Duelos de cafeína

Café solo por favor. Caliente, con un fuerte aroma y denso, mi lengua palpita y mis labios ya casi sienten el sabor confundiéndolo con su perfume gris. La espuma dibuja una sensual curva y la cucharita se hunde irremediablemente en su negrura. El primer acercamiento de una taza robusta es, seguramente, el momento de mayor deleite, y pronto, uno se ve sumergido en un placer desesperado. Amargo, como la vida. Tus ojos y oídos se cierran para concentrarte únicamente en el sabor. Queda abandonada la taza en la mesa. Ese sabor potente te invade el cuerpo entero y te enciende el alma, aprendes a respirar, y lo haces profundamente. Pasado algo menos de medio café, haces sonar el leve rasgueo de una bolsita de azúcar, y de ella emana un apenas perceptible ambiente dulce. Dentro de la taza pintada de café seco a medias, llueve una cascada de gránulos blancos que se tiñen, al caer, de un marrón madera. Dulce, como el amor. Suena el tintineo de una cucharita que choca una y otra vez contra la taza, salpicándola a trazos. La dulzura te acurruca y se desliza por tu garganta, cariñosamente. Todo queda detenido y te haces dueño del tiempo, durante un instante. Frío, como la muerte. Un final suave y delicado en cada tono, te abre lentamente los ojos y ya solo piensas en lo bonito que ha sido.

4 comentarios sobre “Duelos de cafeína”

  1. “Todo queda detenido y te haces dueño del tiempo, durante un instante”
    Un momento de café, un momento de placer. Me perdonarás si lo encuentro tremendamente erótico.;-)

  2. Que puedo decirte, el café nos despierta todas esas emociones y como la vida las disfrutamos, pero hasta que ya se acaba, podemos mirar y decir “que bonito ha sido”. Una taza de café, esa es nuestra vida. Saludos, buen texto Tama.

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