Cuando el ciello llora

Poniendo mis manos sobre mi cabeza, con una expresión de frustración y algo de odio, intenté protegerme de la naciente lluvia de verano, que no por ser de verano es más suave…
A medida que caminaba, veía con pena como mi reluciente esmoquin negro se ahogaba, adquiriendo un color azul marino.
Ya qué más da… Quite las manos de mi cabeza, dejando que esta se moje libremente. Al menos, me quedo con mi inútil orgullo. Esto me pasa por gastar mi dinero del pasaje a casa en chucherías…
Luego de caminar una cuadra, la lluvia pareció disminuir. Perece que fui el único que salió con este tiempo, las calles etaban vacías pese a ser esta hora de la tarde. Una rara calma se respiraba en el aire.

Con la vista al frente, divisé a un señor de pie en medio de la acera. Miraba el cielo con los brazos extendidos.
Supongo que le agrada mucho la lluvia.
A medida que me acercaba a él, la lluvia cesaba y las nubes se disipaban.
Cuando me encontraba a unos cinco pasos de el, bajó sus brazos.
– Fuerte lluvia, ¿no? – Preguntó sin voltear a verme. Me detuve sorprendido. No creí que me fuera a hablar.
– Así es, amigo – Respondí. Ambos nos quedamos detenidos un momento. Cuando estaba apunto de reiniciar mi marcha, el volvió a hablar.
– Sabes… – Mencionó haciendome detenerme de nuevo – Dicen que cuando llueve, es porque Dios llora…
– No soy muy religioso. – Afirmé intentando nuevamente irme.
– Tampoco Dios… – Escuché una carcajada.

Pese a lo extraño de la situación, no me pareció en ningun momento que podía ser una situación peligrosa. La voz del tipo inspiraba una confianza extraña. Aún no le veía el rostro, pero sentía que podía verlo con solo escucharlo. Sus ropas eran sencillas, pantalones de tela cafés con una camisa blanca algo arrugada, aunque estaban totalmente secas, pese a la lluvia que hubo. Llevaba el pelo algo largo, le tapaba el cuello, y su contextura era algo delgada.
– Te has puesto a pensar… – Volvió a hablar – Que si Dios lloráse, ¿Por qué lo haría?…
– Yo también lloraría si viera las cosas que pasan en el mundo, ¿No? – Respondí.
– Puede ser… Pero se supone que el sabía que todo esto pasaría. ¿Llorarías con el final de alguna película que te hayan contado?
– No lo sé…
– Te entiendo…

Ya estaba encontrando algo rara la conversación. Me estaba poniendo algo nervioso.
– No quiero incomodarte. – Afirmó como queriendo voltear a verme.
– Descuida. – Respondí con curiosidad por verle el rostro. Me parecía tan familiar…

De todos modos, no volteó. Sólo levantó una mano, haciendo un gesto para que continuase caminando. Sólo miré su mano moverse, no hice atención al gesto.
– Veo que no tienes prisa. ¿Me seguirás? – Dijo bajando su mano.

No sé quien pueda ser este tipo. Pero el sólo pensar decirle que sí, me brindaba una sensación cálida en el pecho. No se si sólo se trate de un viejo loco, o de algún ladrón, no lo sé…
Pero no pierdo nada con seguirlo.
El tipo comenzó a caminar lentamente. No sentía las ganas de rodearlo para verle el rostro. Tan sólo me limité a seguirlo.
Todo parecía marchar en cámara lenta. El tipo caminaba tan suavemente por el asfalto, y yo me veía tan torpe con cada paso…
No llevába ni media cuadra siguiendolo, cuando divise una moneda en el suelo. Suficiente para un pasaje.
– Oye – Le dije – ¿Puedes detenerte un poco?

Parecía no escuchar. Sólo seguía caminando, que mas que caminar era un flotar a ras del suelo.
– No te detengas ni mires atrás – Decía mientras se seguía alejando.

Cuando la moneda estaba junto a mí, no aguanté las ganas. Después de todo es el dinero del pasaje que me falta.
Me detuve, y me hinqué a recoger la moneda. Se me dibujó una sonrisa en el rostro al tenerla en mis manos. Volví a mirar al frente para ver que tanto se había alejado el tipo…
Pero al mirar… Ya no estaba… Había desaparecido.
En su lugar, toda la apresurada gente, típica de los lugares comerciales, comenzó a aparecer.
La calle perdió su rara calma y todo volvió a la normalidad…

Miré la moneda en mi mano. Ya no sentía esa cálida sensación.
Cuando comencé a meditar todo lo pasado, una lágrima rodó por mi mejilla. Tal vez era alguna especie de oportunidad, que vendí por una simple moneda…

Tal vez, por eso Dios llora…

4 comentarios sobre “Cuando el ciello llora”

  1. ¡Qué bueno! Relato y conversación muy bien definidas, me gusta esa forma de tratar con el tiempo, de pararlo a tu antojo. Me recuerdas un poco a Paulo Coelho, no por ser el texto relativamente religioso, algo sí; sino más bien por que pareces querer enseñar algo y no tienes nada que envidiar a todos esos relatos bíblicos escritos o no sobre lo que pasó hace muchos años.
    Felicidades, oye.

  2. Muy interesante el ritmo temporal marcado en la historia. Sorprende una alta capacidad para el diálogo y llena de gusto leer un final que saca a la luz pública una reflexión profunda sobre la venta de las oportunidades…. como si de vender el alma por una moneda se tratase. El sentido religioso está entrelazado muy artísitcamente al sentido humano. Muy bueno.

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