Desde la eterna distancia

No fui yo quien dejó sobre tus manos
ese pétalo de rosa, o margarita infantil,
o perla encadenada a un ancla de navío.
Fue esa vida que nos regala el tiempo
y que se acopla al corazón
en el vacío sueño de imaginar constante.

No fui yo quien dejó sobre tu pecho
el verso claro, el tiempo entre las nubes.

Fue la propia inquietud de saber de ti,
de buscarte en la vereda,
de llamarte desde el alto
para sólo hablarte de amor,
y poco más.

No fui yo quien puso entre tus dedos
el libro de poemas que leías en la noche.
Fue el curso de los ríos atravesados
por corrientes de voz que palpitaban canciones.
Pasado siempre, pasado junto a cualquier norte.
Cansado de remar y presentir mareas…
No fui yo, y tú lo sabes,
quien dibujo esa luna para ti,
para ti, en la ausencia germinal
de cualquier recuerdo ausente.

3 comentarios sobre “Desde la eterna distancia”

  1. ¡Muy bueno, Grekosay! ¡Excelente! Una declaración amorosa de ese sentido es tan completa que solo puedo comentar que sí… que es de verdad excelente. Por ejemplo ese “fue esa vida que nos regaló el tiempo” me hace pensar en aquellos a los que no les dan la oportunidad de poder vivir (me refiero a los abortos) para poder algún escribir algo así. Quizás muchos, si pensasen de esta manera, meterían la cabeza debajo de un túnel subterráneo llenos de vergüenza. En fin. Podemos gozar del amor porque nos han permitido gozar del amor y no me refiero a Dios (porque Dios da la oportunidad a todos y todas para nacer) sino a los que se creen más grandes que Dios.

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