Carta abierta a…

Mi ego, mi dragón (como en El Caballero de la Armadura Oxidada) siempre sale cuando menos lo espero. Algunas veces se desmanda. Es mío, es cosa mía, pero sin embargo debe tener algún poder sobre mí. Llevo años intentando domesticarlo para que se convierta en una mascota cariñosa y sumisa, pero no hay manera.

Me alegró que cortaras el silencio. Debí quizá haberlo cortado yo, pero no sabía cómo iba a ser acogida. Debería haber pensado, como en otras ocasiones lo he hecho cuando me he aproximado a alguien sin estar muy segura de la acogida, que ése no era mi problema: que el problema era del que quizá diera la espantada. Que yo tenía que hacer lo que sabía que tenía que hacer y que al final no hice, bien que lo siento. Siempre me ha gustado pensar que he fomentado y fomento la concordia en cualquier ambiente, es una muestra de cómo puede uno equivocarse.

Hay cosas que me hacen confiar y creer en los seres humanos. Ayer fue un día en el que hubo un par de cosas que me hicieron confiar y creer más aún. Tu acercamiento fue una de ellas. La otra fue familiar y equiparo las dos. Hay situaciones que pesan en el ánimo, aunque uno sea tan estúpido como para no enmendarlas.

Así que, con el ánimo aligerado, espero enfrentarme a esta primavera invernal con ganas renovadas y espíritu alegre. Os deseo lo mismo a todos los que leéis esto, especialmente a ti, tú ya sabes quién eres.

Besos.

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