Daniel tuvo un buen recibimiento al llegar a la playa, el viento tampoco quiso perderse su llegada aunque le provocaba miedo más que otra cosa. Corría asustado cada vez que soplaba y miraba asombrado como los árboles bailaban a su son.
El frío mar se arrastró para saludarlo y Daniel agradeció que el viento se retirara a sus aposentos con una extraña pirueta. Mientras tanto posó los pies en sus frías aguas y el calor de la mano de su hermano lo llevó junto a el, dejándose acariciar tímidamente mientras el viejo mar jugaba entre sus pies y le buscaba las cosquillas. El viejo mar se alegró de verlo, el sol brilló en sus aguas y Daniel pudo descubrirlo en todo su esplendor.
Nunca imaginó un amigo como aquel, cambiaba a cada instante dibujando mil paisajes diferentes para él. Cerró los ojos y lo escucho, como se rompia en las rocas, como intentaba acercarse cada vez más, otra vez… otra vez…
Le despidió con una sonrisa y su manita se agitaba diciéndoles adiós. El mar a partir de ahora lo esperara impaciente, el viejo mar, ahora que ha visto sus ojos nunca lo olvidará.
Me imagino a tu hijo pequeño en su primer día de playa, jugando y asombrado con el mar.
Un abrazo Taber.
Hola Wersi
Fue un dia especial por muchos motivos y merecía un pequeño relato para el recuerdo.
Un abrazo y gracias por leerlo.
Taber: muy emotivo y lleno de gran sentimiento a la vez que calidad literaria el texto dedicadoa tu hijo. Yo, que tengo dos hijas, comprendo perfectamente tu emoción. Un abrazo.
Muchas gracias Diesel por pasarte, descubrirles el mundo a nuestros pequeños es una gran aventura. Me alegra que te gustara. En breve paso a leerte pero eres tan productivo que no se por donde empezar. Un abrazo.