteban será la reina de las hojas caídas. da pena que con sus echuras y labio leporino lloré con tanto arte que hasta las lágrimas se convierten en euros. Cristo la habría convertido en la Magdalena del toreo. Pilatos la hubiera elegido para sostyener las columnas de su palacio.

Aumenta la gente en la calle

Paseas y ves el mundo de cerca. No te importa si son blancos o negros o si tienen colores: pasan por la calle y abundan, como abunda la gente que ha perdido el horizonte o que jamás lo tuvo. A este paso la tele será la caja más mentirosa de la historia. Los políticos se convertirán en una raza de víboras que sólo saben jugar entre ellos. El hambre ha seguido existiendo. La crisis es la identidad natural de mi barrio, de mi calle de la gente de colores que pasea de noche y de día. El único cura que queda por aquí se lo está pensando, pero mientras le den de comer y pueda tener un banco donde sentarse…Todo ha seguido siendo igual desde siglos. Darwin se equivocó, o mejor escrito…si llega a descubrir mi barrio cambia su teoría. Sigue Leyendo...

Primera Comunión

Manuel no terminó de aprenderse el poema que recitaría en la parroquia. Lo repetía sin cesar en cualquier parte, pero no lograba aprendérselo. Cuando llegó el día de su primera comunión se olvidó de todo. Lloró amargamente sobre su almohada y su madre trató de consolarle. Llegó la hora y su traje blanco no le gustaba. Tampoco sabía a dónde iba y por qué. Su madre le decía que Dios vendría a verle. Pero su miedo era mayor: ni Dios ni poema, y encima los pantanes no eran vaqueros.

Detrás de cualquier esquina

La noche tiene nombre de casi ceguera. Es darle la vuelta a todo lo que consideran luminoso y puro. La noche tiene tonalidades grises, incluso se puede apreciar un púrpura inimaginable. El barrio vacío se mira en la noche. Nadie teme ser reconocido en la oscuridad. Un mundo de gatos y gatas encelados, vestidos como quieren y caminando, sin más. detrás de cualquier esquina siempreestá alguien. Jamás preguntes quién es, o cómo se llama. Cruza la esquina y pasa. Detrás de cualquier esquina imaginas que todo acaba. La noche aumente su oscuridad y no te das cuenta. Detrás de cualquier esquina es suficiente pararse y fumar despacio, como la gente del barrio, como la gente. Sigue Leyendo...

Mi barrio no deja de sangrar

Con ese gesto duro que le gusta marcar en su cara, y el conjunto vaquero, y las cadenas y las patillas. De riguroso total, tirando a barrio, Arturo dice que su barrio es su vida. En mitad de la calle se sienta en un banco y va comiendo pipas y jugando con la navajilla a cortarse las uñas. El tiempo le resbala porque el futuro es un desconocido juego de ordenador barato. Se enamoró de una pivita, pero le resulto extraño besarse y que la gomina le supiera amarga. Le desagradó ese juego egoísta de estar agarrados con aspecto de eternos. Y lo dejó, porque sí, por la mismas razones por las que come en casa de su abuela Elvira, la abuela de todos sus hermanos. Arturo pasa de su propia historia. Es fiel con su sentido. Lo que ocurre fuera de sus gafas de sol,le suena a revistilla de un euro y cuatro pincesas jugando con trapitos. Le rodea la misma soledad que sus amigos del billar. Allí flipa haciendo de cada taco un arma de combate contra planetas habitados por putas caras que se rien como tontas. Como siempre dice…al menos meto bola, y la vida sigue. esa vida que, traspasando la puerta del garito se limita a ser barrio coyuntural, espejo de despertares, amarguras reconocidas, guitarras rotas sobre cristaleras limpios con ajax y un trapo viejo. Pero su abuela Elvira, es siempre la referencia, la vieja cansada que le plancha el vaquero mientras él se ducha. Sigue Leyendo...

Una nueva papelera

Los papeles, todos los papeles tenían necesidad de un cementerio. Caían muertos, o simplemente eran tirados, como elementos inútiles de unas vacías llenas. Los suelos rebosaban suciedad y lluvia y hojas, en otoño. Los vecinos decidieron hacer una colecta y sacar unos eurillos para comprar una gran papelera. La colocaron en el lugar más estratégico del barrio. Los papeles, alfín tenían, su ansiado cementerio. Se llenó la papelera. Los muertos eran tantos que caían a los pies de la papelera golosa. Nadie los recogía. Los vecinos decieron hacer una colecta y comprar una nueva papelera. Y así, la buena voluntad de los vecinos logró llenar de papeleras un arrio lleno de seres saciados de papel. A nadie se le ocurrio recurrir a la buena idea de contartar a una persona que manipulara todo aquel juego. Podría haber sido un ángel llevándose las almas de los papeles a un paraíso de reciclado. Podría haber sido el Profeta del Barrio, deseo de saber quién fumaba cigarrllos americanos. Sigue Leyendo...

Cogiendo fruta tocada

Mi barrio se asoma a la inquietud de cada día. Cuesta vivir y cuesta saber por qué cada noche la luna es distinta. Una frutera maravillosa, vive en mi barrio. La miras a los ojos y tiene ese gesto que ponen los melocotones cuando estan maduros y huelen y todo. La llamamos Sandi, porque es redondita y está llena de lunares, que son comos la pipas de la sandía. Sandi saca sus bolsas, cada noche llenas de fruta tocada. Y allá van las manos sedientas del fruto prohibido a llenar las bolsas de humildad. ¡Cuánto prestigio para esta frutera! en mi barrio la fruta es cara, y hay hambre, como todos los barrios que los alcaldes no pisanmas que un día. A esa fruta la llaman “pa compota”, tocaíta toa…pero, pa compota. Consumir la vida. Ser valientes para reconocer que una mano alcanza lo que el bolsillo no tiene. Vivir en mi barrio tiene olor a silencio, pero del bueno, del que hace ruido hasta por las noches. Sigue Leyendo...

El Profeta de mi barrio

Le llaman Turico. Buena gente y con un ojo menos, pero buena gente. Después de las ocho, cuando sale del bar, se sube a un banco y habla de la mierda que sale de los bancos. Señala con sus dedos gruesos los grandes escaparates consumidos de consumuso y dice que el mundo no se acabrá nunca. El Profeta de mi barrio sabe lo justo, bebe demasiado y esconde su vida detrás de una chaqueta obsequio de Cáritas. La gente le conoce y se ríe. Turico se cree cuandto dice y juega ser un Profeta de barrio como los de siempre.

Robar una baldosa

La calle estaba llena de pisadas sin nombre. Un frío extraño, con sabor a otoño, cimbreaba en los ombligos de la plebe en veranito. Todos las aceras olían a caminos violados. El capricho de Juan era robar una baldosa. No tenía sentído su deseo, entre infantil y un poco a lo moderno. Con sus manos regordetas arañó el asfalto. Se fue preparando como un luchador de sumo. Fortaleció sus dedos hasta ser capaz de arrancar cualquier cosa y un día, arranchó la baldosa que más quería. Fue feliz, como son felices los peregrinos que ven a dios en cualquier parte o los carteros que acaban su jornada y reciben su correo personal. Una baldosa en forma de baldosa. Un elemental deseo que todo humano tiene, alguna vez. Sigue Leyendo...

Ciudades de papel

Ciudades que algunos se inventan,
como grandes maquetas de papel reciclado.
Alcaldes orgullosos de ser coronados
como reyes sin corona de sus ciudades.
Las calles tienen nombres y hasta apellidos,
y los barrios se agotan sin papeleras,
pero la luna sale para cualquiera
aunque reinen alcaldes de cafetera.
Madrid es museo llenos de arbolitos,
donde grandes marquesas llevan perritos,
perritos con los pelos almidonados,
para ladrar agudo como castrados.

El borracho

Ahí sigue todavía. Si llegó en algún momento, lo desconozco: ha estado siempre en la misma esquina, acurrucado contra su pecho como un papel doblado. Bebe en silencio. Mira el mostrador. Aplasta sus párpados contra el rojo de sus ojos. Está ahí, formando parte de un todo contínuo. Le llaman alguna vez, pero no se mueve. Si está vivo o no, lo desconozco. La calle lo ignora. Se ignora así mismo. Se sabe sólo en su postura plegada. Bebe sin detener el flujo de su vida. Bebe entre silencio prolongados. Bebe, de verdad, sin juegos de niñato, ni pantalones de finde. Es. Sigue Leyendo...

Y punto.

Negrata. La calle huele ya a verano. Semáforos rojos y pantalones cortos. La ciudad comienza a morir de angustia. Negrata vive entre la vida y la muerte. Juega en el retiro a ser tragafuegos. La gente se sorprende de su boca tan grande y de la llama generosa que vomitan sus entrañas. Un poli le ha dicho que se retire. No hay razones justas, ni injustas, ni nada…Simplemente dice que es un peligro publico, que su juego de llamas está prohibido. Negrata intenta decir palabras, pero el poli firme le responde…Y punto.

Enamorarse

Era pequeña, fragilizada por su sentido del ridículo. Se vestía siempre con camisetas pegadas al cuerpo y de colores oscuros. Nadie la miraba. En su sencillez había aprendido a ser discreta, a comer sin hacer ruído, a subirse en el autobús y sentarse en los últimos asientos. Se miraba al espejo y no se contemplaba. Tenía el tiempo justo para peinarse. Luego, al trabajo en una tienda de golosinas. Era frágil como el aroma de las primeras fresas, las que crecene n los bosques, ocultas de todas las miradas.

Un tesoro en la papelera

¿Te has fijado? Y el muchacho sonreía con cara de susto. El viejo señalaba una papelera y su dedo negro le indicaba que mirara. El muchacho ponía cara de asco. La papelera era un submundo, el relato de un deshecho, la herencia irónica de los obesos. El viejo hablaba de tesoros escondidos, de paquetes enteros de pañuelos de papel y hasta de carteras robadas con algún euro olvidado. ¿Te has fijado? Y el muchacho sonrería casi haciendo burla. Aquel viejo loco no valía nada, era un sin historia que meaba en la calle; casi una baldosa antigua y desgastada. El viejo miraba hacia el fin del mundo y el muchacho reía desde su impotencia. Una papelera era madre de un tesoro, de pañuelos de papel y cáscaras de plátano. La vida estaba escrita en su camiseta. El viejo era viejo, sin mayor historia. Se quedaron solos en mitad de la calle, en el lugar exacto donde nadie nace. Sigue Leyendo...

Sensibilidad

¡Eres un hombre! No hubo más razones. Con estas palabras le asignaron un papel, un oficio y un ejercicio. Se miró las manos. Manos vacías, sin otro odorno que su piel y sus huesos. Y ¿Ahora qué?. Vaciló mientras miraba los escaparates de las tiendas. Era un hombre, pero nada más. Los dias en los que soñaba con ser mosca, o abejorro, o nube se quedarón detrás de esta revelación. Alguien se detuvo delante de él. ¡Eres un hombre! Y le extendió su mano, sin adornos, sin otra realidad que no fuera su piel y sus huesos.

MIrada de zorro

¡Bingo! Ha ganado el Zorro, el tío francés con apellido de enfermedad de House. Francia ha elegido. Resuena la risa de Aznar y sus dientes blancos se tiñen de tinto. La mano dura ahora es puño que aprieta, que se agarra al sillón y sueña con Luis XV. El Zorro sabe como entrar en el gallinero: ha entrado. Mamá gallina llora su despecho sobre chaneles y botones relleno de la más fina tela del partido. El Zorro presiente el lujo de Francia. Los reyes bordan sus coronas sobre la piel de sus jardineros. Me importa lo suficiente como para no pensarlo. Hay quienes necesitan la sonrisa del Zorro, su egolatría, su deseo de poder para seguir comprando el pan de cada día. En los suburbios de París resuenan los últimos coletazos de Malasaña. El pueblo olvidado, el que rellena los bordes de la geografía parisina, teme al Zorro. Dios ha vuelto a implantar la ley marcial del espíritu. Aznar farfulla después de tirarse una botellita al coleto: Allons enfantsss de las patries….¡Que pa eso hace lo que se le pone en los cataplines! Zorros al fin y al rabo. Sigue Leyendo...

Hoy me siento herido

Sobre la cama un periódico. Ayer estuve dentro de él, pateando las sucias calles de Malasaña y presintiendo el olor a estiercol de lo que jamás vemos. Los negros con sus mantas abiertas al sol proclaman un derecho natural al comercio libre. Nada es más injusto que nacer en medio de la calle y vivir de ella, sin derecho a ser tu propio mercader. La política llama a las puertas del engaño. Arde un mundo que procura consumir y reclama bancos de alimentos de los sobrantes de cada súper, de cada híper, de todos esos comercios con nombre de dinosaurio. Huele a decadencia y desolacion. Bush anuncia un veto a la paz. ¿Cómo permaneces impasibles ante su simiesca carcajada?. Sale de la cárcel pagando diez millones: aquí no pasa nada, se recuperarán con creces. Un silencio de tarde que huele a cierre de cualquier vida prestada. Madrid entona himnos al nacimiento de sus princesas y limpia los culos de los hambrientos de espectáculo televisivo. Sigue Leyendo...

Odiar

Todos levantaron la mano, porque todos querían responder a la pregunta. Todos habían sentido alguna vez la necesidad de odiar. Alguien no quiso decir por qué. Odiar. En su pensamiento odiaba la estrechez de los injustos. Su humanidad era simple, y odiar no le suponía ser ni más ni menos humilde. Alguien le señaló con el dedo: él era odiado por los demás, sometido por el pensamiento y la burla. En su silencio odiaba sin conocer el por qué, simplemente la palabra estaba en el aire y la escucha sin querer.

Mi frutera

Seguía aún allí, con su blanco delantal. Olía a frutas, a patatas nuevas, a invisibles mariposas que se posaban sobre las primeras fresas. Me gustaba mirarla y sin que se diera cuenta le pellizcaba un racimo o le daba la vuelta a alguna manzana. Tenía algo de ser vegetal, pero grandioso. Lo que le sobraba lo regalaba. Muchas manos supieron de grande tomates tocados, de puerros durillo, de hortalizas que lloraban lagrimones de huerto. Seguía aún allí cuando me marché a otra parte. Cada fruta es una carta de aquella flor eterna y dulce.

No votaré nunca

Las votaciones estaban cerca. Votaciones para alcaldías. Alguien a quien elegir como el mejor, el más adecuado, el más justo. Le habían regalado una visera roja y una pegatina. Se sentía reconocido como ciudadano. Espera ansioso el día en el que conocería el gran misterio de votar, elegir y ser un voto. Esa noche encendió la tele y vio un debate. Su posible alcalde gritaba airado diciendo del contrincante una y otra otra vez que era vital el voto extranjero, el voto inmigrante, el voto útil. Él lo era pero se sentía miembro de un barrio, colaborador de una causa, y a la vez extranjero e inmigrante. Su alcalde insistía en llamar mano de obra, voto útil, necesidad de un aumento en la población activa. se sintiço tan defraudado como su visera roja, como su pegatina multicolor. Apogó el televisor y sonó con no votar nunca. Sigue Leyendo...

Sonrisas relativas

Los vi llegar cargados de bultos, de maletas, de paquetes. Sonreían, como si sus dientes mostraran lo novedoso del cambio. Confiaban en quela desesperanza fuera menor, Aquí, en el barrio, todos comenzábamos a formar parte de una ensalada multiracial. Pasaron dos meses y volví a verlos: no sonreían. El cansancio formaba parte del precio de la esperanza. Quizá es tan inevitable como nuestras propias emociones rotas.

Regreso

No sé muy bien por qué vuelvo. En ésto de encontrar cambios te confundes un poco, pero creo que el barrio sigue igual. He advertido afluencia de habitantes. Así las calles tendrán ese toque necesario para que Madrid no muera bajo la bombonera de su alcaldesito. La verdad es que he escrito poco. Concursé y no pasó nada. Ya tengo ganas de retomar, al menos, la coherencia que aquí se respira frente a otros frentes comerciales que imperan en Internet. Bueno, de nuevo aquí.

Violetero sobre mesa de laca china

Abrió la puerta. Sonrió de un modo simple y vago. Había puesto un anuncio y trataba de vender un violetero antiguo.
-Pase, ahí está – ¿Le gusta?
Era una pieza original, pintada a mano, del mismo color que los ojos de su dueña.
-Se lo dejo barato- ¿Le gusta?
Me fije en la mesa lacada. Violetero y mesa formaban un perfecto conjunto. Le ofrecí dinero. Lo aceptó en silencio, como si el verdadero valor no consistiera en una cantidad, sinoen tiempo y expriencia.
-¿Le interesa también la laca?
Le dije que no, esbozando una sonrisa simple y sencilla. Me abrió la puerta. Guardé el violetero en el bolsillo. Cuando cerró una parte de su vida le había sido arrebatada. Sigue Leyendo...

No sabes escribir.

Recogió las redacciones de toda la clase, con la misma calma con la que abría su cajón y sacaba el chicle. Al día siguiente fue haciendo comentarios a diestro y siniestro. Aquella escribía idioteces que no aceptarían ni enlas revistas del corazón. Aquél no había dejado aún los pañales. El otro, simplemente, no sabía escribir. Entregaba los trabajos subrayando cada palabra, realizando cabriolas con el rotu rojo, indicando que su capacidad para ser dios, era posible. Alguien le recriminó su actitud prepotente. Su respuesta fue clara:
-Usted ni sabe, ni siente ni padece. Escribe porque alguien le ha dicho que suena bien, que junta las palabras concierto orden ysobre todo…porque tiene futuro. Su futuro se queda como usted, simplemente suspendido.- Sigue Leyendo...

EL CUENTO DE LA VIDA

-!Eso de la Vida es un cuento chino¡- Y es que los chinos de aquel restaurante chino no tenían vida. Se la arrebataron siendo niños cuando trabajaban de sol a sol para venirse a Madrid. El más joven tenía los ojos casi cerrados, como si se hubiera comido todas las imágenes del mundo.

Es obvio que vendan chucherias.

Engordó lentamente, como si de esta forma sólo tuviera que ocuparse de caminar mas despacio. En esa gordura se escondía todo y se rflejaba todo. La tele maltrataba su imagen y la gente comenzó a a costumbrarse. Un gordo en el barrio era una necesidad perentoria. Nadie se preguntaba por su cambio de imagen. Había engordado como otros se compran una moto o van ala pizzeria a ganarse un servilletero. Pero él renunciaba a una vida, dejaba a un lado su solemnidad de delgaducho que juega al billar y ahora, era el dueño de una tienda de chicherias, de venenos mágicos que convierten a las princesas en hadas que jamás tienen alas. No cabía en la tienda, porque tuvo que alquilar un local pequeñito. Comía de todo cuando le daba la gana, como persiguiendo un final trágico con sabor a fresa. Un día no pudieron entrar a comprar nada. Era tan gordo que ocupaba la tienda entera. Formaba parte de una paleta de colores, de dulces golosinas con sabor a soledad. Aquello supuso todo un revuelo. La tele llegó con una presentadora delgadita que casi se confundía con el cable. El evento merecía la pena, porque no era ejemplar que un gordo terminara por ocupar la tienda de chucuerias. Sigue Leyendo...